A 13 años de su fallecimiento
Por Gabriel Otero
Ante las muestras de pesar, el estupor, más de millón y medio de personas participaron en el sorteo de once mil entradas para despedirse de su ídolo, el que les dijo tanto con su música, el llamado Rey del Pop y del Entretenimiento, el pionero del megaespectáculo, el bailarín envidiado por su originalidad y elasticidad.
Ante el fanatismo manifiesto, la prudencia, ¿qué vacío existencial habrán sentido los doce suicidas para llegar a esos extremos de negarse a sí mismos?, ¿qué dependencia extraña desarrollaron al escuchar que Billy Jean no fue su amante sino una muchacha que él conoció?, ¿qué caprichos de la fonética escuchamos todos en la canción para oír repetidamente “chair” en lugar de “child” y pensar que solo Michael Jackson y sus excentricidades considerarían a una silla como hijo no de él sino de ella?
Ante las cifras contundentes y frías, el respeto, Michael Jackson vendió 750 millones de discos lo que representa poco menos del 10 por ciento de la población mundial, en otras palabras, una de cada diez personas compraron algún disco suyo, por eso no suenan descabelladas las repentinas declaraciones de amor de las masas y las expresiones de afecto de generaciones lejanas que lo adoptaron como propio.
Ante la inteligencia, el reconocimiento, sólo él convertiría a Eddie Van Halen y a Slash en guitarristas de estudio, qué pálidos y sin alma sonaban los requintos de Beat It y Black and White en comparación a Hot For The Teacher y Sweet Child O’ Mine, sólo él aprovecharía las épocas endebles de Paul Mccartney en Pipes Of Peace y de Mick Jagger, sin nada nuevo en los años de State Of Shock, para cantar duetos dignos del olvido o la veneración.
Ante el bombardeo mediático post mortem, la reafirmación, que muchos somos solidarios del luto ajeno pero qué bueno que jamás compramos un disco de él, no hacía falta ni siquiera pedirlos prestados siempre hubo algún familiar light que tuviera Off The Wall, Thriller, Bad y Dangerous como música masticable, tampoco carecimos del vecino, amigo o compañero que intentara darnos cátedra sobre la transformación de los Jackson Five en simplemente The Jacksons.
Ante el pop de Michael Jackson, la música alternativa, las letras oscuras del ser sin poses, el arte liberador, la melodía y armonía de las composiciones de músicos no tan famosos pero rutilantes y espléndidos con el oído.
Ante la frivolidad del Peter Pan moderno, la indiferencia, ¿qué tan importante fue si Michael Jackson era negro y blanco o al revés?, o si se presentaba a declarar en pijamas, o si Neverland era el último reducto de la inocencia.
Ante la adoración, el cuestionamiento ¿no serán nuestras expresiones el reflejo de una rampante decadencia ávida de ídolos que borren lo gris de nuestras vidas?