Los húmedos días de finales de junio y principios de julio de 1969, se respiraba paz en la comunidad Guarita, departamento de Lempira en el suroccidente de Honduras. Los niños iban a las escuelas y los vecinos salían por las mañanas a recoger elotes a las milpas y sembradíos de maíz que cultivaban con la venia de las primeras lluvias invernales de este sector del trópico.
Allí no estaban tan al tanto de la convulsionada vida política de su vecino del sur, El Salvador. Su vecino más pequeño, que entonces planificaba invadir su territorio llevando pavor a los habitantes de comunidades limítrofes como Guarita. Pero los rumores de guerra fueron cada vez más fuertes, hasta que dio inicio la guerra de las 100 horas entre Honduras y El Salvador de 1969.
Alrededor de una de las guerras más cortas de la historia rondan varias causales como las presuntas injusticias y difamaciones que sufrían los salvadoreños que buscaban oportunidades de trabajo en suelo catracho, o la inverosímil teoría de la “guerra del fútbol”, atribuyendo su explosión al partido que ganó El Salvador 3-2 a Honduras y que les dejó fuera del Mundial de México 1970, ocurrido el 26 de junio de 1969.
“”En Honduras nos ganaron con un gol de vacilón, pájaro picón picón””, cantan y recuerdan en Honduras la agria derrota que los dejó sin Mundial de Fútbol.
Luis Armando Hernández es músico, de alta estatura, delgado y de bigote. Él cursaba quinto grado de primaria en una de las escuelas de Guarita. ContraPunto habló con él. Cuenta que el Ejército hondureño había llegado procedente de San Pedro Sula desde hacía unos meses porque ya había rumores de guerra con El Salvador, pero se gastaron las municiones y se retiraron dejando a Guarita sin seguridad.
“”Cuando entró el Ejército salvadoreño solo había señoras y niños en el pueblo. Las muchachas estaban en otro lado porque las violaban””, recuerda Luis. Dice que en ese momento en la comunidad solo se hablaba de huir de la invasión salvadoreña.
Es 14 de julio de 1969 cerca de las seis de la tarde cuando aviones y tropas provenientes de El Salvador ingresaban a territorio hondureño por su frontera sur. Era una guerra, no un ejercicio ni una advertencia.
“”Anduvimos alrededor de dos semanas huyendo previo a la invasión salvadoreña. Llegamos a una molienda. Al escuchar los rumores la gente salió a esconderse. Al lugar donde yo estaba llegaron los salvadoreños y a un señor le preguntaban dónde estaban todos los varones. Lo golpearon y cayó el señor. Se fueron al ver que no había nadie””, relata Luis.
Dice que lograron comunicarse con un alto oficial del ejército que estaba en San Pedro Sula y que era originario de Guarita. Él les propició un bus y un comando militar para sacar a toda la gente, llevando solo lo que tenían puesto.
“”Salimos de madrugada. Nunca me había subido a un carro ni había visto a una persona de raza negra porque de ese lado de la frontera sabían que en El Salvador no los dejaban entrar porque era prohibido””, dice Luis.
Se asustaron cuando los vieron. Los militares hondureños llevaban en sus tropas a gente de raza negra para que les preparasen la comida y como asistentes.
Lograron llegar a donde una tía en San Pedro Sula que era dueña de un mesón. Los alojó y Luis logró terminar ahí su quinto grado de primaria. Guarita quedó desierta.
Luis y sus 10 hermanos huyeron con su madre. Su padre era músico de la Guardia de Honor Presidencial, y quizás de él heredó su pasión musical que hoy ejecuta siendo el trombonista de una orquesta llamada La Banda de los Supremos Poderes que ensayan en algún edificio de Tegucigalpa, lugar donde sucedió esta entrevista.
Se casó, estudió sin finalizar la licenciatura en música y vive desde 1971 en Tegucigalpa, la capital hondureña, pero el drama y el pavor de huir de los salvadoreños hace 48 años aún están en su memoria.
La guerra finalizó el 18 de julio con un saldo de más cuatro mil muertos y más de 15 mil heridos, con secuelas de litigios limítrofes entre ambos países que hoy viven en paz.
Video cortesía: Crónicas El Salvador