Se trata de una manera de comprar la voluntad del periodista. En México le llaman “peyoteros”. Tradicionalmente, todos dentro del argot periodístico salvadoreño sabemos que la expresión “sos un periodista mentero” es peyorativa, desagradable e incluso una elevada ofensa.
Pero dónde surgió esa expresión de “periodista mentero”. La vieja guardia de periodistas de los años 60 era la que hacía uso de este apelativo. En esta generación, incluyo a Peñate Sambrano -quien laboró para El Diario de Hoy durante muchos años, en la época análoga cuando se utilizaba el famoso derecho de piso y máquinas de escribir royal, Triumph, Remilton-; él me explicó que comenzó a escuchar esa expresión durante la administración presidencial de Arturo Armando Molina, en esa larga generación de presidentes militares en la que los civiles ni tenía la más mínima posibilidad de inscribirse y donde el relevo era preparado y hasta los golpes de Estado entre ellos se generaban.
El expresidente Molina no tenía mucha fama de ser respetuoso de la gramática ni de la semántica. Por ejemplo, fue él quien dio el nombre de la “presa del cerrón grande”, a pesar de que le recomendaran que lo correcto era llamarla “presa del cerro grande”; así que gracias a él, en términos legales, es la “presa del cerrón grande”.
Peñate Sambrano era un zorro periodista. Se llevaba muy bien con los militares y los funcionarios de Estado. Había construido “ese puente” con sus fuentes noticiosas. Fue muy amigo de Adrián Roberto Aldana, quien se convirtió en el único periodista salvadoreño que entrevistó al legendario Ernesto Ché Guevarra y lo consignó en su libro “Aventuras y desventuras de un periodistas salvadoreño”. Adrián Aldana era su competencia en la Prensa Gráfica, pero audazmente –utilizando otra expresión periodística- le propinaba “buenas talegueadas en las coberturas” de prensa y a veces le tocaba recibirlas. Pocas mujeres destacaban en la profesión, pero si hay alguien perseverante esa es Trini Jovel de Romero, quien se convirtió en una adulta mayor y aún a inicio de los 90 le vimos reporteando. Lo cierto que fue en esa generación cuando comenzó la expresión de “periodistas menteros”.
Durante las conferencias de prensa del mandatario ligado al partido oficial de esa época, sus entonces encargados de prensa convocaban en el local histórico de la tercera calle oriente, ubicado frente al local de Baterías Superior, donde siempre ha estado un rinoceronte de cemento y de dimensiones reales. Previo a esa conferencia de prensa, repartían las preguntas que el mandatario ya sabía que le iban a formular los periodistas, en un orden arreglado generalmente eran tres y él se extendía de manera cómoda, hablando de los temas que le interesaban, era una época en la que el periodismo era más dócil y su desarrollo era muy carente. La fotografía pasaba por tres procesos: desde la toma, el revelado y su publicación. A los fotógrafos se les pagaban 50 centavos de colón por fotografía publicada.
Para esos años, estaba destacando mucho la empresa Confitería Americana, en el mercado local vendía dulces de una gran variedad, pero entre los periodistas habían tenido éxito las patillas de “menta gallito” que venía en un doble envoltorio de papel plateado y enrollado. Su sabor refrescante aniquilaba el mal aliento y disimulaba los olores de las juergas a las que los periodistas de esa época solían concurrir por las noches anteriores en los bares de las proximidades de la librería Roxi y alrededores del restaurante El pollo gordo, y el Bella Nápoles.
Por eso, a la hora en que el maestro de ceremonia anunciaba la llegada del presidente Constitucional de la República al podio donde daban la conferencia de prensa, los periodistas, a quienes ya les habían entregado las preguntas que el jefe de Estado contestaría, comenzaban a buscarse el papelito que generalmente le entregaban con disimulo y lo guardaban en la bolsa izquierda de sus camisas. A los que no les habían entregado preguntas, les decían: “Ah… vos sos un periodista vendido”. El periodista respondía: “Yo buscando mi menta gallito estoy”, mientras urgaba en su bolsa izquierda de la camisa, donde también colgaba su lapicero.
La mayoría de periodistas andaban sus mentas en la bolsa de la camisa, esa costumbre se retomó para acusar de “menteros” a los periodistas que daban cobertura a eventos y que a fin de mes pasaban a cobrar su cheque a las instituciones del y autónomas que pagaban porque al menos una foto de sus eventos apareciera en los periódicos de esa época.
Las mentas en el periodismo salvadoreño no han desaparecido, sobreviven, son una especie de dadivas disfrazadas, llegan como regalías, invitaciones, coberturas turísticas, estadías y como beneficios paralelos a la actividad periodística. Son antiéticas, inaceptables y peyorativamente despreciables para quienes las toman y han hecho del periodismo una actividad cuestionada por algunos sectores que miden con la misma vara a los que profesionalmente han cumplido su labor de manera transparente.
El artículo 48 del Código de Ética que ha sido actualizado por la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) establece e insta a los periodistas: “No desempeñar simultáneamente la labor periodística con otras actividades profesionales como la publicidad, las relaciones públicas, la asesoría de imagen y la propaganda que generen algún conflicto de interés. Tampoco aceptará contratos de publicidad en los que tenga que fabricar una noticia o entrevista para satisfacer intereses de personas, empresas o instituciones”. Pero una cosa es lo que se dice y otra es lo que se practica.
El periodismo tiene una finalidad de tipo social, su herramienta es la verdad, trabaja con la conciencia de los ciudadanos en la búsqueda de ella y el hecho de que esencialmente no exista a plenitud la verdad y la objetividad, no significa que en el diario quehacer periodístico no debamos acercarnos a ella, es una llamado cotidiano a buscarla, pero también a no vender la voluntad.