lunes, 15 abril 2024

Los periodistas menteros

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Se trata de una manera de comprar la voluntad del periodista. En México le llaman “peyoteros”. Tradicionalmente, todos dentro del argot periodí­stico salvadoreño sabemos que la expresión “sos un periodista mentero” es peyorativa, desagradable e incluso una elevada ofensa.

Pero dónde surgió esa expresión de “periodista mentero”. La vieja guardia de periodistas de los  años 60 era la que hací­a uso de este apelativo.  En esta generación, incluyo a Peñate Sambrano -quien laboró para El Diario de Hoy durante muchos años, en la época análoga cuando se utilizaba el famoso derecho de piso y máquinas de escribir royal, Triumph, Remilton-; él me explicó que comenzó a escuchar esa expresión durante la administración presidencial de Arturo Armando Molina, en esa larga generación de presidentes militares en la que los civiles ni tení­a la más mí­nima posibilidad de inscribirse y donde el relevo era preparado y hasta los golpes de Estado entre ellos se generaban.

El expresidente Molina no tení­a mucha fama de ser respetuoso de la gramática ni de la semántica. Por ejemplo, fue él quien dio el nombre de la “presa del cerrón grande”, a pesar de que le recomendaran que lo correcto era llamarla “presa del cerro grande”; así­ que gracias a él, en términos legales, es la “presa del cerrón grande”.

Peñate Sambrano era un zorro periodista. Se llevaba muy bien con los militares y los funcionarios de Estado. Habí­a construido “ese puente” con sus fuentes noticiosas. Fue muy amigo de Adrián Roberto Aldana, quien se convirtió en el único periodista salvadoreño que entrevistó al legendario Ernesto Ché Guevarra y lo consignó en su libro “Aventuras y desventuras de un periodistas salvadoreño”. Adrián Aldana era su competencia en la Prensa Gráfica, pero audazmente –utilizando otra expresión periodí­stica- le propinaba “buenas talegueadas en las coberturas” de prensa y a veces le tocaba recibirlas. Pocas mujeres destacaban en la profesión, pero si hay alguien perseverante esa es  Trini Jovel de Romero,  quien se convirtió en una adulta mayor y aún a inicio de los 90 le vimos reporteando. Lo cierto que fue en esa generación cuando comenzó la expresión de “periodistas menteros”.

Durante las conferencias de prensa del mandatario ligado al partido oficial de esa época, sus entonces encargados de prensa convocaban en el local histórico de la tercera calle oriente, ubicado frente al local de Baterí­as Superior, donde siempre ha estado  un rinoceronte de cemento y de dimensiones reales. Previo a esa conferencia de prensa, repartí­an las preguntas que el mandatario ya sabí­a que le iban a formular los periodistas, en un orden arreglado generalmente eran tres y él se extendí­a de manera cómoda, hablando de los temas que le interesaban, era una época en la que el periodismo era más dócil  y su desarrollo era muy carente. La fotografí­a pasaba por tres procesos: desde la toma, el revelado y su publicación. A los fotógrafos se les pagaban 50 centavos de colón por fotografí­a publicada.    

Para esos años, estaba destacando mucho la empresa Confiterí­a Americana, en el mercado local vendí­a dulces de una gran variedad, pero entre los periodistas habí­an tenido éxito las patillas de “menta gallito” que vení­a en un doble envoltorio de papel plateado y enrollado. Su sabor refrescante aniquilaba el mal aliento y disimulaba los olores de las juergas a las que los periodistas de esa época solí­an concurrir por las noches anteriores en los bares de las proximidades de la librerí­a Roxi y alrededores del restaurante El pollo gordo, y el Bella Nápoles.

Por eso, a la hora en que el maestro de ceremonia anunciaba la llegada del presidente Constitucional de la República al podio donde daban la conferencia de prensa, los periodistas, a quienes ya les habí­an entregado las preguntas que el jefe de Estado contestarí­a, comenzaban a  buscarse el papelito que generalmente le entregaban con disimulo y lo guardaban en la bolsa izquierda de sus camisas. A los que no les habí­an entregado preguntas, les decí­an: “Ah… vos sos un periodista vendido”. El periodista respondí­a: “Yo buscando mi menta gallito estoy”, mientras urgaba en su bolsa izquierda de la camisa, donde también colgaba su lapicero.

La mayorí­a de periodistas andaban sus mentas en la bolsa de la camisa, esa costumbre se retomó para acusar de “menteros” a los periodistas que daban cobertura a eventos y que a fin de mes pasaban a cobrar su cheque a las instituciones del y autónomas que pagaban porque al menos una foto de sus eventos apareciera en los periódicos de esa época.

Las mentas en el periodismo salvadoreño no han desaparecido, sobreviven, son una especie de dadivas disfrazadas, llegan como regalí­as, invitaciones, coberturas turí­sticas, estadí­as y como beneficios paralelos a la actividad periodí­stica. Son antiéticas, inaceptables y peyorativamente despreciables para quienes las toman y han hecho del periodismo una actividad cuestionada por algunos sectores que miden con la misma vara a los que profesionalmente han cumplido su labor de manera transparente.

El artí­culo 48 del Código de Ética que ha sido actualizado por la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) establece e insta a los periodistas: “No desempeñar simultáneamente la labor periodí­stica con otras actividades profesionales como la publicidad, las relaciones públicas, la asesorí­a de imagen y la propaganda que generen algún conflicto de interés. Tampoco aceptará contratos de publicidad en los que tenga que fabricar una noticia o entrevista para satisfacer intereses de personas, empresas o instituciones”. Pero una cosa es lo que se dice y otra es lo que se practica.

El periodismo tiene una finalidad de tipo social, su herramienta es la verdad, trabaja con la conciencia de los ciudadanos en la búsqueda de ella y el hecho de que esencialmente no exista a plenitud la verdad y la objetividad, no significa que en el diario quehacer periodí­stico no debamos acercarnos a ella, es una llamado cotidiano a buscarla, pero también a no vender la voluntad.

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Rigoberto Chinchilla
Rigoberto Chinchilla
Periodista salvadoreño. Graduado en la Universidad de El Salvador (UES); colaborador y columnista de ContraPunto
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