Los conservadores (derecha) cuando formaron nuestro Estado en teoría liberal lo hicieron acorde a sus intereses económicos. Era de esperar. Al ser una provincia de hacendados y comerciantes incultos nuestros padres fundadores aunque inspirados en la revolución francesa no poseían dotes de una burguesía intelectual tan necesaria para haber nacido como una buena patria.
Nuestras primeras elites organizaron El Salvador solo en términos políticos y obviaron las condicionantes culturales. Un hibrido engendro de la escolástica hispánica del siglo 16 y la soberanía popular liberal. Un ejemplo clásico es que si bien les dieron la categoría de ciudadanía a indígenas y afro descendientes (mestizos) y se les permitió votar, no se les facultó para ser electos. Luego se inventaron un sistema electoral de tres niveles que terminaba relegando a las mayorías ya no solo a aspirar a un cargo sino incluso a no poder votar por ser mujer o no saber leer y escribir.
Así las elites comenzaron una tradición del todo o nada; de nuestra patria, la de ellos, no la de todos; los pocos recursos y el poder total sobre la plebe a la que incluso le dictan la moda del vestir y comer.
Muy a pesar del ruego de Carlos Calleja en su spot de campaña que no se le juzgue por el pasado de otros la elección de Raúl Melara como fiscal general de la república contradice brutalmente aquel discurso electoral arenero. No han cambiado.
La verdad no puede enseñarse. Esta para ser vista. La real politik de la derecha salvadoreña esta allí no para ser explicada por medio del lenguaje, se sobre-entiende, mal-entiende y des-entiende.
La historiografía revela que si bien durante 10 años ARENA y sus corifeos defendieron la no vinculación partidaria de los funcionarios de segundo grado y establecieron como dogma político aquella sentencia de la Sala de lo Constitucional que incluso destituyó funcionarios electos por la Asamblea Legislativa ahora de la noche a la mañana no hay problema alguno en elegir un fiscal arenero.
Ahora ya no, incluso quienes defendían a los cuatro magníficos se ponen laxos en cuanto a las formas y fondos que debemos entender como a-partidario. Que en realidad esa prohibición raya con la inconstitucionalidad. Una fotografía en una celebración partidaria, cantar la marcha de un movimiento político, asesorar a un candidato presidencial, donar dinero a un partido político no es sinónimo de simpatías, militancia, empleo, voluntariado, cuadro ideológico de un partido político. Y como el voto es secreto tampoco es señal de que pueda o no haber votado o votar a un partido específico y que, ahora, por azares de la vida ARENA lo encumbre (el mismo partido que deslegitimó elecciones de personas afines a la izquierda) a ser el abogado del Estado que es el encargado de perseguir los delitos de la clase política no debe motivarnos a dudar de la integridad y probidad de Raúl Melara ya que aquí el único fiscal malo fue Luis Martínez.
Su pasado político ampliamente conocido en redes sociales, no importa, es rumorología. Simplemente basta para elegirlo su palabra de que actuará apegado a la ley (una muy torcida por quienes lo eligieron) y que serán sus actos a futuro los que deberán servirnos para juzgarlo. Para mientras nos sugieren ignorar la historia y este funcionario podrá hacer lo que siempre han hecho presidentes, fiscales y magistrados de CSJ, FGR, CCR, PGR y PDDHH, no molestar a las elites políticas y económicas que lo nombraron.
No les creemos su cambio. Es sospechoso que la misma Asamblea que se tardó en elegir Sala de lo Constitucional alegando buscar la mejor independencia partidaria de los candidatos ahora no tenga empacho en nombrar un -a todas luces- simpatizante público de ARENA como fiscal. Podrán alegar consenso de las fracciones, pero es uno inconstitucional.
Corolario:
¿Cómo pueden quienes nos alertaban como amenaza democrática la pretensión efemelenista y el socialismo del siglo XXI de coaptar todas las instituciones del Estado ahora inicien su cruzada para precisamente quedarse con todos los órganos estatales y ya no ser malo?
El precedente que abre la derecha con la elección de Raúl Melara es peligroso. Otra vez como en los 20 años de ARENA ya no importan las formas, reglas y espíritu constitucionales para elegir funcionarios, menos la idoneidad. Basta la correlación de votos obedientes que los arreglos bajo la mesa arrojen.
Si ARENA gana las elecciones en 2019 todo volverá a ser como durante los 20 años de gobiernos areneros. Una Asamblea Legislativa con mayoría simple a favor de ARENA. Una Sala Constitucional mesurada. Una CSJ conservadora y un fiscal arenero. Lo demás pueden repartírselo la oposición blandengue y lisonjera porque hay que parecer un Estado democrático no vaya ser que la gente comience a decir que somos como Venezuela o Nicaragua.
Ahora más que nunca por higiene política nacional ARENA no puede volver a controlar el Ejecutivo. Un gobierno titereteado por los grupos de interés tradicionalmente intransigentes que están detrás de la candidatura de Calleja-Lazo hará explotar la bomba de relojería (el indeliberado carácter y ansiedad económica de los sectores populares) que decisiones de espalda a la legalidad democrática como la elección de Raúl Melara ahora preparó el bipartidismo en estos 30 años.