sábado, 7 diciembre 2024
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López Aliaga: Los malos modales del hombre fuerte de la derecha

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«En palabras de Aliaga, él viene de hacer "una campaña de cerro en cerro... Por tanto político delincuente. Si uno le dice político a los niños, estos se corren de miedo»: Hans Herrera

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Por Hans Alejandro Herrera Núñez


No voy hablar de lo que todos los periodistas hablan cuando se habla de López Aliaga. Más bien comparto algo que mis colegas no han querido ver. Pero antes: ¡Qué lejos queda La Molina! En Miraflores y San Isidro les llaman a los de La Molina los “no contactados” porque viven a media ciudad y a una Javier Prado (el peor lugar en el mundo en que uno podría estar) de distancia. Normalmente si te invitan a La Molina, dices que por supuesto que no. Pero como me dijeron que estaría López Aliaga, bueno, pues.

La Molina es un distrito residencial, cuenta con su propia laguna en una ciudad, Lima, que está en un desierto. Y para colmo tienen sol casi todo el año en la capital de los cielos nublados. El evento era la toma del cargo de alcalde del distrito, quien también es del partido Renovación Popular del polémico alcalde de Lima, López Aliaga, en estos momentos el líder indiscutido de la derecha peruana.

“Expreso el profundo dolor por lo que está ocurriendo. Invoco a la unidad (…) Peruanicemos al Perú levantando una bandera de unidad ecuménica (…) Agradezco a Aliaga por confiar en mí. Gracias Rafa”, dijo el miércoles el nuevo alcalde de La Molina, Diego Uceda. Anunció también que una avenida llevará el nombre de Soncco Quispe, el policía quemado vivo en Juliaca y que murió está semana durante los disturbios acaecidos.

En un mar de caras blancas vestidos con traje de diseñador, y con señoras de collar de perlas, la derecha peruana se ha vuelto a reunir entre canapés y melodías de piano. Había desde congresistas, líderes de bancada, rectores de universidades, así como otros alcaldes y muchos empresarios.

Pero aquí la estrella es López Aliaga. Él se encuentra en una auténtica maratón de juramentaciones, ya que bajo su liderazgo su partido ha arrasado en toda Lima. Casi no hay distrito donde la “ola celeste” no se haya impuesto. En palabras de Aliaga, él viene de hacer “una campaña de cerro en cerro. Me ha hecho sentir muy bien y también muy mal. Por tanto político delincuente. Si uno le dice político a los niños, estos se corren de miedo (…) He caído en política por qué… no se. Mi plan era otro . Pero no me corro de los retos” dijo Aliaga.

Aliaga es un hombre de cara colorada y modales bruscos que recuerdan a un marinero vasco de Bilbao. Esto resulta refrescante entre tantos buenos modales limeños. Los limeños son , cómo decirlo, muy educados, y en su educación yace el veneno. Aquí no se habla de frente como lo hace Aliaga, sino a espaldas y no con palabras sino con cuchillos. Lima y su clase dirigencial es más peligrosa que la mafia rusa: no rompen piernas ni sacan los ojos, nada que ver, hacen algo mucho peor: sueltan rumores.

Por eso Aliaga resulta un animal político curioso. Junto a todos esos políticos y empresarios, Aliaga parece más un rinoceronte rodeado de flamingos. Sin embargo ha llegado al momento preciso en que discursos como el suyo reciben aplausos. Hace solo cuatro años atrás hubiera sido impensable. Esa misma casta dirigencial que lo aplaude y lo toma ahora de ejemplo, lo ridiculizaba y lo consideraba un fundamentalista. Ahora se tragan sus palabras con camarones y champaña. En la derecha y más a la derecha no hay nadie. Literalmente Nadie. Solo López Aliaga.

“Tu Porky eres político. Tu no vas a regresar. Me dijo el niño. Le pregunté por qué. Porque eres político, me respondió” contó Aliaga a quien también llaman Porky, cuando se refirió a su campaña trepando cerros y en una visita que regaló pelotas a los niños de San Juan de Lurigancho, en el poblado Casa blanca, una zona de clase baja dónde además del futuro tampoco llega el agua. Es fácil reconocer el escepticismo de ese niño, pues los políticos solo aparecen en los poblados por arte de birlibirloque en tiempos de campaña. “Entonces le firmé la pelota escribiendo: Porky regresará” dijo el alcalde “y el niño se llevó la pelota contento”. Pero la cosa es más grave en las villas miseria que abundan en Lima. “La gente me decía, Porky no tengo agua. Porky no tengo electricidad. Señoras me lo decían. Me contaban que pagaban 20 soles (unos 4 dólares) el metro cúbico por un agua verde. ¡Verde!” Decía el alcalde mirando a su público, que es muy poco probable que en toda su vida hayan trepado un cerro como él. Me pongo a pensar si un vecino de La Molina puede imaginar agua de ese color.

Aliaga continuó hablando, retomó su discurso sobre la memoria. “Hay que enseñar la historia bien y no la narrativa que nos cuentan. Porque nos están narrando mentiras. Me he comprometido a reestructurar con el alcalde de Miraflores ese lugar de la memoria que nada tiene de memoria. La historia es una sola”. Luego agregó: “el 18 [de enero, día de Lima] no tenemos nada que celebrar. Ya pasaremos la celebración para otro momento. No con el desastre que tenemos. Un desastre promovido por un gobierno filo terruco-corrupto. Se los digo como banquero. Ese gobierno [Castillo] ha hecho retroceder al Perú. Ha enfrentado al Perú. El objeto de la política es dedicarse al bien común y eso es dedicarse a los que menos tienen (…) La cultura de odio es causante de estos muertos y la división entre los peruanos. Han dicho ríos de sangre mil veces y lo han logrado. Ahí están, ¡ríos de sangre!”

Esa noche, Aliaga volvió a referirse al ex alcalde Castañeda: “Mis asesores me dicen que no hable de Lucho (Luis Castañeda). Mejor perder unas lecciones que no decir la verdad de un caballero (…) Lucho me enseñó no usar la palabra pobres sino los que menos tienen, a respetar su dignidad de ciudadanos. Y que la pobreza no sea parte del paisaje”.

Más allá de todo lo discutible que pueda ser, vuelvo a reconocerle un mérito por encima de la política a Porky: la gratitud. Quien conoce los buenos modales limeños sabe que esa palabra no se dice en la mesa. Gratitud es precisamente esa agua en el desierto de Lima que no hay. Y esa gratitud venida de un político lo convierte a López Aliaga en un caballero, y un caballero es algo que precisamente no existe en los buenos modales limeños. Quizá, ser caballero en Lima es cosa de malos modales.

Pero si yo creía que lo mejor de la noche iban a ser las palabras de López Aliaga, me equivoqué. La sorpresa tenía el cabello rubio.

En la ceremonia, una chica cierra el evento cantando una vieja canción en inglés. Al principio me pareció gracioso, pero luego a medida que cantaba algo operó en mis emociones, como si se escarbara una herida, un deja vu al revés, sentí como si estuviera recordando desde el futuro y toda la canción me resultó lo más hermoso y lo más triste a la vez. Creo que es algo que solo los portugueses me sabrán entender. Las palabras no me alcanzan. La chica es la hija del alcalde y al finalizar la canción le dió un abrazo. En política todo es mentira, pero el abrazo de una hija a su padre nunca deja de ser verdad. Me siento como el niño de la pelota que no confía en que Porky vuelva a su cerro. Mientras la canción deja un sabor de boca que no sé. Una sensación como de fin de época. Como si algo hubiera terminado. Algo que extrañaremos. Pero esas son mis impresiones. Hay dos cosas que me gustaría decirle al alcalde de La Molina en privado. Mientras me quedo recordando la canción de su hija, una melodía de un lindo adiós.

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Hans Alejandro Herrera
Hans Alejandro Herrera
Consultor editorial y periodista cultural, enfocado a autoras latinoamericanas, Chesterton y Bolaño. Colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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