La República de El Salvador, a pesar de su dolorida historia, siempre se renueva en la grandeza de su gente. A través de los tiempos esta pequeña nación centroamericana ha parido escritores cuya obra los trasciende y en su conjunto forman la identidad nacional. Algunos de estos referentes son: Francisco Gavidia, Claudia Lars, Roque Dalton y Hugo Lindo, marcaron época, estilo y patria. Y ahora en la vanguardia: Otoniel Guevara y Carlos Parada Ayala, que junto a otros artistas salvan el presente con el fuego de la esperanza atizado con su valiosa obra.
De entre los poetas vigentes, me referiré al literato Edgar Iván Hernández, quien tiene presencia en la historiografía literaria nacional, debido a su larga carrera como poeta y cuentista que siempre ha estado exigiéndose experimentar con narrativa nueva al grado que, a mi juicio, se ha consagrado con magnificencia en su dominio de la narrativa breve: micro cuentos, nanocuentos, mini ficciones. Son textos precisos, explosivos, expresivos, conceptualizados y profundos con efectos expansivos en el gusto estético. Por decirlo humildemente: son maravillosos. Sus publicaciones y su profusa obra inédita, a la cual he tenido acceso, me autorizan asegurar lo anterior.
En Washington D.C., vive y tiene presencia literaria el poeta Carlos Parada Ayala y sobre Iván comentó: «La obra de Edgar Iván Hernández es fina, elaborada con la creatividad de un orfebre. He escuchado su poesía, he leído sus poemas, y he compartido escenario con Edgar. Su trabajo es para reflexionar a partir de un mundo que ha pasado por la prueba de fuego y en el que la palabra surge forjada en una nueva visión poética de posguerra. El trabajo de Edgar merece ser apreciado en toda su profundidad tanto dentro de los confines de su patria como en el amplio mundo de habla hispana».
Edgar Iván y Otoniel Guevara
Desde El Salvador, el poeta Otoniel Guevara, atestigua: «Con Edgar Iván fuimos compañeros desde mediados de los ochenta en el Taller Literario XIBALBÁ. El venía del Taller de Extensión Universitaria de la UES, que dirigía Chamba Juárez [recordado como El Poeta del Pueblo]. Luego, en los noventas, se integró con el colectivo de TALEGA, jóvenes estudiantes de la Universidad Francisco Gavidia». Iván complementó esta información importante para los estudiosos que escriben ensayos y tesis sobre su obra y legado.
Hernández: «Participé en el Taller Literario XIBALBÁ, (1986), constituido en tiempo de guerra como una generación extrema, de escritores jóvenes que pretendían una continuidad a las generaciones anteriores llenas de simpatizantes y afiliados a partidos de opositores a las dictaduras militares. También tuve la oportunidad de acompañar y crear nuevos círculos literarios como PATRIAEXACTA, (1990), TEJIK, (1991) y TALEGA (1993). La participación en los talleres fue enriquecedora porque permitió interactuar con escritores como Salvador Juárez, Joaquín Meza, Ovidio Villafuerte, Ricardo Lindo, Julio Iraheta Santos y Francisco Morales Santos». Los mencionados son de prestigio literario incuestionable y muchos ya fallecieron.
Conocí a Iván Hernández en 1985, cuando ambos entramos a estudiar a la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador. El ya escribía poemas y participaba en actividades culturales. En esa época era peligroso ser poeta y mucho más participar en grupos literarios. El establishment los consideraba subversivos y la policía los vigilaba y sabemos, con tristeza, que varios fueron asesinados. En esos tiempos creció el talante poético de Iván.
Otoniel Guevara describe a Iván: «Siempre ha sido un poeta humilde, relajado, tuvo una primera etapa muy bohemia que ahora ha cesado. La temática de su poesía se centró en las urbes, que han sido su hábitat de siempre, y también se empapó con su experiencia como abogado en las marañas de las más duras realidades. Tiene una fina sensibilidad social y estética y siempre se ha mostrado dispuesto a acompañar los diversos proyectos creativos, sobre todo de la poesía, que es su principal herramienta de expresión literaria, aunque ha tomado en serio la narrativa, sobre todo el difícil camino del microcuento, pero en todo siempre genera muy buenos resultados. He tenido el honor de publicar algunos de sus libros y de tenerlo como compañero de camino literario desde hace más de 30 años».
Una vida tan interesante como la de Iván, no pude evitar entrar a su casa, en sus palabras: «Mi casa es una biblioteca que me permite en la madrugada la soledad necesaria para escribir a mano y luego digitar lo escrito, me permite la lectura de poesía, cuento, novela y literatura oriental: zen, islam, budismo y judeocristianismo, como un lector integral. Leo y promuevo en lo posible la poesía nacional y universal, desde la historia se ve cómo los poetas salvadoreños en su mayoría han escrito abundante obra desde afuera del país, a excepción de Francisco Gavidia y otros. Los narradores también han escrito fuera de su país natal, está el ejemplo de Castellanos Moya, el difundo Rafael Menjívar Ochoa y tú que publicas prosa desde la gran unión americana. Mi cotidianidad de escritor la convino con la pintura, las labores jurídico mercantiles y mi servicio a la comunidad y familiar».
Edgar Iván Hernández, nació el 2 de octubre de 1965, en la ciudad de Cojutepeque, Departamento de Cuscatlán. Desde 1975 vive en el Gran San Salvador, egresó de la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador. Ganador de premios nacionales de poesía y cuento. Su obra aparece en publicaciones colectivas y muchas antologías. Es un escritor prolífico. ¡Dios bendiga al poeta!