Las tortillas. ¿Aporte económico e histórico de las mujeres en El Salvador?
En El Salvador y el mundo, han sido las luchas feministas en lo individual y colectivo las que han logrado algunos avances en la visibilización de los aportes de las mujeres a la historia, a través de la recuperación de nombres de mujeres que se han destacado en diversas disciplinas o a quienes el contexto y las condiciones de vida, les impulsaron a asumir el liderazgo o la participación activa en procesos políticos. Tal es el caso de miles de mujeres que previo y a lo largo de la guerra civil salvadoreña, se incorporaron a la lucha de base o a las filas de la guerrilla. Muchas de ellas, aún, continúan participando y liderando diversos espacios de participación política e impulsando procesos de organización social.
No obstante, incluso al interior de las izquierdas y del progresismo, ha persistido la tendencia patriarcal a que “lo importante” y los “aportes”, tengan como unidad de referencia, lo típicamente masculino y las experiencias de los hombres. De hecho, muchos intelectuales se atribuyen a sí mismos la capacidad de distinguir entre las mujeres que tienen luchas legítimas y las que no.
En función de esta categorización de las luchas y aportes, resulta que los logros en materia de legislación e institucionalidad a favor de los derechos de las mujeres, tienen más oportunidades de ser reconocidos y valorados, que los aportes económicos de las mujeres a la historia a través de sus actividades en la vida no-pública, muy a pesar que estos últimos hayan sido los que han garantizado la reproducción de la vida.
De acuerdo las economistas feministas, la figura de medida es “el homo economicus (que) se asemeja a un "hongo": crece totalmente formado y con sus preferencias desarrolladas. Es autónomo y egoísta y maximiza individualmente sujeto a restricciones externas. No tiene niñez ni se hace viejo, no depende de nadie ni se hace responsable de nadie más que de sí mismo. El medio no le afecta, participa en la sociedad sin que ésta lo influencie: interactúa en un mercado ideal donde los precios son su única forma de comunicación, sin manifestar relaciones emocionales con otras personas.” (Carrasco, 2016).
Es bajo esta lógica que, cuando se hace remembranza de las cualidades de alguna de las mujeres integrantes de la guerrilla, se resalta su capacidad en el combate, sus habilidades para burlar al ejército, o su destacada participación en los altos mandos de las organizaciones que conformaban el frente político y el armado; pero no se valora en igual medida, a todas aquellas mujeres que cuidaron de las y los guerrilleros, desde que nacieron, durante su infancia, las que garantizaban que se mantuvieran con vida en medio de uno y otro enfrentamiento (cocineras, parteras, de labores de logística y sanidad), las que les cuidaron al terminar la guerra.
Para ejemplificar lo anterior, vale la pena tomar como ejemplos dos frases que personalmente escuché hace unos diez años, de dos jóvenes pertenecientes a movimientos estudiantiles y juveniles de izquierda de Nicaragua y de El Salvador: 1) “Es cierto, no se pudo hacer la revolución sin la participación de las mujeres, porque los guerrilleros necesitaban comer”. 2) “¿Y qué han hecho las mujeres en la historia de El Salvador? ¡Tortillas! Eso no es importante.”
Y esta tendencia de invisibilización y subvalorización continúa: cuando se analiza la situación post-conflicto (incluyendo los déficits que la lucha social y la institucionalidad actual del estado tiene para con las mujeres), “las mujeres que hacían las tortillas” no aparecen nunca ni entre las perdedoras, ni las ganadoras, ni mucho menos como personajes fundamentales del proceso histórico; y tampoco se está haciendo análisis profundos sobre el papel que tienen actualmente las mujeres cuidadoras (madres, hermanas, hijas, abuelas), para enfrentar las condiciones de inseguridad y el auge de la violencia.
En fin, reconocer el aporte de las mujeres a la historia pasa por reconocer el valor económico que tienen, hacer las tortillas y otras labores de cuidado, porque garantizan que todas y todos podamos vivir, trabajar y participar políticamente.