Por: Hans Alejandro Herrera Núñez
¿Qué pasa cuando un diplomático peruano, un rector de una universidad pública y un oscuro investigador húngaro que ni foto tiene en Google, comparten una idea? Pues pasa que una región deprimida económicamente despierta, su población pasa del paro a prácticamente el pleno empleo y todo gracias a una fruta y una semilla que da fruto en el desierto. Esta es la historia de la Uva Red Globe, de un desierto llamado Piura y de unos románticos que le cambiaron el rostro a su región.
Todo empieza en Budapest frente a un mapamundi y una mano que marca con un bolígrafo unas coordenadas en el Brasil. A principios del s. XXI, el rector de la universidad nacional de Piura y el embajador de Perú en Hungría conversan sobre como sacar adelante el desarrollo de su región. Cuando el hambre y la necesidad se juntan son capaces de dar uvas en el desierto.
Pocas veces se ha escuchado en el mundo de la diplomacia o de la universidad latinoamericana casos que puedan transformar la economía de una región. Es más suele ser raro que trabajen juntos y que esos trabajos den fruto. El presente caso peruano es un caso meritorio de estudiarse en las escuelas de negocios como el IESE de España o en el mismo Harvard.
Piura es una región conocida como el Sahara peruano. Además del petróleo, la pesca y el algodón poco era lo que podía ofrecer. Sin embargo en 2002 cuando se terminan de dar las últimas cosechas de algodón en la región, al rector de la Universidad Nacional de Piura, Edwin Vegas, y al embajador peruano en Hungría, Guillermo Russo, se les ocurrió una gran idea. Todo empieza en el Brasil en forma de una extraña noticia sobre uvas y un misterioso profesor húngaro y de como el Nordeste brasileño se transformó en poco tiempo. Entonces alguien coge el mapamundi y se fija que la región brasileña en cuestión coincide en latitud con su tierra, Piura. Es a partir de allí que al rector y al embajador se les ocurre una gran idea. Empieza la búsqueda del hombre que le cambiará la historia a Piura cómo lo hizo en Brasil: Andreas Lakatos.
“Con Guillermo Russo empezamos a cavilar cómo impulsar el desarrollo de nuestra región Piura” me comenta el ex rector Edwin Vega a veinte años de los sucesos, “coincidimos con Guillermo que la uva era la planta a desarrollar. El profesor Andreas Lakatos ya había desarrollado la uva en el noreste brasileño y yo había percibido los parentescos latitudinales”.
Como bien recuerda, en su niñez tenía noticias de un fundo que cultivaba uvas allá por la década de 1960. Pero Piura no tenía fama más que de algodón y era difícil creer producir dicha fruta cuando Ica, en el sur de Perú, prácticamente producía toda la uva del país.
Sin embargo la idea de que en Brasil hubiese pegado, hacían volar los sueños al embajador y al rector allá por 2002. Se trataba en definitiva de encontrar al profesor húngaro y compartirle sus ideas sobre la uva.
Fue entonces que el rector se embarcó en un viaje a Hungría. Entre precariedades y ajustes económicos el rector pudo llegar a Europa. Apoyado únicamente por el embajador Russo pudieron ir a la ciudad agrícola de Godolo a ver al profesor. No sin antes se le rompieran dos botellas de algarrobina en su maleta y tener que enviar toda su ropa a la lavandería, cortesía de la delicadeza de un mayordomo húngaro.
La idea del embajador y el rector era sencilla, se trataba de presentar una conferencia: caracterización ecológica de la región Piura. Y así generar el interés en el profesor una vez compartidas sus ideas sobre las uvas. Era una apuesta cara, viajar y ver qué ocurría.
En la ciudad agrícola, el rector llevaba solo una caracterización bioecológica geográfica de los factores físicos y químicos de la región Piura. Es decir una disertación para que el profesor se hiciera la idea de la región.
El lugar estaba lleno de profesores húngaros, además de Lakatos, todos con las piernas cruzadas y escuchando pacientemente la exposición del rector sudamericano. Al terminar su disertación el profesor Lakatos le preguntó al rector la distancia entre Lima e Ica. “Yo no había estado entonces allí todavía” me cuenta el rector recordando esa hora crucial en la historia económica de Piura, “así que le dije que cuatro horas. El maestro me corrigió: no, está a cinco horas. Cuénteme, que sabe de Ica. Yo le respondí que se que allá crecen uvas. A lo que el profesor me pregunta: ¿usted sabe el Concepto de valencia ecológica? Pues claro, le digo. La valencia ecológica es el análogo de la valencia en química, depende que si se atraen los elementos, si es valencia fuerte o valencia débil. A lo que el profesor Lakatos me dice, pues por ahí nos vamos entendiendo y parece que Piura tiene la misma valencia ecológica de Ica. Pero maestro, le digo yo, usted sabe que hay factores limitantes, hay factores de tolerancia, está la tolerancia de Chelford, los mínimos ecológicos para llegar a los presupuestos. A lo que el maestro me dice con una serena seguridad: no todos los factores tienen que encajar necesariamente. Si la temperatura es ad hoc no tiene que andar necesariamente de la mano por la presión o la salinidad. En la naturaleza no se da eso. Y yo al oírlo me quedo impresionado, entonces le digo, maestro entonces me voy a Piura y saco todos los parámetros físicos y le espero a usted.” Con este sutil movimiento el rector había empezado a mover a Lakatos a Piura.
Una breve acotación, valencia es la afinidad de la planta con el terreno y su resistencia frente a parásitos. En qué plantas se puede asimilar espacios de semejantes latitudes. Por la valencia se podía saber si podía pegar la uva en Piura. Ahora había que experimentarlo. Pasar del papel a la tierra.
Por ese ínterin, al poco de regresar a Piura, y más convencido que nunca, el rector compartió la opinión del profesor Lakatos con los decanos de su universidad, pero su entusiasmo se marchitaba ante la aridez de ese sueño académico. “Rector esto es un gasto inútil de dinero. Piura no da uvas. Piura es algodón, es mango, pero no uva”, le decían sus colegas sin apenas escucharlo. Ser rector es lo mismo que un rey en Inglaterra, reina pero no gobierna. Con mucho esfuerzo el rector insistió en las posibilidades de ese sueño, que esa idea pudiera pegar en la cabeza de los académicos piuranos resultaba mayor reto que plantar uvas en el desierto.
Por esa época incluso comenzaron a correr rumores de hacerle la vacancia al rector. El colmo llegó cuando la segunda vez que iba a viajar a Hungría grupos de estudiantes atacaron la casa del rector. Tiraron piedras a su casa la misma noche que debía viajar. El resultado, se frustró su viaje. Cosas de la política universitaria
Pero si Mahoma no va a la montaña, la montaña viene a Mahoma.
Quizás el segundo viaje frustrado fue lo que terminó de comprometer al profesor Lakatos de venir a Piura. Pues en efecto este manifestó su disponibilidad de viajar.
Ahora el problema era otro. “¿Y con qué plata le pagamos al profesor?” me comenta el rector recordando esos angustiosos días, “ahí entra Guillermo Russo, quien se contacta con alguien del ministerio, con Quevedo, quien sería después ministro de García, fue este quien se ofreció a pagarle el vuelo al profesor Lakatos. Apenas y lo pudimos hospedar en un hotel medio. Así se hacen las cosas heroicas de la vida. Sin plata y con romanticismo”.
Los siguientes dos meses el profesor Lakatos y el rector recorrieron juntos los valles de Piura bajo un sol de castigo. Caminaban por los valles el rector, el profesor y su traductora brasileña, Agota.
Después de horas de recorrer el terreno el rector regresaba cansado a la universidad, solo para volver a oír los rumores de su vacancia. La política universitaria no daba tregua.
Finalmente un día, el profesor Lakatos le dice: “Rector, esta tierra da para dos cosechas y media. Pero para que esto funcione veo que hay muchos minifundios, y se necesitan como mínimo 500 hectáreas para empezar a producir.” Lo que parecía una visión en el desierto tenía el aval de un experto. Lakatos añadió: “Rector, ustedes van a pasar a la historia, porque la uva sale de su cerebro y el apoyo del embajador, pero pasará más a la historia si pasan a la segunda parte que es la elaboración de vino”. “Nosotros apenas pensábamos en la uva y el profesor ya pensaba en el vino” me comenta el rector.
En principio las 500 hectáreas no las quiso dar la universidad, ni siquiera a pedido del mismo Rector. Sus campos de experimentación parecían muy ajenos al sueño. Era como si ni los de agronomía pudieran compartir esa visión. Como si la uva nunca hubiera dado en Piura. El rector recordó como de chico se oía hablar del famoso cultivar de los Romero y que alguna casa por ahí tenía parras. Él mismo recordó haber comido uvas de la casa de un detective de policía en su juventud. La uva si pegaba. Había una intuición sobre el suelo piurano que requería confirmación.
Si uno ha estado en Perú el suficiente tiempo, se habrá dado cuenta que cuando se habla de uva en Perú se habla de Ica, pero eso hasta hace muy poco tiempo.
Varias semanas recorriendo los valles del Chira y San Lorenzo, finalmente encontraron la salida. El rector convoca al presidente de la cámara de comercio de Piura y le solicita una reunión con empresarios que quieran invertir en uva. Es el momento de lanzar los dados. Lo único que se les comenta a los empresarios antes de la reunión es que biológicamente y agronómicamente pinta bien el suelo de Piura para la uva.
En Latinoamérica es común que nunca un empresario crea en una universidad, menos en una pública y de provincia. Pero en esta oportunidad la terquedad y las estrellas se alinearon. Los empresarios respondieron al llamado y vinieron a escuchar.
Vino el día de la reunión con los empresarios. Fueron tres. El profesor Lakatos les expuso a través de su traductora. Ellos oían y prestaban atención a los números, las experiencias previas y la seguridad en que exponía el profesor. Un empresario es un instinto voraz. El escuchar a Lakatos les abrió los ojos y Lakatos pudo ver que brillaban. Esa misma tarde noche los empresarios fueron a comprar terrenos. La rueda de la historia comenzaba a andar.
Se rumorea que los empresarios compraron terrenos a 500 soles la hectárea. Eran los terrenos detrás de la universidad. La inversión puso en valor los terrenos, que actualmente valen una fortuna. Aquello era desierto, tierras eriazas. Pero una idea que caló en la voracidad de los empresarios cambió el paisaje dramáticamente.
La primera unidad experimental de uno de los inversionistas se hizo presentando un proyecto para un fondo agrícola de inversión que le concedió los créditos. Luego, el resto es historia económica.
Y con la primera parra que se plantó empezó la producción de uva en el norte de Perú. Una idea que transforma el desierto.
Sin embargo así como hay vino dulce, hay vino amargo. Todo éxito acarrea consecuencias. Entonces en 2003 el desarrollo sostenible todavía era un concepto más teórico que otra cosa. Desde entonces llevan 18 años de cosechas sin dejar descansar la tierra. Hay un impacto ambiental que se empieza a evidenciar, como es el cambio de la fisiología del desierto referente a las aves, el impacto del poder adquisitivo en una situación de pleno empleo. Porque el mayor logro es la generación de pleno empleo en pocos años en una región que estaba en el paro hasta hace poco.
Y con todo esto algunas cosas quedan pendientes, como son los agradecimientos y una mejor distribución de la riqueza.
En uno de sus últimos correos electrónicos de Lakatos al rector, aquel le escribe:
“Rector, cuando iniciamos juntos el sueño de la uva, jamás me imaginé que sería para hacer a gente más rica de lo que era. Me imaginé como usted para que toda la región de Piura gane, no unos cuantos.”
A lo que Lakatos añadió que había desarrollado una técnica que iba a bajar el costo de producción de 30 mil a 8 mil dólares. Actualmente el costo ronda en los 27 mil dólares, pero esa fórmula de Lakatos todavía permanece inédita como el vino de Piura.
Años después un productor de vino francés, el más importante, llegó a Piura y se fue decepcionado ante la negativa del empresariado nativo de no apostar por el vino y aferrarse a continuar con la uva de mesa. En fin, una cultura sin visión o simplemente el desierto que es muy grande dentro del alma de los empresarios autóctonos.
La producción de uva en Perú en el periodo 2019-2020 fue de 300 millones de dólares. Siendo la de Piura en una estima conservadora de alrededor de 200 millones de dólares.
Una idea que le costó al rector de una universidad pública que le apedrearan su casa, cambió la geografía económica de su tierra. Una idea y una conversación, y la prodigiosa coordinación entre la diplomacia, la investigación y la inversión logran transformar la historia de una región.
El profesor Lakatos murió en 2016.
Que en paz descanse y que de Dios goce