martes, 3 diciembre 2024

La soledad en medio de multitudes

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Cada vez tenemos menos tiempo para dedicar y compartir con otras personas, tomarnos el trabajo de socializar de manera personal

The Lancet, la histórica revista británica de medicina fundada en 1823, acaba de publicar un interesante artí­culo sobre un mal que hace que una persona se vuelve irritable, deprimida y egocéntrica, y que está asociada con un aumento del 26% en el riesgo de mortalidad prematura. Incluso los paí­ses industrializados, informa la investigación, alrededor de un tercio de la población se ve afectados por esta condición. Sí­, aunque parezca mentira se trata de la soledad, una condición a veces subestimada y otras estigmatizada que debe tratarse como lo que es: una enfermedad.

La primera pregunta que surge es ¿por qué somos ví­ctimas de la soledad? Básicamente tiene que ver con nuestros genes y la crianza de la persona. Hay algunos que por una u otra razón pueden estar solos y lo disfrutan. En cambio, otros deben tener compañí­a siempre. Cuando nos referimos a la “soledad” es mucho más que una sensación de falta de integración, de ser tomados en cuenta, de compartir aspectos comunes, de sentirnos aceptados y comprendidos…

En realidad, nos referimos a ello asociado a la nostalgia, a la tristeza, a la depresión, a la sensación de abandono, de la marginación. Eso va acompañado de mucho dolor emocional y a veces también problemas fí­sicos, ya que la mente nos hace enfermarnos. Definitivamente nos bajan las defensas al estar en esta situación.

Por tanto, no resulta rara la tesis del psicólogo español Antonio Cano, que dijo que “hay argumentos más que suficientes para considerar la soledad como un problema de salud pública, por tanto deberí­an promoverse medidas desde las administraciones que favorezcan las relaciones sociales como, por ejemplo, crear comunidades de convivencia, sobre todo en las ciudades grandes, donde la deshumanización es más evidente”

Puede parecer que gracias a la tecnologí­a y a las redes sociales estemos virtualmente más cerca de todos, pero fí­sicamente cada vez más aislados”¦ Estamos cerca, sí­, pero no integrados. La gente aparenta mucha amistad por las redes y luego, al momento de querer tomar un café con ellos, nos ignoran. Aun en lugares donde la idea es relacionarse, la gente opta después de la actividad por ignorar y/o no aceptar ninguna otra conexión con los participantes, algo así­ como: "Si te vi, no me acuerdo". Ese rechazo, obviamente, lastima mucho a la otra parte.

Soy de la idea que las redes sociales nos ayudan más a marginar al que queremos marginar, pero a la vez nos da la sensación de bienestar, ya que creemos que hemos contribuido a una relación por el simple hecho de darle un like -que ahora hasta con un corazoncito- o un simple saludo de cumpleaños. La tecnologí­a ha venido a hacer más válido el aislar a las personas, especialmente los ancianos, los enfermos o la gente que no es de nuestro grupito.

Se podrí­a decir que la gente cada vez es menos tolerante al prójimo y por eso prefiere estar sola. Yo agregarí­a que la gente es cada vez es más haragana y no desea pasar por el trabajo de acompañar a un anciano, o de hacer un nuevo amigo, de atender a un enfermo, de ayudar a alguien nuevo en la ciudad o en la universidad. Cada vez tenemos menos tiempo para eso.

Por eso es fundamental estimular la sociabilidad de las personas. Es una tarea difí­cil, pero las actividades culturales, las clases de lo que sea, los cine forum, estar en un grupo deportivo -entre otras cosas- pueden ayudar. Pero, además, concientizar. Aislar a una persona es una forma de bulliyng pasivo. Es igual a ignorarla, a marginarla, a hacerla sentir inadecuada, fuera de lugar.

“La soledad es una condición única en la que un individuo se percibe a sí­ mismo como aislado socialmente, incluso cuando está entre otras personas”, afirma el artí­culo de The Lancet, cuyo autor John Cacioppo, de 66 años, acaba de morir hace apenas un mes.

No hace falta ver una estadí­stica ni un estudio para darnos cuenta que la gente cada vez conversa menos entre sí­. Es que cada vez somos menos cultos, menos humanizados, no saben de qué hablar”¦ Nos volvemos más máquinas y menos pensantes, repetimos como loros las noticias sin profundizar ni analizar. Todo es a medias, sintético. El conocimiento no atrae y por tanto, ¿de qué vamos a hablar? Es mejor estar tontamente sonriendo con una aplicación que realmente culturizarnos.

Cientí­ficamente está comprobado que la soledad conduce a la depresión. Cuanto más continuada, más letal, con enfermedades asociadas, ancianidad y eventos tensionantes. Es cierto que hay personas más susceptibles genéticamente, pero nadie está totalmente a salvo.

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Margarita Mendoza Burgos
Margarita Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicólogía Médica, Psiquiatrí­a infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España; colaboradora de ContraPunto
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