Según afirma el psiquiatra del Seguro Social, Manuel Uberto Mejía, en la entrevista que El Diario de Hoy le realizó el pasado 24 de abril, “La intolerancia parece convertirse en moda” e indica que, a ese tipo de moda, en el que no se tolera nada y se agrade o amenaza a otras personas se corresponde el asesinato de Karla Turcios.
El médico también asegura que ahora vivimos en “un mundo totalmente distinto” en el que el significado de “varias cosas se han perdido” a causa de la irresponsabilidad de la clase política o de imitar lo que se ve en las películas, siendo que lo único que podría salvar la situación es el “recuperar los aspectos de respeto y moralidad, así como reforzar el afecto (sic) espiritual”.
Con lo dicho, supongo que si le hubieran preguntado si a ese tipo de moda obedecen las más de cien muertes violentas de mujeres que hasta la fecha se han reportado respondería afirmativamente; y que además, esa nueva “moda feminicida” logrará establecer la tendencia de muertes de mujeres que seguramente tendrán lugar en el presente año, y el siguiente, y en el año posterior al siguiente; o bien, mientras esa forma de morir vaya quedando en el olvido por no responder a las últimas tendencias de morir “chic”.
Pero lo que dice el psiquiatra yo no lo veo tan sensato, dado que bien se podría llegar a asumir que una de las “cosas” que para él ha perdido valor así tan de pronto y de manera superficial, es la vida de las mujeres y que la violencia feminicida, no tiene como trasfondo ni las relaciones desiguales de poder, ni un patrón sociocultural que, plagado de impunidad, discrimina y anula a las niñas, adolescentes y mujeres adultas.
Y llego a pensar, además, que la ignorancia es atrevida, porque lo que para él es una imitación, para nosotras y para la legislación nacional es un feminicidio, y que lo que sugiere como remedio para esta situación del todo gravosa para nosotras tiene altas probabilidades de fracaso, porque ni recuperando la moralidad, ni reforzando el aspecto espiritual creo que pueda llegar a revertirse los siglos de desigualdades que afectan nuestros cuerpos y vidas en el plano concreto.
Por otra parte, si bien es cierto que los feminicidas no tienen un modus operandi definido, no por ello debemos descartar que en cualquier momento podemos ser víctimas de a quien se le ocurra lesionarnos, violarnos, ultrajarnos, matarnos, o, en fin, agredirnos de cualquier forma que se le venga en gana.
Así que, aunque parezca repetitivo es preciso indicar: ni la muerte de mujeres son una moda ni lo que nos hacen los hombres es superficial, puesto que esa “moda” es un peligro real que debemos aprender a sobrellevar día con día, a lo largo de nuestras vidas y en cada espacio en el que estamos; y, por otra parte, eso que él afirma es una imitación, es para nosotras el resultado de una lógica cruel y perversa en el que, históricamente, nuestros cuerpos, nuestras vidas y nuestros proyectos no son nuestros, sino de otros.