En los primeros 30 meses de gobierno del presidente López Obrador son 72,898 los homicidios dolosos, en el mismo tiempo en los gobiernos de los presidentes Peña Nieto y Calderón fueron 41,970 y 30,572 respectivamente, de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Si se expresa en términos porcentuales en ese tiempo el número de homicidios dolosos en el gobierno de López Obrador es 74 % más que en el de Peña Nieto y 138 % si se le compara con el de Calderón. La evidencia del fracaso es contundente.
En repetidas ocasiones el presidente ha dado cuenta de su estrategia, para enfrentar el crimen organizado. La ha expresado en frases como “abrazos y no balazos”, que las madres de los criminales llamen al bien a sus hijos y que su gobierno no utiliza la violencia, porque “la violencia genera más violencia”.
La ha hecho también evidente con acciones simbólicas como la liberación, después de haber sido capturado por el Ejército en Culiacán, de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, y de haber hecho un alto en una gira, para saludar a la madre de éste. Su estrategia es la de no confrontar al crimen, que implica replegarse, porque así, como magia, los criminales no usarán la violencia.
“La estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador de no confrontar al crimen organizado es ingenua y errónea porque conlleva el riesgo de un crecimiento exponencial de la violencia en México ante el vacío de la autoridad, además de que desatiende el hecho de que grupos delincuenciales colocaron la semilla de la narcopolítica en varias regiones del país”, asegura el especialista en temas de seguridad Eduardo Guerrero (El Economista, 05.07.21)
Y añade que “pensar que el crimen organizado bajará las armas y los niveles de violencia porque el gobierno tuvo la iniciativa de replegarse es una fantasía, lo que ha pasado en las últimas semanas debe servir de alerta para hacer ajustes o es probable un aumento muy importante de eventos de violencia entre organizaciones, de violencia colectiva, de masacres, que tienen un efecto expansivo y debe ser frenado de inmediato”.
La ingenuidad y fantasía del presidente, como las califica Guerrero, llamaría a la ternura (“ternurita” diría López Obrador) de no ser que el resultado de esta estrategia, que en esencia es ceder ante el crimen, el país vive la época de más violencia de por lo menos los últimos 60 años. El Ejército nunca ha hecho público su rechazo a la estrategia de su comandante en jefe. La hace suya y se le une al fracaso. Urge un cambio radical de estrategia. No hacerlo implica que el número de los homicidios dolosos siga creciendo y que al final del sexenio haya por lo menos 176,000 y muy probable más de 200,000. Significa ceder ante el crimen.
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