sábado, 7 diciembre 2024
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LA BATALLA NARCOCULTURAL: CHILE UN CASO A CONSIDERAR

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Armas, dinero, drogas, Instagram y titktok: los influencers del narco se imponen en una Latinoamérica deconstruida.

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Narco influencers

Sobre las nueve de la mañana de un lunes, la influencer tiktoker Ina Durán sufrió una encerrona de dos vehículos cuando iba conduciendo. Un grupo de hombres encapuchados salen, la sacan del auto, le roban  y uno de estos le dispara a la joven siete veces escapando en su coche, que horas después apareció quemado en Quilicura, 35 kilómetros al sur del siniestro. La víctima quedó agonizando en la calle. Pocas horas después murió camino al hospital. Esto que pudo haber pasado en El Salvador pre Bukele, o podría haber ocurrido  ahora mismo en Ecuador o ayer en México, ocurrió hace solo dos meses en el Chile progresista de Boric, el mismo hasta hace poco estimado como el país más seguro de Latinoamérica. Ina Durán más conocida como la narcorreina  chilena, era una tiktoker, solo en su cuenta de Tiktok, @katrinagusman, se ha plagado de sentidas despedidas, escritas por varios de sus 440.000 seguidores ― aumentando más de 100.000 desde su muerte―. Los vídeos de la joven, que solía aparecer muy maquillada y  con joyas, algunos de esos vídeos acumulan más de 10 millones de likes. Sin embargo el problema vino después cuando se tuvo que organizar a más de cien carabineros de Chile para custodiar lo que estaba previsto como un  funeral calificado de “riesgo extremo”.

Ina tenía 24 años cuando la asesinaron a plena luz del día en la calle, había purgado tres meses de prisión por tráfico de drogas, tenía casi medio millón de seguidores en sus redes sociales, era una chica de clase obrera, sin estudios, sin futuro, que murió tal y como canta una canción:

“A mi me gusta chambear/ Y si la orden es matar/ eso no se cuestiona” o esta otra canción del mismo autor “Pa’ chambear con don Iván/ Soy de la gente del Chapo Guzmán/ No me muevan que me puedo enojar/ Me les presento, soy El Gavilán”.

Estas son las letras de otro que tiene 24 años, Peso Pluma, el exponente más reconocido de los llamado corridos tumbados,  las cuales cuentan con influencias de otro géneros considerados hasta hace poco marginales como el rap y el reguetón, que se vienen a fusionar a los tradicionales corridos mexicanos, los cuales en los últimos años han visto surgir a el subgénero de “narcocorridos”, odas a la cultura del narco que celebran a los capos de la droga, al estilo de vida y a la violencia de sus cárteles.

Solo la canción del Gavilán II, una canción que interpreta el mexicano Peso Pluma, tiene 56 millones de reproducciones en YouTube.

Este mismo cantante está confirmado para cantar en la nueva edición de este año a realizarse en Viña del Mar, el evento musical más importante del cono sur Latinoamericano. Hace poco el sociólogo de izquierda chileno Mayol, en la misma semana de los atentados de Ecuador escribió una columna dónde denunciaba la presencia de Peso Pluma como una apología al narco, algo que comparo a su participación en Viña como si se estuviese impulsando la apología a la pedofilia. La analogía no puede ser más precisa.

Solo esta semana, tres cadáveres atados de manos y pies fueron encontrados por la policía en las afueras de Santiago.

De acuerdo con cifras oficiales, la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes saltó de 4,6 en 2021 a un 6,7 en 2022 en Chile.

 Muchos de estos muchachos mueren tal y como mueren miles de latinoamericanos todos los años: jóvenes, hermosos y sin un futuro por delante.

Los márgenes de la cultura

La promoción del narco no es algo frívolo como son los vídeos de narco influencers que exhiben su estilo acelerado de vida que acaban en cárceles o en narco funerales. El frente cultural es de vital importancia para luchar contra el consumo así como el reclutamiento de más entusiastas del narcotráfico y su vida de “éxito”. En los últimos años ha habido un descuido frente a nuestra atención como sociedad ante lo que se está desarrollando en el trap, donde menores aparecen con armas o apologías de violencia.  Una parte cada vez más grande de la música urbana se abre abiertamente a la apología del consumo, la erotización de los menores y la violencia de manera explícita. Esta es la música que se escucha en las periferias urbanas, esta es la música que se está imponiendo como referente cultural. Es música por ocasión de los narco-velorios y narco-funerales. Mientras tanto Chile el  será anfitrión de Peso Pluma, enfrenta una grave crisis de seguridad, con aumento en los delitos violentos. Solo un par de semanas atrás, tres personas —incluida una menor de 13 años— murieron resultado de una balacera durante la grabación de un vídeo musical de otro artista urbano en la población (periferia urbana) La Victoria, una zona popular de Santiago. El pasado sábado, también otra menor, está vez una niña de 10 años fue asesinada en Maipú, un municipio popular y poblado, y el lunes se supo del homicidio de un hombre en un sector cercano a dicha escena del crimen.

Hay que reconocerlo, en la era de la pantalla todos somos adictos a las imágenes de consumo fácil. Inmediatez y ostentación son nuestras palabras claves. Hijos de la era del mal gusto de las Kardashian, ahora millones prestan su atención e interés a los grupos criminales que se han convertido no en otro modelo más de lifestyle, sino en uno que va encumbrándose a ser el lifestyle hegemónico de las aspiraciones de los jóvenes en paro, sin horizontes de futuro en el marco de una sociedad materialista dónde lo único que importa es el dinero y solo el dinero.

¿Por qué?

Partiendo de algo muy simple, los jóvenes no son estúpidos y ellos ya entendieron dos cosas: primero que no tienen futuro salvo el de vivir endeudados, segundo la educación no ofrece ya movilidad social alguna. En esta situación se encuentran los jóvenes pegados a una pantalla de aspiraciones y deseos. Como está claro desde  hace mucho tiempo que una revolución no va ocurrir (la que si ocurrió fue la revolución de los más ricos), las perspectivas de solución se han reducido a un sálvese quien pueda cómo pueda. Enmarcada en una cultura global cuyos únicos valores son la paz personal (en tanto individual) y la afluencia (es decir cosas, cosas y la sensación de éxito como resultado de dichas cosas), la seducción por el dinero fácil y la vida de lujo resulta un imperativo moral del materialismo de nuestra época: salvo el éxito todo es ilusión.

Ya en la era de Myspace recuerdo existía El Blog del Narco, entre 2007 y 2009 fue su auge, los mismos narcos subían sus torturas, ejecuciones y fiestas. En la era de Instagram y titktok hemos tenido la aparición de influencers profesionales, pero también de gente común y corriente que sube por su cuenta las fiestas del narco o sus balaceras, también quienes aspiran a convertirse en uno de ellos o que simplemente le hacen odas cual juglares. La exhibición de riqueza es una forma de mostrar poder pero también funciona como sebo para atraer a futuros sicarios y a futuras concubinas. Para los expertos en el tema de la narco cultura en redes no queda claro cuando termina lo estratégico y cuando empieza lo lúdico, por ejemplo respecto a exhibirse con armas, algunas veces es para amenazar, mostrar fuerza o simplemente para ganar likes de las mujeres. Finalmente en torno a toda su producción de contenidos que es toda una cultura en sí misma, converge también el morbo por saber y ver la vida de los narcos.

Dos aspectos que fortalecen la percepción de la cultura del narco como algo sexy es su carácter de peligroso y la espectacularización de su vida, en una época en dónde no existe ya la intimidad. El mensaje es simple: armas + poder + mujeres= “tu vas a tener lo mismo que yo”.

Resultado, el asesinato de una narcorreina ‘influencer’ de 24 años que subía vídeos desde la cárcel a Tiktok a manos de, muy posiblemente otro chico, de esa edad.

La experiencia en redes

«Una ametralladora automática, dos pistolas y tres cargadores con munición sobre una cama deshecha. Scroll. Un reloj de lujo en la muñeca. Scroll. Un video tomado desde el asiento de copiloto muestra a un coche avanzando por una carretera. La persona que graba deja ver un fusil que apunta a los vehículos que se cruzan en su camino. Scroll. Un bebé tigre gatea sobre el tapete verde de una mesa de billar. Scroll. Un grupo musical entona una canción de banda. Scroll. Una máquina de contar dinero procesa abultados fajos de billetes de 500 pesos. Scroll. Cuatro hombres armados en la sala de una casa. Todos llevan equipamiento militar: cascos, pasamontañas, balas, metralletas, botas». Esta esa brillante descripción de un artículo de Velarde Sanz para WIRED. La descripción es en torno al contenido de un narco influencer. En este caso de una cuenta de Instagram que en teoría pertenece a Christian Alexis N., más conocido como El Plaga. El presunto narco mexicano suma casi 55.000 seguidores y solo sigue a 10 personas. Suyas son las imágenes descritas por Velarde Sanz. Su cuenta es pública, así que cualquiera puede ver su contenido.

Cómo bien señala Velarde Sanz: “La narco cultura no se oculta, se muestra”.

Han tomado por asalto las pantallas de las redes sociales como su principal mercado propagandístico, exhibiendo sus arsenales, sus coches deportivos, los lugares donde pasan el rato como algún emirato árabe o una isla caribeña, así como sus mascotas,  animales exóticos y fieras salvajes, y por supuesto armas, muchas armas.

Su misma estética antes marginal se ha consolidado en el mainstream. Series como Narcos de Netflix, telenovelas como Sin tetas no hay paraíso o La reina del Pacífico, así como los narcocorridos o las narconovelas en la literatura, muestran que la narco cultura se está volviendo en el hegemon cultural de Latinoamérica. Incluso clásicos del cine Scarface, son parte de los iconos que  glorifican la cultura del Dinero Fácil a través del “plata o plomo”.

Una batalla cultural

Cómo señaló el diario  El País hace poco, “el territorio de los influencers es un auténtico viejo oeste sin ley y salvaje”. Solo recién hace unas semanas Italia regulará a los influencers frente a la promoción de autolesiones o publicidad engañosa. Poco a poco las autoridades entienden que más redes son un asunto de seguridad.

Desde la perspectiva aspiracional de jóvenes es bueno recordar que la mayor aspiración de los jóvenes en países europeos ex comunistas, es ser científico o escritor, en Latinoamerica la mayor aspiración de los jóvenes es ser influencers.

Es también esta una batalla cultural contra la normalización del crimen organizado. ¿Cómo que peso pluma un narco cantante tocara en viña del mar? Eso es también cultura. La deconstrucción cultural en el marco de la educación no favorece el triunfo de un programa izquierdista serio como quisiera el PC en Chile, sino que deja un vacío de valores y referentes en la orientación de las personas que está siendo llenada por la narco cultura del “vive y mata” “la vida solo dura dos días” y el famoso “dinero fácil”, esa es la gran batalla cultural de Latinoamérica y en especial de Chile que es uno de los mayores consumidores de cocaína y marihuana del continente. A esa cultura , enmarcada en el egoísmo y codicia del capitalismo dónde solo el dinero importa, es a dónde estamos yendo. Esa narco cultura es la auténtica invasión de los bárbaros y eso es un problema que se resuelve a nivel de una política multilateral. Cultura es usos y costumbres que se normalizan, y el actual gobierno como los anteriores han estado pavimentando el triunfo cultural del narco. Bueno, esa es mi mirada. Eso sí, Ecuador está más cerca de lo que imaginamos de Chile, Argentina o Costa Rica.

Si esta es la enfermedad cultural, la cura cultural pasa por una kulturkampf donde todavía no se ve un rival organizado, pero que parte desde una palabra clave, la palabra más antineoliberal, antianarcocapitalista y antiwoke que puede existir: Límite.

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Hans Alejandro Herrera
Hans Alejandro Herrera
Consultor editorial y periodista cultural, enfocado a autoras latinoamericanas, Chesterton y Bolaño. Colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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