lunes, 15 abril 2024

La amenaza latina

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La amenaza latina

Hablaba en el blog anterior de la amenaza que la sociedad norteamericana siente sobre la inmigración latina; amenaza a la seguridad y tranquilidad de la convivencia. Pero la sensación de inseguridad sobre los latinos va más allá aún; es más profunda. Me explico, el crecimiento de la comunidad latina es exponencial. Todaví­a es una minorí­a, pero en escaso tiempo claramente se ha convertido en la mayor de las minorí­as en Estados Unidos, y, a este paso, en varias décadas amenaza con convertirse en mayorí­a. Además, al contrario que otras comunidades, como las asiáticas, que tienden a enclaustrarse bastante y a establecer sus relaciones y dirimir sus conflictos a nivel interno, sin que el resto de la sociedad lo perciba; la comunidad latina es claramente abierta, participativa y notoria, por lo que tanto las bondades como los vicios de nuestra cultura tienden a quedar mucho más expuestos en la sociedad norteamericana.

Ello hace que, independientemente de bondades y vicios, los norteamericanos sientan la cultura latina como extremadamente invasiva, y, por tanto, amenazante a su propia cultura. No me cabe duda de que si no fuera por esos “vicios culturales” latinos, algunos de los cuales, a los ojos norteamericanos, no son vicios, sino serios delitos, la sociedad norteamericana estarí­a encantada con la cultura latina, siempre y cuando sea eso, minorí­a. Pero con un mí­nimo de empatí­a es fácil entender que no vean con buenos ojos que lo que sea una minorí­a en el futuro sea su propia cultura, porque la cultura latina se haya convertido en mayorí­a.

Probablemente, antes de una mí­nima reflexión, muchos latinos estarí­an felices de que la cultura latina fuera la mayoritaria en Estados Unidos. A eso es a lo que nos lleva el orgullo infundado y la precipitación irreflexiva caracterí­stica de nuestra cultura. Pero si reflexionamos un poco comprenderemos que si lo que queremos es una cultura latina dominante, no necesitamos salir de nuestros paí­ses; y que si abandonamos nuestros paí­ses latinos es porque lo que necesitamos es algo que nuestros paí­ses latinos, con su cultura latina, no nos dan; no nos han dado casi nunca, ni tenemos esperanza de que nos den en el futuro.

Ahora dí­ganme, ¿Qué pasarí­a si convertimos a Estados Unidos en otro paí­s latino? ¿A qué paí­s nos vamos entonces a buscar las oportunidades? Algo así­ debió pensar el más de 30% de latinos que votó por un personaje impresentable como presidente. Me pregunto cuántos latinos hubieran votado a un candidato más presentable, con parecidas propuestas, pero expuestas de forma más amigable, razonable y conciliadora, y menos populista, aversiva y polarizante. No simpatizo en absoluto con el señor Trump ni con sus maneras. Simplemente trato de entender y transmitir el mensaje que la sociedad norteamericana nos está mandando con esta elección.

Estados Unidos es un paí­s que se ha construido a si mismo en base a minorí­as que han ido llegando poco a poco de diferentes partes del mundo en diferentes épocas de la historia, y que se iban integrando en la base ya existente, que a su vez habí­a ido creciendo de la misma manera desde los primeros inmigrantes, motivados siempre por asuntos relativos a la economí­a y la libertad. Así­ ha sido siempre, formándose una sociedad con una homgeneidad cultural en perfecto y sorprendente equilibrio con la heterogeneidad de cada uno de sus componentes. Y el componente latino ha sido claramente también uno de ellos. Pero es que ese componente latino ha sido siempre una clara minorí­a, como todas las demás. Sin embargo, cuando la minorí­a latina se convierte en una minorí­a demasiado grande, y notoria además, amenazando incluso con ser mayorí­a, ese equilibrio del que hablo está en peligro.

Pero no puede ser que se ponga un alto absoluto a la inmigración; no tiene sentido, porque Estados Unidos dejarí­a de ser lo que es. Estoy convencida de que se trata solo de un alto a la inmigración abusiva e incontrolada, una forma de decir, aunque muy mal dicho, “frenen que se han pasado el lí­mite de velocidad”, y, la verdad, tiene sentido. Traten de recordar el escándalo que se armó en El Salvador por el caso de una mujer norteamericana, insisto, una sola, que viajó a El Salvador ilegalmente en busca de su hija. Se trató poco menos que como una cuestión de ofensa y amenaza a la seguridad nacional, mientras, al mismo tiempo, pretendemos que en el Norte reciban con los brazos abiertos a nuestro millón de salvadoreños ilegales.

Bueno, y entonces”¦ ¿Qué hacemos con nuestro exceso de población que no tiene cabida en Estados Unidos? Buena pregunta, pero es que hay que hacérsela antes, no después de que el señor Trump les cierre la puerta. Ahora resulta que hay bastantes millones de personas que no tienen cabida ni en Estados Unidos, ni tampoco en sus propios paí­ses de origen, pero responsabilizamos a Estados Unidos de no darles la oportunidad, sin entender que tuvieron que marcharse allá porque fueron sus propios paí­ses quienes no les dieron la oportunidad; y sin entender que fueron a buscar el sueño americano porque no existe un sueño salvadoreño, ni mexicano, ni de ningún paí­s latino. Tenemos hijos y más hijos para que se haga cargo de ellos el vecino rico, y les dé trabajo con el cual nos mantengan a nosotros, e, indirectamente, a nuestros sistemas corruptos. Es fuerte decirlo así­, pero es la cruda realidad.

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Margarita Mendoza Burgos
Margarita Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicólogía Médica, Psiquiatrí­a infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España; colaboradora de ContraPunto
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