Inseguridad alimentaria en medio de la abundancia

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Por José Luis Chicoma

LIMA – Perú es una paradoja alimentaria. Uno de los países que dio al mundo las patatas, los tomates y la quinoa está al borde de una crisis alimentaria que parece estar destinada a ser una de las más graves de América Latina. Ya cerca de la mitad de los peruanos están padeciendo de inseguridad alimentaria (definida como la falta de un acceso fiable a una nutrición suficiente). Si a eso se añaden la carencia global de fertilizantes y el aumento de los costes de la energía y los alimentos, tenemos un panorama en que no son raras las protestas y los disturbios sociales.

Tanto la guerra de Rusia en Ucrania como el propio liderazgo político de Perú son responsables de esta situación. El gobierno peruano, con su quinto ministro de agricultura en menos de un año y haciendo frente a serias acusaciones de corrupción, ha hecho poco por encontrar una alternativa al fertilizante ruso, a pesar de que sus dos principales cultivos -el arroz y las patatas- dependen fuertemente de él. Pero los retos del país también se vinculan con problemas que afectan al sistema alimentario mundial. En consecuencia, serán necesarias medidas multilaterales para dar con las soluciones.

Si bien las condiciones actuales han empeorado el problema, el sistema alimentario peruano ha sido disfuncional por décadas debido a que las fuerzas globales y locales han promovido una agricultura industrializada orientada a la exportación, dietas homogeneizadas y dependencia de las importaciones para su base alimenticia. Perú ha sacrificado la pequeña agricultura, la seguridad alimentaria y la biodiversidad. La agricultura de pequeña escala casi no recibe apoyo estatal, a pesar de que el sector emplea a más del 80% de los trabajadores agrícolas y representa el 57% del total de la oferta alimentaria del país. La mayoría de los pequeños agricultores se ve obligada a entrar en un círculo vicioso de baja capacidad, ingresos muy escasos e inseguridad alimentaria.

En contraste, el sector de exportaciones agrícolas ha crecido sustancialmente, convirtiendo a Perú en un importante proveedor global de productos agrícolas como los arándanos, los aguacates y los espárragos. Por largo tiempo este sector ha sido una alta prioridad, recibiendo abundantes inversiones públicas, un trato tributario preferencial y acuerdos de comercio que le dan acceso a nuevos mercados, al tiempo que la producción agrícola local queda expuesta a las importaciones subsidiadas de los países ricos.

Estas tendencias han sido impulsadas por décadas de una campaña global hacia la especialización y la liberalización del comercio, proceso que incluyó medidas de ajuste agrícola a los que el mundo en desarrollo se vio obligado en los años 90. A pesar de que Perú no es un importador neto de alimentos, su dependencia de las importaciones aumentó de un 10% a un 17% entre 2008 y 2021, especialmente en cultivos básicos como el trigo. Y aunque el país ostenta decenas de cultivos nativos que son nutritivos y fáciles de plantar, estos han sido marginados a medida que las dietas con fuerte presencia de alimentos procesados se han convertido en la norma global.

Como resultado, el dominio del sistema alimentario global por una pequeña cantidad de megacorporaciones tiene su fiel reflejo en Perú. En un país con un gran amor por el pollo asado, la industria avícola se concentra en apenas dos compañías, y otra empresa domina la totalidad de la industria del aceite vegetal y el procesamiento del trigo. Lo mismo ocurre en los lácteos, controlados por una empresa que, además, es la mayor poseedora de tierras del país. Una concentración así significa menores ingresos para los proveedores, muchos de los cuales son productores a pequeña escala.

En momentos en que la gente necesita alimentos de verdad y el planeta necesita el Amazonas, Perú está talando bosques para cultivar aceite de palma (usado para producir alimentos procesados) y biocombustibles para vehículos. Y ahora que los altos precios de la energía y los mandatos de utilizar biocombustibles han creado un alza de la demanda, lo más probable es que aumente la presión sobre los bosques.

Para superar la paradoja alimentaria del Perú, su gobierno debe desempeñar un papel de peso en la aceleración de la transición a la agroecología y la pesca y acuicultura sostenibles, además de elevar la prioridad política de los productores a pequeña escala. Avanzar hacia estas metas también ayudará a proteger la biodiversidad, aumentar la resiliencia del país ante el cambio climático y promover dietas saludables e inclusivas basadas en verduras y frutas nativas. En particular, el gobierno debería proveerse para su programa alimentario exclusivamente de pequeños agricultores y pescadores, y subsidiar estas dietas con impuestos más altos a los productos ultraprocesados.

Pero además se precisan cambios importantes mucho más allá de Perú. El liderazgo de entidades multilaterales como el G7 será necesario para arreglar el maltrecho sistema alimentario global. Hay que reconocerle al G7 que expresara hace poco su deseo de “asegurarse de haya un cambio permanente de estructuras, de manera que los países en desarrollo sean más capaces en el futuro de ser autosuficientes, en lugar de depender el mercado global”.

Para alcanzar esa noble meta se necesitarán inversiones por al menos $14 mil millones anuales, una fracción de los $540 mil millones que los gobiernos gastan al año en subsidios a los alimentos (la mayoría de los cuales son perjudiciales para el planeta y su gente). Sin embargo, en la cumbre del G7 celebrada entre el 26 y el 28 de junio en Elmau, Alemania, sus miembros prometieron apenas $5 mil millones para abordar este año la inseguridad alimentaria.

Son necesarios cambios de políticas para apoyar a los pequeños productores en lugar de reforzar las cadenas de suministro alimentario globales de tipo industrial. Debemos limitar el poder de las grandes corporaciones dentro del sistema alimentario global y promover el paso hacia una alimentación más nutritiva y sostenible para el consumo humano, en lugar de permitir que nuestros sistemas agrícolas apunten a la producción de pienso para animales y combustibles.

Nuestro planeta ya produce más que suficiente para sostener a la humanidad. Sin embargo, nuestros sistemas alimentarios no están a la altura. En Perú y el resto del planeta, las finanzas, las reformas políticas nacionales y el liderazgo multilateral tienen la llave para arreglar lo que está tan evidentemente roto.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

José Luis Chicoma fue ministro de producción de Perú y es un ex Yale World Fellow.

Copyright: Project Syndicate, 2022.
www.project-syndicate.org

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José Luis Chicoma
José Luis Chicoma Lúcar es un profesional y experto peruano en políticas públicas para el desarrollo sostenible y los sistemas alimentarios; escritor, ensayista y colaborador de ContraPunto
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