El encierro no solo ha sacado lo peor sino lo ridículo nuestro en extremos superlativos, muy pocos estamos exentos de no haber revelado las intimidades del hogar o de generar descuidos desafortunados por no apagar la cámara o el micrófono a tiempo, debido a esa mezcla inusitada entre ignorancia y exhibicionismo vergonzante. Asumimos el gesto retador de “estoy en mi casa y qué”, lo que permite cualquier licencia sin importar la indiscreción.
El home office es esa intromisión obligada por la pandemia en la cual la morada familiar se transforma en una extensión del espacio laboral, esta modalidad ha modificado para siempre los parámetros de conducta de todos los privilegiados que podemos quedarnos en casa en cuarentena. Las reuniones son agotadoras y terminamos exhaustos porque entendemos el grado de responsabilidad que implica no asistir al centro de trabajo.
Esta forma de desempeño requiere alteraciones legales urgentes en algunos sectores, como las plenarias y reuniones de diputados y senadores e incluso las de alcaldes y sus concejales y en algunos países las de secretarios y ministros que forzosamente se deben desarrollar de manera presencial.
En cuatro meses y medio de estar enclaustrados hemos visto desfilar en videos elocuentes las maneras torcidas de entender el home office por parte de políticos y diplomáticos, que han ingresado con dispensa de trámites, a la posteridad de las redes por chabacanos y vulgares.
El calor de Baja California es abrasador y aún más en la canícula de verano, por eso tomarse una chelita de lata durante una sesión de comisiones virtual no debería significar mayor cosa, eso es lo que suponemos se imaginó la Diputada Montserrat Caballero, quien en su disculpa pública afirma “haber sido traicionada por su subconsciente” por lo que se puede deducir que su yo interno tiene marcadas tendencias alcohólicas. La pena no le dejó acabarse las otras cinco cervezas guardadas en el congelador para apaciguar sus sudores.
Y el concejal de Sao Paulo, Benedito Franco Bueno, sacó a relucir su fetichismo por las bragas femeninas, las buscó a sus costados hasta encontrarlas, con todo cuidado estiró un tanga lila frente a la cámara y la inhaló profundamente cuando hablaba una compañera, él se dio cuenta del desliz y con toda impunidad desvió la lente. No se le vio nervioso ni nada por el estilo, es el rostro del acosador desagradable y sin asomo de escrúpulos.
En otro video un alcalde ruso, Viacheslav Vlásenko, metió la mano debajo de la falda de su asistente, ella juguetona le dio un manotazo cómplice. Al viejo pícaro, travieso y abusivo de Slava lo traicionó su calentura que no reservó para más tarde, porque si lo saben ellos que lo sepa su mujer y el planeta.
Accidentalmente o no, el concejal español de Torrelavega, Bernardo Bustillo, enfocó la cámara hacia la ducha mientras él salía en pelotas, a eso en todo el mundo se le conoce como exhibicionismo, pero “él como instructor de natación ha pasado media vida semidesnudo y nunca se ha avergonzado de la desnudez ajena ni mucho menos la mía”, o sea, la de él.
La senadora de Guanajuato, Martha Lucía Mícher, se desvistió durante la sesión parlamentaria y no solo argumentó ser una estulta confesa ante las nuevas tecnologías, porque es complicadísimo entender adonde dice video apagado o encendido, sino que justificó la libertad de desnudarse a la luz de las luchas feministas.
Y el embajador de Sudán en Estados Unidos, Gordon Buay, no se aguantó las ganas de orinar y se metió al baño con todo y teléfono, al tiempo que discutían sobre un acuerdo multilateral, “the ambassador is making a lot of noise” exclamó enojado otro embajador mientras se veía diáfano el chorro de orina cayendo libre al inodoro.
Los políticos seguirán siendo abusivos y ridículos aunque se queden en casa para guardarse de esas “gripitas” tumbadoras de economías globales, todo estará bien mientras no se inventen asesorías millonarias o congresos resolutivos para aprender a diferenciar entre el off y el on.
Ojalá nunca suceda.