Por Hans Alejandro Herrera
Como la Rosa de Guadalupe, así, clavadito es la novela Las hojas del perdón de Gloria Maynas, una escritora peruana que no se parece a otras Escritoras peruanas. Pero en el mejor sentido de la palabra. Una novela que no le teme contarnos una historia de superación con final feliz. Como la Rosa de Guadalupe, dramática pero con fe en los finales felices (sino ¿Cómo explicar el éxito de esa telenovela en 90 países de cuatro continentes? Tanta gente no puede estar equivocada). En efecto, la novela de Gloria es una historia dramática hasta la angustia, que parece una dramatización exagerada, y que sin embargo no lo es. Es la historia de salir adelante. Cuando no se tiene apellido, ni contactos, solo queda uno mismo, su fe en la vida y la fortaleza de enfrentarla con coraje. Esto es esa novela, una mecha de una chica de provincia que se reconcilia con su pasado y deja el pasado en pasado mientras ensancha su horizonte. Una novela con fe que solo los valientes conocerán.
Gloria Maynas no se parece a ningún escritor peruano. En un país clasista como Perú, la mayoría de nombres de escritores son masculinos, de buenas familias y que estudiaron en buenos colegios. Pero ese no es el caso de la mayoría de peruanos que como yo estudiamos en un colegio estatal y a lo mucho podíamos aspirar a ser policía o empleado de alguien más.
En un mar de caras blancas que es la literatura peruana, Gloria es un lunar que representa al Perú. Es joven, de provincia, de la provincia de una provincia. Una mujer hecha y derecha como la protagonista de su novela. No voy a mentir, está es una novela autobiográfica, pero no es una balada a la autocomplacencia. Es un testimonio, memoria de la mujer peruana, del Perú de adentro, ese Perú amazónico al que el Perú oficial le da la espalda. Es la historia de gente que cree en Dios. Si ya de por sí el Perú andino está abandonado peor es la situación del Perú de la selva. El patio trasero de un patio trasero.
Una imagen que convence de Las hojas del perdón es una escena memorable: junto a su mamá la protagonista, todavía niña, lavan la ropa de vecinos en el campo para pagarse la comida de mañana. Después de horas de lavar y lavar, la cuelgan en el cordel. De repente este cede, y toda la ropa cae a la tierra mojada. Una desgracia como ver la leche derramada. Un momento de coraje, de frustración, pero solo un momento. Los que no tenemos apellidos ni educación no podemos quejarnos más de cinco minutos. Entonces madre e hija toman la ropa embarrada y vuelta a empezar. Con la espalda molida y ya sin fuerzas vuelven a colgar la ropa en el cordel. Y por fin el trabajo de un día ha terminado. Mañana comerán.
Está es una novela de verdad y da alegría leer algo real en un país donde la literatura hace años que es mentira.
Gloria es uno de los pocos y raros casos en que alguien logra escapar de la pobreza a través de la educación. Fue la primera de su familia en llegar a la universidad. Ahora profesional en Lima, Gloria nos ofrece un vistazo a las vivencias de los peruanos de la selva, una literatura todavía desconocida. Actualmente trabaja en su próximo libro, una saga de cuentos infantiles en clave de fábulas amazónicas. De ella se puede esperar todo, menos que se rinda.
“Yo no sabía escribir, no lo había hecho antes y ahora tengo una novela. Escribí porque no se hablar bien, o no me hago entender bien. Hay mucha gente que no sabe hablar pero yo ya escribí”. Es lo que nos dice Gloria en una llamada telefónica mientras viaja de nuevo a otra ciudad a presentar su libro. Con un tiraje de mil ejemplares, Gloria ha logrado la hazaña de ella misma venderlos casi todos. Le quedan algo de cincuenta libros y los pedidos continúan así como las presentaciones en provincia. Sus lectores son personas comunes, gente que al leerla se encuentra y se inspira. En fin, son peruanos que tienen hambre de salir adelante. Y eso es suficiente para sacar a un país adelante.
