martes, 16 abril 2024

Francia y los Chalecos amarillos: cuatro meses de movilización ininterrumpida

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Como en muchos movimientos actuales, de diferente signo ideológico, las redes sociales jugaron un papel central. No solo se trató de difundir, criticar y debatir, sino de aglutinar a miles de personas y organizar, semana tras semana, movilizaciones espectaculares

PARIS – Hace 4 meses, el 17 de noviembre de 2018, se realizó la primera movilización de los «gilets jaunes», chalecos amarillos, en Francia. El movimiento surgió a partir de las redes sociales en oposición al aumento de los impuestos a la gasolina para financiar la transición energética, anunciada por el gobierno de Emmanuel Macron. Desde entonces, las múltiples convocatorias y ocupaciones de centenares de rotondas permitieron a un movimiento popular de tipo totalmente nuevo, abrir el debate sobre problemáticas que el gobierno querí­a evitar y que las organizaciones izquierdistas (sindicales y partidarias) no lograban poner a la orden del dí­a.

Caracterí­sticas del movimiento «chalecos amarillos».

Como en muchos movimientos actuales, de diferente signo ideológico, las redes sociales jugaron un papel central. No solo se trató de difundir, criticar y debatir, sino de aglutinar a miles de personas y organizar, semana tras semana, movilizaciones espectaculares. En la preparación de las manifestaciones del 17 de noviembre, la izquierda quedó como espectadora de un movimiento que se hizo masivo sin pasar por los canales habituales: asociaciones, sindicatos, colectivos, partidos”¦ Facebook fue el canal principal para captar la atención sobre la futura alza de la gasolina. En su primera fase, el movimiento fue considerado como «anti impuesto», una temática recurrente en el ideario de los empresarios y de la extrema-derecha. Esta apreciación inicial paralizó literalmente a la izquierda, mientras los militantes derechistas alimentaban las crí­ticas y abrí­an otras perspectivas, introduciendo temáticas nacionalistas y ultraliberales, como el rechazo a la inmigración, la crí­tica del mundo financiero desde una perspectiva antisemita, el cuestionamiento a los funcionarios estatales y el rechazo de todo tipo de impuestos”¦ La mayorí­a de las organizaciones izquierdistas se quedaron observando sin movilizar a sus militantes. El diputado etiquetado «France Insoumise» de la ciudad de Amiens, Franí§ois Ruffin, se distinguió al explicar que era el deber de un diputado tomar en cuenta tal movimiento e ir a discutir con los «chalecos amarillos».

Se pudo constatar que la inmensa mayorí­a de los movilizados eran persones humildes: desempleados, jubilados, mujeres solas, empleados precarios, excluidos de todo tipo”¦ Personas que, por su perfil, nunca cruzan a las organizaciones polí­ticas y sindicales instaladas en centros urbanos o grandes empresas”¦ Parte de la geografí­a francesa queda fuera del alcance de las estructuras tradicionalmente movilizadas sobre las temáticas sociales. También, se movilizaron pequeños empresarios y personas de la clase media, pero lo caracterí­stico fue ver «surgir» esta parte invisible del paí­s.

Tal perfil da pie para explicar que, al mes de movilización, los chalecos amarillos levantaron una lista de 42 demandas urgentes al gobierno, entre las cuales las exigencias de justicia social eran centrales. (Aumento de las pensiones y del salario mí­nimo, impuestos justos para todos, pero con gravamen más alto para las capas sociales altas y las grandes empresas, preservación del servicio público educativo y de salud, finalizar con las polí­ticas de reajuste y luchar contra la evasión fiscal”¦). Si los grupos derechistas seguí­an expresándose y aprovechando el movimiento, no tuvieron la capacidad de orientar fundamentalmente los debates de una población que quiso denunciar sus dificultades y expresar que ya no aguanta ser la más sacrificada en aras de la eficiencia económica por un sistema que los aparta.

Los «chalecos amarillos» tienen un funcionamiento totalmente horizontal. Rechazan el liderazgo, las recuperaciones, la estructuración polí­tica del movimiento, las declaraciones legales de las manifestaciones al Ministerio del Interior”¦ Fue para gran parte de la población como volver a existir: opinan y se siente actores de un proyecto común. La palabra «ciudadano» es central. Se viven como los eslabones vitales, la columna de la democracia que ahora es representada por una cabeza que no los considera capaces de entender los grandes problemas del paí­s. La arrogancia de Macron y sus frases paternalistas no contrarrestaron el rechazo masivo que registraron las encuestas entre diciembre y enero pasado. Pero la «horizontalidad» del movimiento podrí­a ser su debilidad al dificultar su estructuración para lograr sus objetivos.

El gobierno en busca de una salida.

A inicios de diciembre, militantes sindicales, al constatar que las reivindicaciones del movimiento coincidí­an con sus reclamaciones, empezaron a discutir con los «chalecos amarillos»: algunas veces fueron categóricamente rechazados en alguna zona, mientras que en otros lugares fueron bien recibidos con la gente preguntando por qué se habí­an tardado tanto en movilizarse. De ahí­, desde la base, surgió la idea de convergencia de las luchas: habí­a que ocupar tanto las rotondas como las empresas si se querí­a bloquear la economí­a y cambiar la agenda del gobierno.

El gobierno Macron tuvo que tomar medidas para tratar de apagar el descontento social. En su discurso del 10 de diciembre, Macron habló durante varios minutos de la violencia de las manifestaciones (en gran mayorí­a provocadas por grupos extremistas de derecha o anarquistas infiltrados), justificó la represión y así­ evadió reconocer la legitimidad de las demandas expresadas por un movimiento que no quiso nombrar. No pronunció las palabras «Chalecos amarillos».

El gobierno actuó en tres direcciones para apagar el fuego. La primera:  distribuir un aguinaldo a los trabajadores más pobres, lo que causó bastante malestar porque los desempleados, jubilados y pensionados quedaron apartados de esta medida. La segunda: acentuar la represión. El número de heridos graves (144 entre el 17 de noviembre y el 26 de enero) y condenados (1800) es, el mayor de los conflictos sociales de estos 30 últimos años. La alta comisionada de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, pidió al gobierno francés investigar las denuncias de uso excesivo de la fuerza. El tercero: organizar el Gran Debate Nacional, mismo que fue organizado en todo el paí­s a lo largo de 10.000 reuniones en los dos últimos meses. Fueron miles de horas de discusiones directas o contribuciones por internet. Muchos consideran que fue una estrategia de comunicación de Macron, antes de las próximas elecciones europeas del 26 de mayo. Ahora, clausurado el Debate Nacional, el gobierno no da plazo para estudiar las decenas de miles de documentos redactados y formular nuevas propuestas u orientaciones. Los sindicatos y los «chalecos amarillos» no llamaron a participar al Gran Debate alegando que ya tení­an demandas claras y que esperaban la posición del gobierno al respecto. Aun así­, las principales demandas del Gran Debate ponen en prioridad la exigencia de justicia social. Y la satisfacción a las demandas de justicia social es algo que no cuadra con las prioridades del gobierno de Macron, obsesionado por la liberalización de las leyes sociales y laborales que, según su lógica económica ultraliberal, traban la competitividad nacional.

Si el gobierno no da una respuesta a la altura de la fuerte advertencia por el descontento social que atravesamos, la desesperación podrí­a transformarse en una onda incontrolable. El gobierno, en su marcha acelerada, apartó a las asociaciones y sindicatos que organizan la sociedad y les quitó credibilidad en su representación. Los «Chalecos amarillos» critican también los tipos de representación tradicionales. En el contexto actual, sin contrapeso organizado, esperamos que la única respuesta no sea formulada por los ministerios del Interior o de Defensa (ya que el sábado 23 de marzo, militares serán movilizados para defender instituciones que llevan el lema en letras de oro: Libertad, Igualdad, Fraternidad”¦

(*) El autor es corresponsal de ContraPunto en Francia

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Loren Sanchis
Loren Sanchis
Colaboradora
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