miércoles, 9 octubre 2024
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Estrategias y fines. Las tácticas de poder

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Puerto Rico y Cuba fueron ocupadas en 1898, impidiendo la independencia ante el colonialismo español y el establecimiento de gobiernos populares.

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Por Jorge López Alba

La cruzada anticomunista de Estados Unidos tiene sus inicios casi de inmediato al final de la 2ª Guerra Mundial, cuando tanto en Italia y en Francia triunfaron en las elecciones los fuertes partidos comunistas, y en Grecia, los guerrilleros que se habían enfrentado a los alemanes, se negaron a entregar las arma desencadenando una guerra civil. También en Asia, especialmente en Turquía e Irán, las sociedades se encauzaban hacia políticas de izquierda lideradas por los partidos comunistas.

Es en este momento que aplicando la doctrina Truman, nombre del mandatario estadounidense, la administración norteamericana comenzó a intervenir en estos países con la excusa de derrotar al comunismo, al tiempo que establecía internamente una política de comunicación convenciendo al pueblo norteamericano de la maldad económica y moral soviética, agregando además de que la URSS quería apoderarse de Europa. Mensajes que calaron hasta hoy, no solo en la conservadora sociedad estadounidense, sino en gran parte del mundo occidental.

Este inicio de lo que después se denominó “Guerra Fría” se extendió geográficamente alcanzando Asia y América, colaborando con los ejércitos y los órganos represivos, y participando activamente en 1965 en la matanza de más de un millón de personas en Indonesia, tratando así de eliminar al partido comunista más grande, aparte de China y de la URSS.

Ya desde mitad del siglo XIX el territorio americano, especialmente Centroamérica y el Caribe, habían sido avasallados por las intervenciones norteamericanas, que se iniciaron en México entre 1846 y 1848, apoderándose de la mitad de su territorio, lo que hoy comprende Texas y California.

Puerto Rico y Cuba fueron ocupadas en 1898, impidiendo la independencia ante el colonialismo español y el establecimiento de gobiernos populares.

A partir de entonces los marines estadounidenses, mediante la Doctrina Monroe de “América para los americanos”, invadieron y ocuparon Panamá en varias oportunidades, quedándose con la administración del canal; República Dominicana donde fueron sacando y poniendo títeres políticos mediante golpes militares y asesinando líderes sociales, como también colaborando activamente con dictaduras en Guatemala y El Salvador, que ocasionaron cientos de miles de víctimas, especialmente entre las comunidades indígenas. Es en esta época cuando comienza la introducción de pastores evangélicos, desplazando a la iglesia católica que, en estos países, tenía religiosos con talante progresista y donde germinaba la “iglesia de los pobres”.

En Cuba, en 1952, Estados Unidos apoya a Fulgencio Batista, un para dar un golpe de estado que se convirtió en un régimen corrupto y represor, donde la mafia norteamericana controlaba gran parte de las actividades de la isla; y ese mismo año, impulsado por los intereses de la United Fruit Co.,participa en el derrocamiento del gobierno democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala.

Ya en 1946 es creada en Panamá la tristemente Escuela de la Américas, siniestro centro de formación para miles de militares golpistas y torturadores, integrantes posteriormente de las más salvajes dictaduras latinoamericanas.

En el año 1964, mientras se orquestaba la masacre en Indonesia, Estados Unidos apoya el golpe llevado a cabo por los militares “gorilas” contra el presidente brasileño Joao Goulart, quien promovía la reforma agraria y la nacionalización, entre otras, del petróleo.

Entre los años 70 y 80, la administración estadounidense, comandada por el Nobel Kissinger, promovió, financió y asesoró dictaduras criminales en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Chile, donde fue decisiva su participación para el derrocamiento de Salvador Allende. Es en esta década cuando el ejército norteamericano abandona Vietnam, luego de una guerra criminal durante diez años, dejando un país devastado y millones de víctimas.

En el entorno sudamericano, lo regímenes dictatoriales crearon la llamada “Operación Cóndor”, con la finalidad de colaborar en la localización, apresamiento, tortura, asesinato y desaparición de miles de personas. Las fuerzas represivas contaron con armamento y asesores norteamericanos, especialmente instructores en la tortura, así como militares con puestos diplomáticos que colaboraban activamente en los países.

En los años posteriores, y a pesar de los frentes abiertos en otras geografías, Medio Oriente y Asia, los norteamericanos continuaron sus intervenciones directas e indirectas en Haití, Nicaragua, Bolivia, Honduras, Ecuador, Venezuela… Así como el mantenimiento del bloqueo a Cuba, desconociendo las resoluciones internacionales y la repulsa mundial.

Paralelamente fueron interviniendo las economías locales, primero con la participación de lacayos económicos al servicio de las dictaduras, ministros, bancos, patronales, y más tarde con el desembarco de uniformados de traje y corbata, comandados por las políticas agresivas y chantajistas del FMI, entre otros organismos.

Los países quedaron endeudados a través de préstamos e intereses que hacen inviable la recuperación y que quedan sujetos a condiciones que castigan especialmente al pueblo. El caso más flagrante en la actualidad es el de una Argentina endeudada por décadas, por préstamos solicitados especialmente por el gobierno de Macri, cuyo destino en gran parte fue hacia a los bolsillos de empresas vinculadas al gobierno conservador.

En la actualidad, a esta manera de actuar, se suma la de la participación de masas de ciudadanos, manipulados y activados por los medios, grupos conservadores y de la iglesia, redes y los “fakes”.

Ya no necesitan a los militares, aunque permanecen como amenaza latente. Ahora la derecha y los ultras emparentados ideológicamente utilizan esas masas para sus fines que, aunque los sucesos puedan parecer espontáneos, han sido organizados y con claros objetivos, que son los de debilitar la clase política con el que “todos son iguales”, impedir la libre circulación provocando caos y desabastecimiento que provoque más caos, y alentar a movimientos en los cuarteles y que se constituyan en “salvadores de la patria”.

El apoyo internacional lo tienen en los amplios poderes económicos, que buscan situaciones que mantengan el status quo de explotación y manejo de los recursos.

En el caso de Brasil, sucesos mejorados tras la experiencia de Washington, existe el antecedente de la no depuración de los militares participantes en los golpes de estado y el proceso judicial de los mismos. Por ello existe la complicidad en la organización de las manifestaciones, la pasividad en su represión e, incluso, los mensajes que llegan de oficiales tanto en activo como retirados.

La respuesta de Estados Unidos quien siempre ha estado detrás de estos hechos, ha sido tibia y medida, no por rechazo a ello, sino teniendo en cuenta la situación interna y la posible equiparación, que terminaría dando validez al asalto al capitolio y a los seguidores “trumpianos”.

De todo esto Europa, y especialmente España, debe tomar nota, ya que la globalización de los movimientos de extrema derecha es evidente, así como sus estrategias y planes. Y también debe valorar la forma de proceder de sus aliados, especialmente aquellos que dicen defender la democracia.

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Jorge López Alba
Jorge López Alba
Escritor, periodista y académico uruguayo, colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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