Pongamos las cosas claras desde el principio, su dios no es mi dios, mi dios no es el dios de mi vecino, menos aún el de mi familia sin embargo existe una armonía, una convivencia. Y no sólo eso, ninguna ley me obliga a creer en algún dios. Y qué bueno que tampoco obliga a mis cercanos antes emocionados a creer en un dios específico, que es lo más importante.
Una minúscula acepción conceptual, Francia cúspide y emblema de la laicidad a nivel mundial en su sitio web del Gobierno nos regala una conceptualización lo que para ellos es y para nosotros podría ser una aproximación de Estado laico: “La laicidad es un resultado de la separación entre el Estado y las religiones. El Estado es neutro desde un punto de vista religioso y se prohíbe cualquier injerencia en la vida de las distintas religiones presentes en Francia. De forma recíproca, la pertenencia a alguna religión de los funcionarios o de los usuarios no puede interferir en el funcionamiento de los servicios públicos. Con todo, la laicidad no supone negar las religiones. No se trata de una opción espiritual específica sino de la condición para que existan todas las opciones. Por lo tanto, es un principio relacionado con la libertad. También permite el respeto de las elecciones personales más íntimas en una sociedad abierta.” ¿Se entiende? Cuando nos referimos a Estado laico no es hablar de ateísmo.
Las características del Estado laico a grandes rasgos es la separación del poder político y el poder religioso, es donde las autoridades civiles son distintas de las autoridades religiosas; una reciproca autonomía de las esferas antes mencionadas. Este Estado permite que todos los ciudadanos de manera libre adopten las creencias que quieran adoptar o no quieran. Y vivir sus vidas acorde a su convicción individual y por ello también no deben ser de ninguna de discriminación. De igual forma las iglesias deben respetar los bienes públicos y los derechos de terceros, éste último punto como principal. Y bien, la laicidad viene consigo la libertad religiosa, entiéndase al derecho de las personas a creer o no creer de manera libre y autónoma en una deidad determinada, y adscribir su vida o no a una organización religiosa determinada, en este sentido es el Estado laico el que permite que se despliegue y se recree la pluralidad de todo tipo de creencia.
Respecto a la educación en la escuela pública, debe aplicarse de forma laica el desarrollo de temas sexuales y reproductivos, como también el desarrollo de índole social. Con la finalidad que los estudiantes convivan con sus concepciones religiosas diferentes, también que los programas de estudio no estén basados en dogmas religiosos, sino de criterios científicos y por la razón critica, es decir las políticas públicas no están para adoctrinar o darle algún tipo de empujón a los niños a creer en una deidad.
Esto implicado la independencia, entre la ley civil y las normas religiosos o criterios filosóficos particulares.
No se debe hablar de “papá Estado” en una sociedad como la salvadoreña, cuando los miembros que conforman una familia aún persisten con tabúes sobre lo sexual, y hago hincapié en el hecho hacia los padres al ser indiferentes cuando el niño y la niña están en desarrollo y tildan con sobre nombres las partes íntimas de cada uno, cuando simplemente debería llamarse como tal, pene o vagina.
Porque es lamentable cuando un padre o madre le dice a su hija, “si salís preñada te voy a echar de la casa”, cuando quizá nunca se han sentado a platicar sobre sus futuros cambios hormonales, en el mayor de los casos muchos padres quizá nunca fueron a la escuela, entonces ¿qué hacemos? El Estado por medio de su engranaje y control institucional debe de lograr prevenir todo tipo de ITS y especialmente aquellos más vulnerables que se están formando en las aulas. Si la escuela es el único lugar donde los niños pueden tener la oportunidad de hablar de temas de índole sexual, deben hacerse todos los esfuerzos posibles para que los alumnos tengas toda la información necesaria y no ignorar los riesgos que implica tener una vida sexualmente activa.
Pero a nuestros diputados les cuesta tanto entender algo tan simple como lo es el Estado laico y no sólo eso, no logran entender lo importante de la educación sexual integral. Y son tan mediocres que ni siquiera estuvieron dispuestos a discutir y por unanimidad echaron, la propuesta del anteproyecto de “Ley de Educación en Afectividad y Sexualidad Responsable” al archivo días atrás y uno de sus argumentos fue, que dicho anteproyecto chocaba con los valores cristianos de los salvadoreños. No es lo mismo la creencia de las personas que merecen todo respeto, el derecho a asociarse y crear instituciones religiosas, a la agenda pública y política de las instituciones religiosas, que cuando la tienen debe ser regulada por el Estado porque es el único garante de regulación legítima de las normas. Debe también garantizar que ni los servidores públicos se valgan de la religión a la hora de realizar sus tareas, ni los individuos que ocupen cargos religiosos quieran conquistar las decisiones políticas fundamentales de la sociedad.