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El santo y el culto a su verdugo

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Una izquierda fragmentada en diferentes sensibilidades y teorí­as, una izquierda de la que solo cabe hablar en plural es difí­cil que comparta una visión unánime y graní­tica sobre el pasado histórico reciente. De ahí­ que sus hechos notorios y sus figuras más destacadas sean materia de controversia. De ahí­ que si alguien dentro de esa izquierda eleva al cielo a Cayetano Carpio, alguien de inmediato lo rebajará al suelo de la duda. Hay dogmas, pero ninguno está a salvo de la divergencia de interpretaciones.

Este estado de cosas que podrí­amos bautizar como la división hermenéutica de la izquierda salvadoreña obedece a muchas causas. “Los revolucionarios” pueden compartir la misma teorí­a pero la historia demuestra que se dividen al aplicarla debido a razones que a menudo conducen a una dialéctica trágica. En nuestra historia, los asesinatos de Roque Dalton y Mélida Anaya Montes son ejemplos de esa dialéctica desgarrada en el seno de las izquierdas.

Súmenle a esta dialéctica interna el hecho histórico global de que en el último cuarto del siglo XX se vinieron abajo las concreciones objetivas y las esperanzas ideológicas del sueño revolucionario. La desmitificación fue hecha suya con pasión por antiguos izquierdistas. En los años noventa del siglo pasado, quienes con mayor fuerza cuestionaron el pensamiento polí­tico y estético de Roque Dalton no fueron intelectuales de procedencia conservadora sino que antiguos simpatizantes del cambio revolucionario.

Nuestra izquierda cambió en los últimos años del siglo XX, hasta el punto de que puso en cuestión sus propios mitos. Nuestra derecha también cambió, pero ¿Cuál fue su actitud ante sus figuras señeras de la guerra civil?

¿Por qué nuestra derecha continúa mitificando a una figura controvertida y turbia como la de Roberto D´Aubuisson? ¿Por qué nuestra derecha y el ejército se niegan a admitir que una de sus leyendas perpetró una matanza de niños en El Mozote? La izquierda salvadoreña muestra fisuras interpretativas ante Cayetano Carpio y Joaquí­n Villalobos, pero la derecha elogia de forma unánime a Roberto D´Aubuisson ¿Por qué?

Alguien objetarí­a que se trata de la derecha más rancia e ignorante, pero no. Hasta liberal conservadores cultos como Federico Hernández Aguilar han hecho defensas de Roberto D´Aubuisson pretendiendo elogiar a la ví­ctima (Monseñor Romero) y también a su más que presunto verdugo.

Los lí­deres históricos de la derecha no han asumido ante la opinión pública la verdad de sus acciones más terribles durante el conflicto y, no solo eso, han preferido dejar tales hechos a merced del juego de las especulaciones para eludir quizás el juicio de la historia y el brazo de la justicia. Dicho juego sin embargo tiene un lí­mite: ya no cabe elogiar a Monseñor Romero al mismo tiempo que se salva la figura de su asesino. Defender la presunta inocencia de este último cada vez resulta más difí­cil desde el lado de la razón y es por eso que llamar rumor a su culpabilidad delata un culto irracional a quien ya es considerado una figura siniestra de la historia de América Latina.

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Álvaro Rivera Larios
Álvaro Rivera Larios
Escritor, crítico literario y académico salvadoreño residente en Madrid. Columnista y analista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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