Salimos del primer paro armado nacional de la única guerrilla que queda en pie en el país. Del 15 al 17 de febrero fueron los días decretados por el ELN, para realizar su campaña político-militar que se sintió fuertemente en los territorios donde hacen presencia. La fecha de San Valentín estuvo sacudido por regalos, memes y guerra.
Esto reportaron los medios privados de información, desde el viernes que empezó el paro armado. Bajo una matriz clara de infundir miedo en los públicos, con imágenes de soldados, carros pintados e incendiados, terminales sin funcionamiento e imágenes de archivo de subversivos, más las declaraciones del ministro de defensa de proteger a la población y evitar la amenaza terrorista; fue común encontrar en la capital por ejemplo, una que otra pareja de soldados en puentes peatonales “cumpliendo las órdenes del alto mando”.
Se notó con esta primera acción político-militar insurgente, que la influencia de la guerrilla en las zonas históricas no ha bajado por la parálisis en la movilidad intermunicipal. Además, demostró que la política de seguridad del actual régimen no es tan eficaz, pues las reacciones de las Fuerzas militares se vieron después de que accionaron las bombas o pintaron paredes, las cuales tampoco terminaron en enfrentamientos entre ambos bandos. Otro elemento a tener en cuenta, es que este paro armado le suma a la ilegitimidad que viene subiendo del gobierno nacional, porque viene dentro de la cadena de ollas podridas de corrupción destapadas sobre funcionarios de ministerios y entidades del Estado que a vivas voces no son bien vistas por los públicos, sin dejar atrás la ola de asesinatos contra los liderazgos sociales que continúa exponiendo la falta de voluntad política del Estado de solucionar esta crisis social y humanitaria.
Para las dos Colombias que se reflejan en el habitante del común, uno viviendo en las zonas donde influye política y militarmente el ELN, y el otro que vive sin la presencia de esta guerrilla; la guerra se manifiesta de dos formas distintas, en el primer caso no solo la pobreza y abandono estatal sino por medio de la presencia del actor insurgente, en el segundo caso tan solo se manifiesta con los impuestos, hambre y miseria, en ambos es el mismo Estado fallido provocador de ambas caras de la guerra. El problema está en que la guerra se acrecienta a medida que se aleja la opción de una solución política al conflicto armado, el balón lo tiene el régimen (pero lo tiene pinchado).