Por Carlos Velis.
El mito fundacional es el suceso que narra y explica el nacimiento de una civilización. Ejemplos: Roma fue fundada por dos gemelos criados por una loba, Tenochtitlán fue fundada en un lago donde un águila estaba sobre una serpiente, el judeocristiano fue fundado con la creación de Adán y Eva.
La película de 1915 “El nacimiento de una nación”, de D. W. Griffith, puede ser considerada como el mito fundacional de aquella sociedad del Norte. En 3 horas 25 segundos, nos narra, de manera sencilla y anecdótica, un cuento muy elocuente de la tierra que ahora usurpa el nombre del Continente y aún conserva los “valores” (antivalores humanos, más bien) de aquella narrativa.
Desde 1630, el ministro puritano John Cotton aseguró: “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a librar, legalmente, una guerra con ellos y a someterlos”.
En 1845 John L. O’Sullivan escribió en el artículo “Anexión”, publicado en la revista Democratic Review de Nueva York, en el número de julio-agosto de 1845.: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”.
Había nacido la doctrina del “Destino manifiesto”. Es fácil seguir el rastro de la invasión de Walker a Nicaragua para anexar los territorios centroamericanos al Sur esclavista de aquella nación que surgía. Incluso la guerra hispano-estadounidense de 1898 y muchas más.
El nacimiento de una nación. D.W. Griffith 1915
Pero en una sociedad analfabeta, con muy pocas y malas carreteras, ciudades y caseríos aislados, cómo se podía llevar ese mensaje para enquistarlo en el alma de los blancos, anglosajones y protestantes, lo que hoy se llama “wasp” y convencer a las minorías étnicas a ser esclavos, o sea, aceptar su destino. Entonces, el cine apareció con el poder de la imagen. Todavía no tenía sonido, pero con pocos carteles dispuestos estratégicamente, con explicaciones cortas, que alguien podía leerles a todos, era suficiente.
El cine podía trasladarse a los lugares más remotos, con un proyector y un generador de electricidad y era suficiente para llevar la doctrina a todos lados. Comienza con una frase lapidaria: “Cuando trajeron los africanos a América, plantaron la primera semilla de desunión”.
Narra un mundo distópico, donde en el siglo XIX los negros ganan las elecciones en Gettysburg y comienzan una venganza racial, hasta que llega el Kukuxklan a salvar al Sur de la anarquía del dominio negro. Al final, de manera muy primitiva y tosca, superpuesta, está la imagen del Cristo.
Esta película podría ser el mito fundacional, no solo de EUA, sino de todo el Occidente. En ella está el germen de nuestra dominación como “destino manifiesto”, incluso, de nuestros traidores, que se sienten superiores al estar empoderados de la doctrina.