Por siglos, se ha escuchado que el hombre inventó la agricultura, un avance que significó el paso de la humanidad de la vida nómada a la sedentaria; sin embargo, diversos estudios han demostrado que las mujeres fueron las primeras que iniciaron la agricultura familiar; este “pequeño detalle histórico” podría ser fruto de la invisibilización de las mujeres en el lenguaje, al ser omitidas o no identificadas como tales dentro del genérico masculino. Este ejemplo demuestra que el lenguaje inclusivo además de ser un imperativo para la igualdad de género, es una necesidad para registrar la realidad y la cultura de la humanidad.
Continuando con la invención de la agricultura, la escritora guatemalteca Vera Bolaños, refiere que las mujeres embarazadas y las que tenían hijos pequeños eran las únicas que no salían a cazar, ya que se encargaban de recoger frutos, granos y raíces; ellas notaron que si caía una semilla, esta germinaba y les surgió la idea de sembrar algunas para obtener más plantas; así desarrollaron el conocimiento de las plantas, su cultivo y recolección.
Apoyando esta premisa, estudios de las universidades de Cambridge y Viena (Austria), identificaron que decenas de restos óseos de mujeres que datan de hace más de 6.000 años, muestran una intensiva carga de trabajo en los brazos, lo que sugiere el protagonismo de las mujeres a la transición de la humanidad a la agricultura. Aquella gran revolución habría tenido entonces un mayor protagonismo femenino oscurecido hasta ahora (El País, 2017).
Hechos como los citados confirman que nombrar a las mujeres, evitando el uso genérico de hombre para referirse a ellas o a la humanidad, puede cambiar la historia como la conocemos; ya que si el lenguaje incluyente fuese la norma, desde hace siglos sabríamos que las mujeres inventaron la agricultura o iniciaron la domesticación de animales.
Mateo Baca afirma que el lenguaje es el único medio para conservar y transmitir a las generaciones las capacidades, informaciones y los hábitos adquiridos. Además, funda la comunidad sobre la cual se edifica toda la cultura humana; la lengua compartida por una comunidad es condición previa para la cultura (2010, El lenguaje como hecho cultural).
El lenguaje influye en la percepción de la realidad. Las personas aprenden desde que nacen un sistema de códigos portadores de significados que servirán para comunicarse con otras. Al transmitirnos socialmente las experiencias acumuladas de generaciones anteriores, el lenguaje determina el pensamiento y visión de mundo.
Cuando se habla de lenguaje incluyente y no sexista, surgen opiniones a favor y en contra. En las primeras prevalece la idea que el lenguaje es clave para alcanzar la igualdad de género, ya que las expresiones verbales reproducen o fomentan la discriminación de las mujeres cuando las vuelve invisibles o cuando mediante las palabras se trasmite una imagen de subordinación o inferioridad de las mujeres. En los argumentos contrarios, se enlistan una serie de razones que van desde minimizar su importancia, evitarlo porque vulnera las normas gramaticales. Casualmente la defensa del lenguaje surge cuando se habla de lenguaje incluyente.
Sin duda, el lenguaje inclusivo tiene influencia clave como elemento de transformación individual y colectiva para evitar el sexismo y la discriminación contra las mujeres. Cada lengua refleja el patrimonio cognoscitivo lingüístico de una comunidad (Baca, 2010); por tanto, resulta difícil hablar de una transformación cultural orientada a la igualdad de género sin trastocar el lenguaje, siendo que la cultura y todo lo que esta supone es a la vez condición y producto del lenguaje.
Los comentarios contrarios al lenguaje inclusivo, quizá se deban a desconocimiento, a prejuicios machistas, al sexismo y no tanto, al apego estricto a las normas gramaticales del lenguaje como se sostiene frecuentemente. Estos argumentos pierden fuerza cuando se leen en el periódico o se escuchan en las escuelas frases como estas: las personas eran estudiosos (lo correcto es estudiosas). Escuelas de padres (generalmente asisten las madres). Emilia Gutiérrez, miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua, la lista puede continuar.
Un idioma está en evolución constante, eso la hace una lengua viva. A la fecha, se ha incorporado al español, muchísimas palabras del inglés por su uso frecuente y por carecer de términos que digan exactamente lo mismo en español: por ejemplo: bloguear, tuitear, entre otras. Años atrás también se suprimieron del alfabeto la CH y la LL por razones tecnológicas. En cambio, la costumbre de hablar en masculino hace que muchas personas eviten usar términos como gerenta, jueza, ingeniera o presidenta, vocablos que han sido incorporados por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) desde varios años porque se usan en diversas regiones.
La invisibilidad de las mujeres en el lenguaje, es una más de las desigualdades que estas afrontan ya que oculta sus contribuciones históricas, entre otras repercusiones que producen brechas desfavorables para las mujeres en los ámbitos económicos, sociales y políticos, entre otros.