El debate entre feminismo e izquierda es un largo camino que tiene sus inicios en la Revolución Francesa en 1789, con el reclamo de Olympia de Gouges con sus Derechos de la Ciudadana. Olympia fue condenada a la Guillotina por esta disidencia, por ser artista y consentida de la aristocracia sin que la gauche liberal lo impidiera. La revolución socialista de octubre en Rusia, hizo visibles demandas de mujeres rusas que planteaban nuevas relaciones de pareja: el amor libre contra el matrimonio burgués, así como la atención de las y los niños por parte del Estado y la despenalización del aborto. Tales demandas fueron concedidas, sin embargo, la penalización del aborto fue restablecida por Stalin, de acuerdo a la necesidad de traer más soldados al mundo. En el campo socialista, en los ochentas, el dictador rumano Nicolás Ceascescu, prohibió terminantemente el aborto, causando miles de muertes de mujeres por los abortos clandestinos.
En los sesentas y setentas, las feministas norteamericanas y europeas tuvieron que cuestionar a la moral burguesa y a las posturas de izquierda y lograr así su autonomía política, “Lo personal es político”, proclamaron. En Centroamérica la corriente feminista que se inicia en los ochentas, tiene un hito importante en la representación de mujeres en el IV Encuentro feminista de América Latina y el Caribe realizado en 1987 en Taxco, en el que fueron cuestionadas por su escasa militancia en el feminismo las centroamericanas especialmente las nicaragí¼enses, guatemaltecas y salvadoreñas, sin embargo, el conflicto se resuelve en este encuentro pues las mujeres convocadas expresaron en el encuentro “Todas somos feministas” y redactaron el texto: “Del amor a la necesidad”, en este se expresa: “Hemos desarrollado una lógica amorosa, ““todas nos queremos, todas somos iguales”“ que no nos permite aceptar el conflicto, las diferencias entre nosotras, la disparidad entre las mujeres. Para demostrar ese entretejido resulta necesario acabar con esa lógica amorosa y pasar a una relación de necesidad. Las mujeres nos necesitamos para afirmar nuestro sexo, para tener fuerza. Asumiendo la lógica de la necesidad, reconocemos nuestras diferencias y nos damos apoyo, fuerza y autoridad. En otras palabras, si reconocemos que otra mujer tiene algo que nosotras no tenemos ““mayor capacidad organizativa, mayor desarrollo intelectual, mayor habilidad para ciertos trabajos”“ entonces le damos nuestra confianza, la valorizamos y la investimos de cierta autoridad. Porque en su fuerza encontramos nuestra fuerza y nos valorizamos como mujeres. ¡La fuerza de una mujer es la fuerza de las mujeres!”.
Las organizaciones de mujeres de los ochentas y noventas en El Salvador fueron fundadas por mujeres provenientes de la izquierda, que se autodefinieron feministas, la mayoría rompieron con sus vínculos partidarios, otras continuaron en la doble militancia, pero incidiendo con sus propuestas al interior del FMLN y CD. Actualmente el movimiento feminista es diverso y complejo y su relación con la izquierda, especialmente con el FMLN también. Y es que, los movimientos sociales van más adelante en su práctica y propuesta de utopía, algunos ejemplos nos lo confirman: La lucha por la despenalización del aborto de los movimientos de mujeres y feminista, la lucha por la reforma a las pensiones abanderada por los sindicatos y la lucha por el derecho al agua, promovida por diversos movimientos sociales. Ante esto, la izquierda, en este caso FMLN y CD, no han podido retomar en sus agendas de manera beligerante dichos temas y otros como el respeto a la Diversidad Sexual y la Ley de Identidad, estos no forman parte de sus plataformas electorales ni de sus agendas políticas.
Una refundación de los partidos de izquierda implicaría apoyar y acompañar estas luchas y defenderlas en el parlamento y el gobierno. Incorporar en sus filas a los liderazgos de los movimientos sociales emancipatorios, sin excluir a nadie. Establecer un diálogo horizontal permanente y respetuoso con estos esfuerzos.
Una postura definida y a favor, de parte de la izquierda partidaria, ante las luchas enarboladas desde los movimientos por los derechos de las y los humanos, es fundamental para avanzar en la democratización del país, la justicia social y la dignidad de las y los salvadoreños.