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El asesinado de Mons. Oscar Romero y la Comisión de la Verdad

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Su actitud siempre fue muy valiente, a pesar de las amenazas a su persona, jamás tuvo miedo contra la muerte misma

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Todaví­a hasta 1991 no se habí­a esclarecido, quiénes eran los promotores intelectuales y materiales del asesinato del Arzobispo de San Salvador  Monseñor “Oscar Arnulfo Romero”, perpetrado el 24 de Marzo de 1980 en El Salvador, Centroamérica. Pero su cobarde asesinato hoy ya ha sido plenamente esclarecido ante el mundo y la historia del pueblo Salvadoreño. Hoy a 39 años de su martirio, el mundo debe saber oficialmente,  quiénes planearon con sutil alevosí­a su muerte. Este  crimen impune por muchos años, se conocerí­a hasta en 1993, a través de la llamada “COMISIÓN DE LA VERDAD”, entidad nombrada por la “ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS” (ONU), encomendada al distinguido Mr. Boutros Ghali, a quien correspondió investigar, analizar  todos los casos de violación de los Derechos Humanos en El Salvador,  más otros graves hechos de violencia, ocurridos entre Enero de 1980 y Julio de 1991. Por fin se conoció a los responsables de tantas muertes y este de gran  magnitud, el caso de Monseñor  Romero, al cual la opinión pública mundial, el pueblo Latinoamericano EXIGIAN LA VERDAD SOBRE EL ASESINATO DE MONSEí‘OR, causado hasta hoy consternación y condena de todos los pueblos del mundo. Para todos los lectores que desconocen este INFORME OFICIAL dado por la ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS,  lo hacemos público, exponiendo parte de este informe, anotando textualmente del libro “DE LA LOCURA A LA ESPERANZA” en la cual la “COMISIÓN DE LA VERDAD” nombrada para tan delicada misión SUPO SACAR A LUZ LA VERDAD. Después de esclarecer cuidadosamente los hechos,  se concluyo lo siguiente:

       1- “Existe plena evidencia de que el Ex-mayor Roberto D´Aubuisson  dio la orden de asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad  actuando como “Escuadrón de la muerte”  de organizar y supervisar la ejecución del asesinato. Además hay  otros implicados como  los Capitanes Álvaro Saravia y   Eduardo Ávila,  así­ como los empresarios Mario Sagrera y Mario Molina  quienes tuvieron una participación activa en la planificación y conducta del asesinato”. 

        2- “Amado Antonio Garay, motorista del ex-capitán Saravia, fue asignado para transportar al tirador a la Capilla. El señor Garay fue testigo de excepción cuando desde un Volkswagen rojo de cuatro puertas, el tirador disparó una sola bala calibre 22 de alta velocidad para matar al arzobispo.”

       3- Hay suficiente evidencia de que “Walter Antonio “musa” Álvarez  junto con el ex-capitán Saravia,  tuvo que ver con la cancelación de los honorarios “del autor material del asesinato”. Para investigar el caso la Comisión de la Verdad revisó  las investigaciones anteriores y el expediente judicial, así­ como documentos de diversas fuentes, y entrevistó a muchos testigos confidenciales.”

 (Documento tomado textualmente del libro  De la Locura a la Esperanza” La guerra de 12 años en El Salvador,  Informe oficial de la “Comisión de la Verdad” 1992-1993. Caso ilustrativo: Monseñor Romero. San Salvador: Editorial Arco iris, 1993. Págs. 172-180)

Conocido el informe textual de la Comisión nombrada por la ONU, después de una guerra civil sangrienta. En todo caso el asesinato de Monseñor Romero, es motivo de denuncia constante, por los que conocen su martirologio. Históricamente,  Monseñor Romero, considerado  por el pueblo salvadoreño, como profeta  mártir. Aunque  para otros sectores reaccionarios,  contrarios a su posición eclesiástica en los momentos de convulsión polí­tica en el paí­s, su actitud significara lo contrario dentro de los fines de la iglesia misma, porque cuando Monseñor Romero tuvo que denunciar la injusticia social con la verdad, jamás tuvo miedo, fue muy valiente y lo hizo sin temor,  aun cuando los sectores en su contra difamaran su persona; inclusive por los mismos sectores ultraconservadores de la Iglesia Católica Salvadoreña. Quienes lo miraban con recelo e ingenuamente con odio lo juzgaban mal y hací­an de sus homilí­as pastorales una interpretación polí­tica, cuando ciertamente abordaba aspectos de la realidad nacional y denunciaba la violación a los derechos humanos, criticando severamente a la oligarquí­a y gobierno de turno, la violenta represión sangrienta de los cuerpos militares en contra del pueblo salvadoreño. Si bien es cierto, Monseñor, no sólo denunciaba la injusticia social en que el pueblo siempre ha vivido, sino criticaba la polí­tica, a raí­z de analizar los graves problemas de la realidad nacional e inmerso en una sangrienta guerra civil; una guerra, como producto de la misma injusticia social, del irrespeto a los derechos humanos y a la democracia que hacia la década de los 70-80 se viví­a en El Salvador, en Centroamérica y extendiéndose a posteriores años.  Su actitud siempre fue muy valiente, a pesar de las amenazas a su persona, jamás tuvo miedo contra la muerte misma y cuando lo tuvo fue sincero al manifestarlo públicamente, diciendo que “el temor es algo humano” y desde ya lo denominan “El San Romero de América”. Monseñor es un santo sin altar.  Un hombre común,  lleno de bondad, de humildad, de valentí­a hasta para dar la vida por los pobres. Pues tomó la voz del pueblo oprimido, de sus lamentos para responder a los enemigos de clase, que no tienen respeto por los más humildes, la explotación inmisericorde que sufren, ante los poderosos del dinero; ellos que manejan el poder económico, que están bien con su Dios y con su estómago.  Para muchos de sus fieles que siempre lo seguimos, Monseñor Romero vive en nosotros. Y en todas partes del mundo, desde Europa, Asia, África, Australia, y América se le recuerda con cariño y en cada homenaje en su aniversario de muerte, se repiten sus palabras,  denunciando la represión militar del momento histórico que enfrenta. Monseñor Romero, no solo es “la voz de los sin voz”,  sino que es la voz de la conciencia, de  la esperanza; es la voz de un pueblo combatiente en su justa lucha por alcanzar una vida con más dignidad humana, para todos sin distinción de clases, donde no impere el egoí­smo, la  envidia, las ambiciones, riquezas,   ni las maldades, peor si la acaparas con el sudor de los más humildes, Monseñor luchaba por un mundo mejor para todos. 

POEMA DE ALFONSO HERNANDES EN HONOR DE MONSEí‘OR

“Epitafio sobre la tumba de Monseñor Romero”

Aquí­ yace Monseñor Romero,

Hombre noble que lucho por la libertad,

Sus palabras eran ráfagas en los oí­dos de  los

Opresores;

Emputecidos (como puercos hambrientos)

Se lanzaron a devorarlo.

Los judas de la democracia Cristiana

Danzaron la orgia de la muerte. Monseñor

Desclavo a Cristo del Madero

Y se unieron a las filas de nuestros

Aguerridos combatientes.

Alfonso Hernández

Poeta salvadoreño también mártir de la revolución

caí­do en combate el 10 de noviembre de 1988.

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Alfonso Velis-Tobar
Alfonso Velis-Tobar
Escritor, poeta y académico salvadoreño, residente en Canadá. Colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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