martes, 16 abril 2024

Del beso

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"Señor, quisiera saber quién fue el loco que inventó el beso", preguntó el escritor Jonathan Swift. Yo también he querido saber más sobre ese acto tan bello y único. A pesar de que en Occidente es una de las expresiones de afecto más cotidianas, poco sabemos del ósculo. Cómo influye en nuestras vidas ese acto que inicia desde que estamos lactando y que es dado con los labios, la zona erógena del cuerpo que está más expuesta. Los besos son vitales dentro de las relaciones sociales. Desencadenan una tormenta hormonal en nuestro organismo y son claves para que vivamos en armonía.

Del beso francés al beso de Judas, músicos, poetas y cantantes han tratado de describir qué es el beso y las sensaciones que desencadena. Neruda, en su poema Me gustas cuando callas, nos dice: "Me gustas cuando callas porque estás como ausente (…) y parece que un beso te cerrara la boca". Amado Nervo, por su parte, en el poema Las puertas se pregunta: "¿Cuándo habrán de temblar esos cristales empujados por sus manos ducales, y con su beso ha de llegar a ellas, cual me llega en las noches invernales el ósculo piadoso de una estrella?”. El beso, pues, es uno de los actos más dulces creados por los seres humanos.

Según la filematología, que es la ciencia que estudia el beso, hay una teoría que relaciona el origen del beso con el vino en la antigua Roma. Señala que entonces estaba prohibido que las mujeres casadas bebieran vino. Esta prohibición era más estricta si el esposo andaba en una campaña bélica. Para comprobar si la orden había sido acatada, los romanos llegaban de sorpresa a sus casas y posaban sus labios sobre los de sus amadas.

Estudios afirman que el beso está relacionado con la lactancia y el pecho materno, pues es ahí donde, por vez primera, nuestros labios saben de la calidez y la ternura de quien nos ama. Además, el beso es un potente liberador de neurotransmisores (que son los que generan las conexiones químicas entre nuestras neuronas), tales como: la dopamina, la epinefrina, la endorfina y la oxitocina.

Al besar, ponemos en movimiento 30 músculos faciales, aproximadamente, 17 de ellos relacionados con la lengua, se transfieren 9 miligramos de agua, además de millones de gérmenes, bacterias y microorganismos, y se queman, a lo largo de tres minutos, unas quince calorías.

La profesora de antropología de la Universidad de Rutger, Estados Unidos, Helen Fisher, que ha hecho estudios sobre el papel del beso, asegura que "besar es un poderoso mecanismo de adaptación", presente en más del 90% de las sociedades humanas. Sin embargo, añade, no se debe olvidar que "los chimpancés y los bonobos se besan, los zorros lamen sus hocicos entre sí, las aves se picotean y los elefantes ponen sus trompas en las bocas de los otros miembros de sus manadas".

De acuerdo a los estudiosos del beso, la liberación de endorfinas, que se produce cuando juntamos nuestros labios con otros, combate el desánimo y evita caer en la depresión. Como vemos, el beso tiene un poder terapéutico y psicológico impresionante. “Con un beso se comunican muchísimas cosas”, comenta Francesca Albini, autora del libro Besoterapia. “Es una demostración de cariño, de amor, de respeto, de amistad”, sentencia.

Volviendo al potenciador de neurotransmisores que es el beso, éste es como una droga natural y si queremos besarnos más es porque el cerebro es adicto a la oxitocina que, a su vez, se produce cada vez que nos besamos, formando un placentero círculo virtuoso que pareciera no tener fin. La oxitocina influye en funciones básicas como el enamoramiento, los orgasmos, el parto y el amamantamiento, y está asociada con la afectividad y la ternura.

Como sea, ¿quién no ha perdido la cabeza al sentir la humedad de unos labios que piden ser correspondidos? Además de ser una muestra ideal de afecto, el ósculo es un potente estimulante erótico, capaz de aumentar nuestra presión sanguínea y acelerar las pulsaciones cardiacas, al grado de sentir que desfallecemos. Unamuno lo dijo sabiamente: "Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá".

 

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Manuel Vicente Henríquez
Manuel Vicente Henríquez
Columnista de ContraPunto https://twitter.com/Pregonero_SV
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