Noé Sebastián Molina tiene sólo 27 años pero una historia en la que entran varias vidas. Abandonado por su familia cuando era un bebé, sobrevivió en casas de acogida donde fue abusado sistemáticamente. Allí fue donde también comenzó su transición de género en medio de los prejuicios. Después de muchas luchas pudo salir adelante gracias a una beca deportiva para personas ciegas. Hoy forma parte de la selección de Goalball y consiguió trabajo en una fábrica.
Noé nació en junio de 1992 en el municipio de Metapán, un poblado colonial situado 118 kilómetros al noroeste de la capital. Su padre lo abandonó y su madre lo entregó al resguardo a las “Aldeas infantiles SOS”, en Santa Ana.
En 1997, Noé desarrollaba su vida como una niña; le gustaba jugar al baloncesto y correr, asistía a sus primeras clases y dice que “era feliz”. A Noé se le asignó el sexo femenino, pero desde que era pequeño se sintió más cómodo identificándose como un niño.
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Un día, un adolescente ocho años mayor que él durante la hora del recreo lo llevó con engaños hasta su habitación y lo abusó sexualmente. Desde entonces lo violó en reiteradas veces.
“Yo solamente quería jugar, no que me hicieran eso. Me decía ‘vení, vamos al cuarto’, me comenzaba a jalar de los brazos y yo me resistía. Me encerraba en el cuarto con pasador y ya estando ahí me quitaba mi ropa y me decía que íbamos a jugar de papá y mamá. Yo le decía que no quería jugar de eso”, cuenta Noé a Presentes.
Una ONG que no escuchó y un Estado sin respuestas
Noé denunció a su violador desde el inicio, pero asegura que nadie le creyó. El atacante lo mantenía amenazado con golpearlo o con volver a repetir el ataque si lo delataba. “Como yo ponía queja, él volvía a hacer lo mismo, fue más de un año que pasé en ese infierno”, expresó.
Aldeas Infantiles SOS es una organización sin fines de lucro que provee a nivel mundial resguardo a niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad y abandono. En El Salvador cuenta con cinco sedes a nivel nacional-
“Ponemos mucho esfuerzo y cuidado en la prevención de estas situaciones, pero ante la eventualidad de que sucedan, promovemos siempre la denuncia e investigación de cada caso y acorde a la legislación”, respondió Aldeas Infantiles a Presentes al ser consultados por este tipo de hechos.
“Cuando dije que me gustaban las mujeres, en el centro de acogida me mandaron con un psiquiatra que me daba pastillas para dormir. Me decía que lo que hacía no era correcto”, cuenta Noé.
Presentes también solicitó a la Fiscalía General, vía ley de acceso a la información, todas las denuncias, avisos, querellas y partes policiales sobre los delitos: Violación en menor o incapaz; estupro y agresión sexual en menor e incapaz, cometidos en las Aldeas Infantiles SOS de El Salvador, pero no hubo una respuesta favorable.
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“No se cuenta de forma automatizada en nuestro sistema institucional con el nivel de detalle de que el hecho haya sucedido en las instalaciones de Aldeas Infantiles SOS. Por lo tanto, la información que se entrega corresponde a la cantidad de casos ingresados por los delitos solicitados, donde el lugar del hecho son: albergues, hogar de niños, guarderías y casas de resguardo, que son variables existentes en nuestra base de datos”, informó la fiscalía a Presentes.
Ese mismo año, en 1997, los oftalmólogos que atendían a Noé le diagnosticaron retinitis pigmentosa, una discapacidad que todavía tiene. En su mirada solo hay manchas y sombras.
Ocho años después, Noé volvió a ser víctima de abuso sexual. La segunda agresión fue causada por una de las cuidadoras. Ella tenía unos 35 años y él 14. Al conocerse el caso por queja de otra interna, la empleada fue despedida y encarcelada por el delito de agresión sexual. Al cumplir 15, fue trasladado a una casa juvenil porque la institución consideró que podría replicar los abusos que sufrió con el resto de niños y niñas del albergue.
La vida después de Aldeas
En la actualidad, Noé solamente tiene el 10 por ciento de visión, condición que le dificulta desplazarse. Siempre carga en su mano derecha un desgastado bastón que lo ayuda a guiarse por las calles adonde va. Se fue de Aldeas Infantiles en 2011. Lo citaron en la dirección y le notificaron que tenía un mes para preparar sus maletas y buscar adonde irse. Sin opciones donde alojarse, decidió buscar la ayuda de un amigo que conoció en la escuela de ciegos. “Al salir del hogar siempre pensé ‘¿para amigo”.
Su primer empleo fue en una clínica de masajes, ahí pasó unos años. Luego fue contratado en la fábrica de ropa INTRADESA, donde trabajo durante seis años y cuatro meses hasta que fue despedido. Según cuenta, fue por prejuicios a su identidad y expresión de género.
Empezó a autohormonizarse porque el costo es menor que al aplicarse en un centro especializado. El Congreso de El Salvador no ha aprobado una ley de identidad que permitiría recibir las terapias de hormonización en el sistema de salud público.
De acuerdo a la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (REDLACTRANS) en 2017 el ministerio de salud de El Salvador sugirió suprimir el derecho fundamental de las personas trans a recibir tratamientos hormonales, debido a que el Estado no tiene los recursos financieros suficientes.
El deporte como refugio
Después de perder el empleo en la fábrica en noviembre de 2018, Noé tuvo que vender las pocas pertenencias para poder subsistir. Recuerda que poco a poco tuvo que despojarse de su refrigeradora, computadora y aparato de música.
Sin empleo, solicitó una beca deportiva al Instituto Nacional de los Deportes (INDES), que le permitió durante cinco meses recibir alimentación y entrenamientos diarios en el deporte que le apasiona: Goalball.
El Goalball es un deporte creado para personas ciegas o con baja visión. Está conformado por equipos de tres personas que deben evitar que una pelota con cascabeles en su interior pase la meta. Noé lo practica desde 2011.
Noé forma parte de la selección de Goalball femenino, debido a que su documento de identidad aun conserva el nombre asignado al nacer. Ocupa la posición lateral. De acuerdo a su entrenador, tiene uno de los golpes más potentes de Centroamérica.
“El desempeño de él es importante para beneficio del equipo. Es un jugador muy destacado por su alto conocimiento del deporte. Es muy importante tenerlo en el equipo”, dijo a Presentes el entrenador David Amaya.
En octubre de 2011, formó parte de la selección de Goalball que participó en los XVI Juegos Paraolímpicos, en Guadalajara, México.
Para cubrir el pago cuarenta dólares de la casa que alquila en una colonia dominada por la pandilla Barrio 18, el pasaje del transporte y la comida de los fines de semana, Noé optó por vender dulces en las instalaciones del centro deportivo.
En la Villa Olímpica no ha sentido discriminación por su identidad y expresión de género, aunque asegura que le gustaría que lo trasladen a la selección masculina de Goalball.
“Lo que me haría mas feliz es ser yo mismo, no ocultar quien soy el tener una vida común y corriente sin que me importe tanto lo que la gente piense o digan. Creo que he tenido una fortaleza para sobrevivir”, dijo.
En los primeros días de noviembre de 2019, Noé está feliz porque finalmente encontró trabajo.
Fue incluido en un programa de entrenamiento para personas con discapacidad visual. En el período de dos meses tendrá que demostrar que su baja visión no es impedimento para realizar el trabajo de etiquetado de una fábrica de productos plásticos.
“Me siento contento porque desde hace un año estaba buscando un trabajo, ahora tengo una nueva oportunidad y me voy a poder hacer de mis cosas de nuevo, voy a volver a tener la vida que tenía”, expresó Noé.
NOTA: Este reportaje se publicó originalmente en: http://agenciapresentes.org/
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.