viernes, 4 octubre 2024

CRÓNICA: No somos nada

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Mis recuerdos me llevan a Las Colinas en el 2001 durante la emergencia por el primer terremoto. Ayudaba en labores de remoción de ripio y rescate en la casa de un hombre que, en medio del deslave, aseguraba que esa era su casa y que su hija y su esposa estaban ahí, soterradas

Me levanté, saqué a mi perro a caminar y me alegré de poder respirar el aire de la mañana. El perro no quiere quedarse mucho tiempo afuera pues la llovizna no para. Regreso a mi apartamento y preparo unos panes que compré a un motociclista la noche anterior en Santo Tomás. Pongo el café en la cafetera y, como cada mañana, leo las noticias en mi celular. El aroma del café llena mi cocina. Le pongo la crema y los frijoles a los panes. Leo algo sobre un derrumbe sobre la carretera a Santo Tomás y la persona de espaldas en la foto se parece a mi amigo Francisco. Le escribo para decirle que me enteré del derrumbe y que si le puedo ayudar en algo, pero su cuenta de WhatsApp me dice que se conectó a las 4:00 de la mañana por última vez. La ansiedad me oprime impetuosamente.

Le llamo a mi hermano y me dice que ha habido un violento y estrepitoso deslave en la montaña de la casa de Francisco que ha arrastrado todo lo que encontró a su paso. Él quiso acercarse y los socorristas no lo dejaron. Me apresuro a escribirle a un vecino suyo, al lado del derrumbe, y me dice que él está bien, que no está en la zona. Mientras le escribía para preguntarle sobre Francisco me cae su mensaje diciendo “Ahí nuestro vecino el pintor quedó soterrado, al menos es lo que dicen”.

A Francisco lo vi ayer en frente de su taller cuando iba a reparar unas goteras a mi madre, quien vive a 500 metros del alud. Vi que las láminas de su taller tenían lodo encima y él estaba en la calle hablando con otras personas y no atendió a la bocina de mi carro. Pasé de regreso por la misma calle y seguía lloviendo. Había lodo en el área pero era entendible por la tormenta, sin saber que la tierra ya no aguantaba más agua. ¿Y si hubiera pasado mientras el motociclista del pan pasaba? ¿Y si hubiera cedido la montaña mientras pasaba yo?

Dicen las noticias que al parecer el derrumbe ocurrió a las 3AM, lo que me pone a pensar que Francisco estaría vivo a las cuatro, según su cuenta de WhatsApp. Me desgarra pensar que a esa hora estaba luchando por alcanzar su teléfono y de alguna forma logró afianzarlo y abrir la aplicación. No puedo imaginar la angustia de Francisco al estar en la oscuridad, mojado, con frío, sin saber de sus familiares.

Mis recuerdos me llevan a Las Colinas en el 2001 durante la emergencia por el primer terremoto. Ayudaba en labores de remoción de ripio y rescate en la casa de un hombre que, en medio del deslave, aseguraba que esa era su casa y que su hija y su esposa estaban ahí, soterradas. De repente, un carro enterrado comienza a pitar y el hombre en su desesperación nos dice que nos apresuremos pues él sabe que es su hija quien pita. Se redoblan esfuerzos y al final ni era su carro ni había nadie pitando sino una roca que presionaba el claxon. Esa imagen quedó tatuada en mi mente y ahora, como padre, me compunge pensar en el resultado.

La lluvia ha cesado, pero la montaña guarda las toneladas de agua. Los socorristas exhaustos no se detienen en la búsqueda. Los parientes de Francisco están ahí, esperando alguna noticia. Yo estoy al otro lado de la computadora rememorando y diciéndole palabras de aliento al viento para que mi amigo siga pintando.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.
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