sábado, 7 diciembre 2024
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COVID-19, el meteorito político

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Pero ya la ideología neoliberal había penetrado hasta la médula. ¿Cuándo el FMLN perdió el rumbo? ¿Con el asesinato de Roque Dalton? ¿Con los asesinatos de civiles, como Mauricio Borgonovo Pohl, Walter Béneke o Rodríguez Porth? ¿Con la industria de los secuestros, incluidos mujeres y niños? ¿O con los asesinatos de Mayo Sibrián y los de Nicaragua?

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Hace unos días, en el periódico ContraPunto, donde colaboro como columnista, bajo mi nombre, en mi artículo “El Covid19 y la geopolítica”, borraron “Columnista de ContraPunto” y escribieron “Comunista de mierda”. No me siento ofendido, al contrario, es un halago. Aunque nunca he pertenecido a dicho partido, ni he abrazado su ideología. Pero tengo excelentes amigos que sí, con quienes nos respetamos y compartimos ideales y aspiraciones de paz y justicia social. Igualmente me honra cuando los sectarios recalcitrantes de izquierda me señalan como derechista. Son amigos igual, con los que tomo un café de vez en cuando. Mi posición es y ha sido –y será siempre–, de librepensador. Eso, por supuesto me vuelve sospechoso de todo, como dice el poeta.

Aunque lo más interesante es lo que podemos inferir de la etiqueta que me colocó aquel admirador anónimo. Mi escrito es sobre cómo el Covid19 está influyendo en la geopolítica. No refleja más que una absoluta ignorancia de las condiciones actuales. A todas luces, es alguien que se quedó en la guerra fría. El mundo está cambiando a pasos agigantados. Y parece que el Covid19 es el meteorito que va a extinguir los dinosaurios políticos de todos los signos.

Ya bien lo ha definido Dagoberto Gutiérrez, como una guerra entre la salud y la economía. En los Estados Unidos se refleja muy bien. El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, en declaraciones a la BBC, dijo el 26 de marzo de este año, que no se puede sacrificar la economía por salvar la vida de los mayores. Que él mismo, de setenta años, estaría dispuesto a dejarse morir. ¿A qué economía se refería? Por supuesto a la economía de la liberalización del mercado, conocida también como el neoliberalismo.

Este sistema económico prioriza el mercado por sobre todo, incluido el ser humano. Impuesto desde los años 60, en todo el mundo, a partir de generar crisis sociales. Naomy Klein, en su libro “La doctrina del shock”, dice: “La «doctrina del shock» es la estrategia política de utilizar las crisis a gran escala para impulsar políticas que sistemáticamente profundizan la desigualdad, enriquecen a las elites y debilitan a todos los demás”. Con esta doctrina, el poder del Norte elevó su dominio a un nivel más invasivo e incisivo.

Después del golpe de estado chileno, los economistas salidos de las aulas del neoliberalismo, ahijados del creador de la teoría, Milton Freedman, llamados los “Chicago Boys”, tuvieron la gran oportunidad de desarrollar el sistema económico en la práctica. De la misma manera, dicho sistema fue imponiéndose en todos los demás países a partir de las crisis, generadas por las mismas políticas de los gobiernos entreguistas o desastres naturales. El mundo vio, con asombro, cómo se imponía una economía que valoraba el mercado, sobre todo. Y cuando digo todo, es TODO. Los gobiernos privatizaban todas las empresas estatales, reducían los servicios sociales al mínimo, incluyendo la salud (ojo), la educación, la protección del medioambiente, las áreas culturales, como lo dicta la doctrina neoliberal. El estado se reducía al mínimo en toda su responsabilidad social, o sea con respecto a sus contribuyentes, exceptuando el sistema de justicia, totalmente al servicio del sistema y los cuerpos represivos. En síntesis, menos educación y salud, más policías y soldados.

El as escondido en la manga era que dicha doctrina es también una ideología: La ideología del individualismo a ultranza, la negación de la solidaridad y empatía hacia los demás, todo resumido en la tesis macabra del darwinismo social, donde el pez más grande se come al más chico, como parte de la naturaleza humana. Todo este panorama ideológico, permeó toda la sociedad, izquierdas y derechas por igual. Desde entonces, aplaudieron la viveza de los corruptos e ignoraron a los débiles y las víctimas de las injusticias sociales y sus secuelas.

Ya casi aterrizamos en la historia reciente, de 1980 y subsiguientes décadas, en nuestra región. A esas alturas, la Unión Soviética ya había cumplido su ciclo histórico y, con Gorbachov, caía la cortina de hierro. El 9 de noviembre de 1989, el paradigmático muro de Berlín es derrumbado, punto de partida del derrumbe del llamado “socialismo real”. Dos días después, el 11 de noviembre del mismo año, la guerrilla del FMLN, acuerpada por muchas fuerzas civiles –hay que señalar, muy claramente, que hubo un gran acompañamiento civil en esa acción– ponía en jaque al Ejército salvadoreño, con la Ofensiva hasta el Tope. ¿Conspiración?, ¿coincidencia?, ¿sincronía kármica? No lo sé. Pero el caso es que el diálogo por la paz se reabrió y culminó en los Acuerdos de Paz, el 16 de enero de 1992.

Pero ya la ideología neoliberal había penetrado hasta la médula. ¿Cuándo el FMLN perdió el rumbo? ¿Con el asesinato de Roque Dalton? ¿Con los asesinatos de civiles, como Mauricio Borgonovo Pohl, Walter Béneke o Rodríguez Porth? ¿Con la industria de los secuestros, incluidos mujeres y niños? ¿O con los asesinatos de Mayo Sibrián y los de Nicaragua? No me atrevería a afirmar una fecha, pero todo eso que he mencionado, no tenía nada de revolucionario. La incorporación a la Asamblea, de los sobrevivientes de las purgas intestinas, no fueron justamente de los mejores, los profesionales, intelectuales y tecnócratas, que podían elaborar planes y proyectos de gobierno.

Fueron treinta años desperdiciados para hacer labor ideológica entre la población, para cambiar los paradigmas de la guerra a los ideales de la democracia. Era pedirles demasiado, si nunca practicaron la democracia interna en el frente. El gobierno interno de la guerrilla fue el verticalismo y la eliminación física de los disidentes. Diz’que para salvaguardar los principios revolucionarios. Incluso, después de los Acuerdos de Paz, cuando ya no sería muy bien visto andar matando disidentes, practicaron el fusilamiento civil, acusándoles de traidores. Y, mientras los dirigentes de la izquierda se peleaban por cargos rimbombantes y ampulosos como: “presidente”, “secretario general”, “guerrillero legendario”, “diputado”, etc., el neoliberalismo ganaba terreno entre la población, la derecha depauperaba la historia de heroísmo y sacrificio que significó nuestra lucha e imponía la ideología del individualismo a ultranza. Así, nuestra historia terminó en un pleito de mercaderes, por cargos y buenos salarios y convirtieron al FMLN en una empresa electorera como todas. La gente nuestra, harta de veinte años de saqueo neoliberal, le dio oportunidad a la izquierda, sin saber que sería un cambio de la cleptocracia (el gobierno de la corrupción, el nepotismo, el clientelismo político y el peculado) a la kakistocracia, o sea el gobierno de los peores, término acuñado por el profesor de la Universidad de Turín, Michelangelo Bovero.

Volviendo al principio, me llama mucho la atención eso de “comunista de mierda”, porque haciendo este recuento de nuestra historia contemporánea, no veo más que fracasos de ambos sistemas. Resumiendo, desastres de la civilización occidental. Para ser comunista, por favor, préstenme una soga y díganme en qué rama la amarro para colgarme. Y para ser derechista, dónde compro la soga.

Este artículo ya está lo suficientemente largo. Esperen una segunda parte.

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Carlos Velis
Carlos Velis
Escritor, teatrista salvadoreño. Analista y Columnista ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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