Es jueves 25 de enero y un amigo me confirma: falleció la escritora salvadoreña-nicaragí¼ense Claribel Alegría.
Claribel vivió por más de 93 años. Sus versos, su voz poética, de lo más hondo y entrañable en Centroamérica.
Escribió hermosas líneas en la vida y en la literatura. Autora de poemas, cuentos, novelas, testimonios y traducciones, Claribel era hija de un nicaragí¼ense y una salvadoreña. Había nacido un 12 de mayo ded 1924 en Estelí, en el norte de Nicaragua, y a los pocos meses su familia pasó a vivir a Santa Ana, en el occidente de El Salvador.
Ávida lectora y contadora de historias, Claribel contagiaba con su risa. Y tenía cierta debilidad por el loroco. Así que más de alguna vez le ayudé con sus antojos con pequeñas raciones de loroco que me hacían llegar mis padres desde El Salvador.
En los últimos años escribía sobre la muerte, dialogaba en sus versos con esa etapa final de la vida. Silencios que son palabras, tonos grises que son luz, hondura emotiva como escribió en Soltando amarras: A pesar de mi largo coloquio/ con la muerte/ me resulta difícil/ desprenderme a mí misma/ concebirme.
Quedan sus versos, sus libros, y en ellos queda Claribel. Ella y su oficio, para recordarnos que las emociones existen, que la memoria sirve, aunque en los tiempos marquen ahora por la inmediatez y se nos quiera convencer de lo contrario.
Quiero recordarla, menuda y riendo a carcajadas en el jardín de su casa en Managua, con una broma lista y una madeja de versos saltándole hermanadamente al mundo.