sábado, 13 abril 2024

Carne Peruana: una mirada a la ganadería peruana

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Relaciones económicas del Perú con Centroamerica, un caso a considerar el de la diplomacia ganadera.

Por Hans Alejandro Herrera Núñez


En el país de los incas uno supondría que se comen maíz y carne de alpaca o pescado todos los días, es lo que muchos en centroamérica pensaríamos, sin embargo el país altoandino más se parece a China o Vietnam en el consumo de arroz (arroz por todos lados), y por otra parte está la descomunal omnipresencia del pollo en los platos peruanos. Si bien la carne de alpaca no sea muy accesible definitivamente aquí algo no cuadra con un país que mira al mar y con espacio para criar ganado, y aunque es un espacio menor a otros países por lo accidentado de su geografía, amerita pensar si no está debidamente aprovechado el espacio a través de la técnica y la asociatividad, además de la conectividad. Es respecto a este último aspecto, el de la carne, por el que entrevistamos a una serie de expertos en la materia para que nos den una panorámica de la seguridad alimentaria en el país andino, a su vez que nos ejemplifican lo difícil o hasta heroico que resultó ser la compra de un núcleo genético de alta calidad, como es el caso de la importación de ganado cebú desde Panamá, la primera importación a Perú después de unos insólitos treinta años de atraso genético. La tierra de Mario Vargas Llosa es un país que en palabras del embajador peruano Guillermo Russo Checa, “si no hay arroz ni pollo, en Perú hay revolución”.

Todo empieza en Panamá. Si hay un lugar donde se conecta Latinoamérica y el mundo, ese es el país del istmo. Carlos Lee un reconocido ganadero nacido en Panamá, pero más conocido como beisbolista en la década de los noventa y los 2000 en los Milwaukee Brewers así como en los Texas Rangers, es propietario de la Ganadería Karla Mary, ubicado en Aguadulce, provincia de Cocle en Panamá, y nombrada en honor a su esposa Mary y su hija Karla. Su pasión por el ganado empata con la cría de ganado sobresaliente de registro Brahman. Desde 2004 Lee y su familia comenzaron su participación en la raza Brahman. Su minucioso estudio de este ganado ha resultado en el éxito de su ganadería, llegando a exhibir campeones a nivel nacional e internacional en todo Panamá, Centro América y los Estados Unidos. Sus toros son de reconocimiento mundial por su extraordinaria caracterización racial, expresión muscular, estructuralmente correctos y su atractivo físico. Su hato ganadero es de 2 mil 500 cabezas.

En 2013, el entonces embajador de Perú en Panamá, Guillermo Russo, sirvió de facilitador para conectar, como lo haría el canal de Panamá, el núcleo genético de Lee con los llanos tropicales de la selva peruana. Pero esto cabe mencionar que en Perú no se había importado ganado desde hacía treinta años antes de esta operación. Lo cual resulta de un significativo retraso en cuanto a mejoras genéticas respecto a la carne, un alimento, paradójicamente, escaso, en un país que cuenta con espacios para la ganadería cómo son la campiña de Cajamarca, las pampas de Junín, el altiplano de Puno mismo (zona de conflictos sociales en la actualidad) o incluso, como ocurre ahora, en la selva peruana cuyo clima se aproxima mucho al de Panamá. Fue esta semejanza tropical lo que, como diría Leonardo Polo, “entusiasmó el empuje necesario para la realización de una meta”.

Pero antes un poco de contexto ganadero.

Panamá, carne y trámites

Panamá es un país de un poco más de 4 millones de habitantes, dónde la actividad ganadera es una de sus principales industrias. Al cierre de julio 2022 se sacrificaron en Panamá un total de 202.743 cabezas de ganado vacuno, siendo marzo el mes de mayor sacrificio (31.520).

Por otra parte, cabe mencionar que, en Panamá, la actividad ganadera ocupa un área de 1,384,455 hectáreas con un hato de 1,533,456 cabezas de ganado (aproximadamente 1.1 animal/ha).

Por ese entonces a través de un grupo de expertos y profesionales y el ejercicio de la diplomacia ganadera, que es el ejercicio de un diplomático de coadyuvar a promover la inversión y desarrollo del país que se representa; se ofrecieron las facilidades, o mejor dicho se pudieron remontar las dificultades de un proceso como la importación de cabezas de ganado vivo. Cabe entender que este tipo de operaciones no son sencillas ni rápidas, ora por las normas y protocolos entre países, ora por los trámites que en el caso peruano se tuvo que literalmente desenterrar a través del ejercicio de arqueología documental (insisto, treinta años es mucho tiempo, imagínese toda la gente que hizo toda la operación la última vez y que ya había muerto hasta la siguiente operación en 2014), ora por el tiempo que tomaba, un factor crucial en el mundo de los negocios. Un privado por si solo y aún con todas las ganas del mundo no podría haberse aventurado a una aventura semejante sin antes perder la paciencia en los primero seis meses. De ahí la necesidad de todo un equipo para concretar una operación como esta. Por un lado tenemos a Gabriel Rodríguez Marqués, experto en las áreas de seguridad alimentaria, desarrollo rural y pesca y quien funge como Representante del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, un organismo especializado en agricultura que desde 1940 apoya, estimula y promueve los esfuerzos de los Estados Miembros de la OEA para lograr el desarrollo agrícola y el bienestar rural por medio de la cooperación técnica internacional de excelencia), a Carlos Ginocchio Celi experto en agronegocios y gerente en esa época de Agrobanco Perú, Dicson Quijano, empresario ganadero peruano propietario de la Hacienda La Herradura quien importaba el ganado, y Guillermo Russo, embajador peruano en Panamá por esos años.

Y aquí empieza la aventura.

El ganadero de la selva

Dicson Quijano es un hombre de mediana edad, padre de dos niñas, y un hombre apasionado con el tema ganadero, cuya Ganadería se encuentra en la región del trópico de la selva peruana en dónde empezó en 2004. “Antes hubo mucha genética en Perú” nos comenta Quijano “eso entre 1970 y 1987 el Estado invirtió millones en importar ganado, pero toda esa genética ha desaparecido, quizá por falta de experiencia técnica”.

Desde 2007 Quijano ha venido participando en los congresos mundiales de carne y ganado Cebú, desde Brasil, Colombia, Paraguay, Houston o Panamá y otros países.

“Ahora recién se está desarrollando la genética de ganado. A raíz de todo lo que se ha desaparecido hemos retomado y hemos formado la asociación peruana de criadores de cebú en Perú (ASOCEBU PERU), como las que hay en Brasil, Colombia, Bolivia, Venezuela, Costa Rica etc. y me ha tocado presidirlo y dentro de los primeros objetivos son reglamentar los registros genealógicos de las razas cebuinas para establecer un programa de mejoramiento genético que permita sentar las bases sólidas para una ganadería sostenible en la parte genética y sustentable que permita sobre todo al pequeño productor ganadero, mejorar su nivel de vida así como minimizar el efecto invernadero con una producción ganadera a pasto”. Actualmente Quijano funge de una especie de conector para la asociatividad de ganaderos peruanos, los cuales en su gran mayoría se encuentran hasta hace muy poco, y por muchos años, desarticulados, lo cual podría explicar la situación de retraso productivo del sector cárnico en Perú.

“Nos ha ido bien con la convocatoria. Estamos presente en nueve regiones: Madre de Dios, Cuzco, Huánuco, Cerro de Pasco, Ucayali, Cajamarca, Amazonas, San Martin y Loreto, que son las que tienen ganadería en el trópico. En todo el Perú se estima haya 5 millones de cabeza de ganado, lo cual es ínfimo frente al resto de países o nuestra propia población”.

Respecto a la compra de núcleo genético, nos menciona:

“Siempre ha sido la parte burocrática. Es complicado comprar componentes genéticos. Y la carne de Perú ha sido catalogada como carne de segunda por no haber un control y reglamento claro en todo el proceso. El mercado no lo articula el Estado, del productor al consumidor. Entonces se lo han apropiado los comerciantes y tal como lo compran lo matan, viene maltratado. Y encima no hay un marco legal de clasificación de carnes. Los que lo han generado han sido los supermercados bajo las condiciones de ellos. Simplemente la reglamentación sobre clasificación de carnes en Perú no existe, y esto porque los ganaderos estamos desarticulados. No obstante, ahora hay una esperanza de parte de los ganaderos que venimos asociándonos, somos más de mil ganaderos sobre cien mil cabezas de ganado. Se nota la necesidad que hay de organizarse y estamos haciendo un reto de encaminarlo, de llegar al bienestar y mejorar el nivel de vida de los productores. En lo referente a Panamá, después de treinta años tuvimos la primera importación de animales, un núcleo genético para mejorar, gracias al embajador Russo. Fue ahí que nos dimos cuenta que no está reglamentado los registros genealógicos de las razas cebú. Por ello necesitamos trabajar el reglamento conjuntamente con el (MIDAGRI) de acuerdo con el decreto supremo 040-85/AG para con ASOCEBU PERU tomar la responsabilidad y manejo de los mismos y luego implementar un programa de mejoramiento genético. Pero es importante la gestión de lograr un marco legal que garantice una producción ganadera sostenible, conforme a los compromisos medioambientales que apuntan a una ganadería cero carbono, por eso la necesidad de marcos legales. Por ejemplo, el reglamento sanitario que recién ha salido el año pasado sobre los centros genéticos y ninguno cuenta con la autorización hasta hoy”.

Existe por otra parte una desproporción respecto a las razas que explica la importancia significativa de la importación de ganado cebú. El cebú en el plan nacional de ganadería 2017 a 2027 alcanza apenas el 3% y el resto de ganado es criollo cruzado que llega hasta el 80% que debería ser a la inversa.

“Los arreglos institucionales son básicos para que esto encamine bien. Hay que sacar nuevos arreglos institucionales. La base genética que desarrolla la ganadería en el trópico del Perú mínimo debería ser cebú y con registro genealógico. Además, en Perú hay como 28 laboratorios para producción embrionaria de fertilización in vitro y ninguno funciona. Hay dos en la Universidad Agraria de La Molina y todos son elefantes blancos. Que aparentemente a la luz parece haber mucha tecnología, pero cuando entramos a la realidad no es así. Todo esto genera frustración. Uno va a ver la tecnología que avanza y no puede traer material genético. Como empresa nosotros tenemos laboratorio y lo hacemos. Como privados. Y nosotros creemos que la ganadería es un tema netamente privado, pero que el Estado debe ofrecernos arreglos institucionales y la academia que lo conforman las universidades e institutos incluido el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas del Perú) deberían hacer la investigación y trasmitirlo a los privados para desarrollar la actividad y eso no está sucediendo”.

Quijano ha llevado autofinanciándose alrededor de 400 cursos tanto en Perú como en el extranjero, cursos desde líneas de sangre hasta programas de genética, como es el proceso de mejoramiento, así como también procesos para articular el mercado. Su Rancho La Tormenta, antes hacienda La Herradura se encuentra en la región San Martin, y cuenta actualmente con animales todos puros de origen gracias a la importación de los animales de Panamá. Años antes ya había viajado a Houston en búsqueda de estos animales.

“Yo ya había separado mi núcleo genético para traer al Perú. Veinte vacas, pero era difícil traerlas. Y en ese lapso Carlos Ginocchio de Agrobanco se encuentra con el embajador Russo en Panamá. Es entonces que el embajador al enterarse que por la similitud de la geografía, por ser Panamá y San Martin zonas tropicales similares, me llama”.

Entonces Quijano tenía que conseguir un vuelo comercial, lo cual era difícil. “Y en eso se aparece el embajador con lo del Agro Banco. Él era el embajador en Panamá y conocían a Carlos Lee. Ahí él me llama y me dice: ‘le vamos a ayudar para que Agrobanco le apoye para llevarse el ganado’”.

Es precisamente esto de lo que debería tratar la diplomacia, fungir de facilitadores a los connacionales que buscan traer inversión o nuevas tecnologías, y no limitarse a ser meros tramitadores de visa que van a cócteles de una muestra de pintura abstracta. Pero volvamos a la historia.

En total llegan a Perú 72 cabezas más uno que nace en el viaje lo que actualmente se convirtió en más de 3000 cabezas de ganado PO de propiedad de Quijano y en varias propiedades ganaderas y se imagina la población ganadera que está mejorando con este núcleo genético es bastante considerable.

“No me lo esperaba. Eso fue el inicio. Nos sentimos satisfechos porque tenemos clientes reincidentes que nos vuelven a comprar. Y ese es el deseo de mi familia y de mi madre antes de fallecer, que debo seguir mejorando ese núcleo genético porque es el acceso de un núcleo genético para los demás pequeños productores (porque se reproducen muy bien, porque son una riqueza viva y nos alegra mucho compartir tanto la genética y los pocos conocimientos de tecnología con nuestros clientes y ahora con nuestros asociados de ASOCEBU PERU). Pero el cuello de botella es que no hay especialistas en el tema en nuestro país, por eso no hay multiplicación de ganado de alta calidad. Ni yo he podido conseguir profesionales acá. Mi esposa es mi columna vertebral, me ha impulsado en todo este esfuerzo. Ahora trabajamos con especialistas de Brasil, y es todo un costo traerlos hasta aquí, porque en Perú no hay. Y estamos sujetos a una estación de monta y a la disponibilidad de los especialistas que vienen a nosotros. Porque tenemos que adecuarnos al tiempo de ellos. Además, son más de 40 años sin inversión en tecnología e innovación en la selva, y ese es un tiempo a remontar”.

El hombre del IICA

Gabriel Rodríguez Marqués, representante del ICAA nos comenta desde Paraguay cómo acompañó en el papel de facilitadores. “El papel del IICA fue de facilitadores de la exportación del señor Lee, de ganado Brahman de alta genética, esto a solicitud del embajador Russo quien nos pidió ayuda para la exportación aérea. Nosotros acompañamos al embajador a hacer la visita de campo”, nos menciona Rodríguez Marqués.

En este tipo de procesos intervienen autoridades sanitarias panameñas y peruanas. Entonces una misión de Agro Banco estuvo en contacto con el Banco Nacional de Panamá, viendo oportunidades de financiamiento. Hoy hay en Panamá un fomento para el sector agropecuario, a través de facilidades financieras para alentar este tipo de negocios.

Este tipo de operaciones requiere de una serie de procesos, como el certificado de salida, auditorías, así como memorandos de entendimiento entre países: si el país A quiere exportar carne al país B.

“Es en vano llamarlo burocracia, es un proceso de garantía, de sanidad del producto porque aquí estamos tratando con la salud humana”.

Además hay una serie de reglas de carácter voluntario que se enmarcan en el Codex Alimentarius y se toma como standard la normativa del codex. El cual va en aspectos como la habilitación de los frigoríficos.

No obstante lo complejo de la operación la exportación fue todo un éxito. Panamá exportó genética de primera línea a Perú, lo cual es algo excepcional. “Fue un hito para Panamá el poder exportar ganado de alta genética” nos comenta Rodríguez Marqués.

Hoy no obstante el mejoramiento genético ha avanzado. Desde pajuelas de semen del animal para inseminar hasta la transferencia de fetos.

Uno podría tener la impresión que países productores de carne como Uruguay o Argentina puedan llevar la delantera en el tema genético, aunque esto es un tanto relativo como nos aclara Rodríguez Marqués: “No es que un país despunte . Todos están haciéndolo en la base en que pueden. Todo requiere de un proceso de adaptación”.

Respecto a la seguridad alimentaria, refiere Rodríguez que el tema es de consumo y este va en relación a las costumbres de los pueblos.

Por otro lado advierte de los desafíos en el campo agropecuario.

“Ya es momento de dar vuelta a la hoja, tenemos que ver la realidad hoy. El campo se está despoblando por varias razones. Entre ellas no hay un cambio generacional, además está la brecha digital que favorece esta migración de jóvenes. Se hace necesaria una mejora en las telecomunicaciones. La ciudad está en un gran debe de la ciudad respecto al campo. Pues han sido los campesinos los grandes héroes junto a los médicos ante la pandemia de COVID. Ellos son los responsables que no faltara comida en la ciudad. Sin embargo esa juventud campesina busca un futuro que requiere ser atendida con decisiones debidas. Hay que construir esas facilidades a la juventud, ellos son los futuros productores, porque los jóvenes son los que vienen con todo en el proceso de tecnificación. Y hay que buscar que ellos estén orgullosos de estar en el campo”.

El banquero agrario

Si el trámite de la importación del núcleo genético de Panamá a Perú empezó en 2014, no fue hasta 2015 que llegó al país de los incas. Así lo resalta Carlos Ginocchio, gerente por ese tiempo de Agrobanco.

“En Panamá nos reunimos con el embajador y me habló del tema ganadero” nos comenta Ginocchio. “Yo había ido a Panamá por otro tema, para hacer una pasantía en el Banco Nacional de Panamá- con quien tenía Agrobanco un convenio- sobre el crédito agrario de la banca de Desarrollo en dicho país. Fue allí donde conocí al embajador Russo Checa, de raíces piuranas por el apellido ‘Checa’. Yo soy piurano. El embajador Russo nos contacta con Lee y Agrobanco encuentra al señor Quijano”. Y de repente un match, el matrimonio perfecto.

Cabe mencionar que fue el entonces embajador de Perú en Panamá, Guillermo Russo quien consigue la línea de crédito del Banco Nacional de Panamá. Por entonces el Diario Correo de Perú:

“El Banco Nacional de Panamá aprobó una línea de crédito de 100 millones de dólares a Agrobanco de Perú para que ganaderos peruanos puedan importar ganado panameño de alta genética”. Sin embargo ese monto no se habría utilizado.

También el medio panameño refirió por la misma época, el 2013, Crítica.com.pa lo siguiente:

“La Asociación de Criadores de Cebú en Panamá (Cricepa), presidida por Norberto Delgado, se reunió con banqueros peruanos y el embajador del Perú en Panamá, Guillermo Russo”.

Esto hace entender la importancia de dicha operación en su momento. A propósito Ginocchio nos menciona:

“Perú llevaba 30 años sin mejoramiento genético. Además estaba que el Perú no tenía autorización para importar el ganado, mientras Panamá tenía todos los permisos”. Cómo había pasado tanto tiempo desde la última importación a Perú, hubo prácticamente que desempolvar una serie de procedimientos lo cuál se tradujo en una demora en los trámites.

“La autorización demoro seis meses”. Uno pensaría al principio que le damos el crédito y listo, pero había que sacar la autorización. La mayor carga de la operación vino de parte de la tramitología peruana. Y no solo se trataba de importar de Panamá sino que hubiera sido lo mismo de cualquier país.

El resultado, una importación histórica. “Entre seis y ocho meses el equipo legal de AgroBanco estuvo viendo los trámites. Entretanto nosotros pensábamos en qué momento el señor Quijano se cansaría, quien debía esperar a recibir el ganado”. Esos ocho meses más la cuarentena que tuvo que pasar el ganado al llegar a Perú suma el tiempo de gestación de una vida. Literalmente una de las hembras llegó embarazada y dio a Luz en Perú mientras terminaba la cuarentena.

Al llegar a su destino final en Tarapoto, se programa una reunión. El banco hace una ceremonia e invitan a Carlos Lee. Era como celebrar el bautismo de lo conseguido después de un complicado parto que en cualquier momento se pudo haber abortado.

Y es que el problema no era que llegara, era que saliera.

El problema con trámites como estos, además de entorpecer y ralentizar operaciones comerciales que han de ser rápidas si han de ser eficientes, es que hacen ver más fácil el pasar de contrabando semen, que pasar un chivo por aduana. “Y eso es lo que promueve el Estado con el exceso de trámites. La corrupción es privada, pero la genera el Estado”.

Una cosa que me sorprendió de entrevistar a Ginocchio fue su siguiente declaración: “Está es la primera vez que me preguntan del tema ganadero”. Lo cual venido de un gerente de un banco agrario resulta sintomático respecto a la perspectiva agropecuaria. Como bien él mismo me indica, lo usual es que se hable de la agroexportación, y no del ganado.

Costumbres acostumbradas: el mercado del alimento en Perú

El PBI (favor) nacional peruano del sector agropecuario está compuesto por 70% la parte agraria (cultivos) y 30% la pecuaria (en esta pecuaria, 25% son aves, y 5% el resto de ganado).

Lo que más extraña es que pocos países consumen tanto pollo como el Perú. Hace pensar a uno que el consumo de pollo parece una jugada de EE.UU. por el maíz que se le vende a los peruanos para alimentar a una súper población avícola. Según Ginocchio hay alrededor de 3 mil productores que cuentan con 170 millones de aves de corral, en su mayoría pollos de engorde.

Cabe resaltar que Perú importa al año cerca de tres millones de toneladas de maíz amarillo duro desde Argentina, 563.000 toneladas desde Estados Unidos; 55,000 desde Brasil y 25,000 desde Bolivia y otros. Perú solo produce 25% del maíz amarillo duro que se consume.

Otra perturbante paradoja de todo esto es que siendo Perú un país que mira al mar y es atravesado por muchos ríos, sea un país en que se coma más pollo que pescado.

La concentración de la producción avícola en Perú me hace sospechar de la existencia de grupos de interés detrás, solo eso explica la pequeña producción de carne e incluso el todavía pequeño consumo del pescado comparado al del pollo. En Hungría con una población de apenas un tercio de la del Perú se consume más pescado, y lo más contradictorio es que se trata de un país mediterráneo en el puesto cien de superficie entre los países, mientras Perú tiene el puesto 19 en superficie terrestre global. Esto simplemente no tiene sentido, como no lo tiene que el sector pecuario sea hegemónicamente dominado por el subsector avícola, que por sí sola constituye una gran industria, y por ende un eje de poder, de poder alimentario. Quien da de comer mece la mesa del mundo. No obstante cómo me menciona Ginocchio, la cría de aves resulta menos costosa en inversión que el de la res. También otra razón de esta hegemonía es la histórica falta de asociatividad entre ganaderos, mientras la industria del pollo engloba en solo 10 empresas grandes la administración de hasta un 80% del mercado. Esto se traduce en que el peruano promedio consume 55 kilos de carne de ave, frente a los 25 kilos de pescado o los 6 kilos de res. Otra razón es la falta de gestión comercial en el sector ganadero, pues se hace notoria una formación gerencial así como una orientación comercial. Mientras tanto el Perú come pollo que se alimenta a su vez con maíz oriundo de Bolivia, Argentina o de alguna granja cultivada por menonitas de Idaho en EE.UU.

Los fondos de programas del Estado para promover la asociatividad en proyectos comerciales de Desarrollo – Agroideas, por ejemplo – son escasos en lo que se refiere a destinos como la articulación a los mercados, la gestión de negocios, o el pago a un gerente (US$ 1,200 mensuales).

Según la consultora especializada en temas agropecuarios, PRODIGIO PERÚ, sugiere además de la “asociatividad (…) se incremente los fondos, otorgando también estos para la gestión comercial y articulación a los mercados”. Respecto a este punto vendría referir que los fondos de promoción del sector agropecuario orientados a gerentes comerciales son bajísimos, los US$ 1,200 mensuales mencionados arriba, y es este cargo clave en la gestión de los proyectos. ¿Cómo conseguir un gerente comercial con un sueldo así?

Mientras las políticas reglamentarias, la asociatividad, la conectividad para la renovación generacional en el campo no prosperen en Perú, el peligro de su seguridad alimentaria se agudiza, porque como bien dice el embajador Russo: “En Perú si no hay pollo ni arroz estalla la revolución”. Y es que la dependencia alimentaria peruana es una cuestión de seguridad de Estado en que Perú se puede jugar su propia existencia, y todo por un ave cuyo precio en los mercados peruanos no deja de subir cada vez más y más. Aunque el pescado y otros insumos no dejen de subir tampoco.

Está es una rápida mirada al sector, falta conocer qué ocurre con los camales, el cómo se matan al ganado, qué tipo de carne se come realmente en Perú, o la otrora existencia de un Ministerio de Alimentación durante la última dictadura militar que ya no existe y que resulta urgente retomar en un país como Perú dónde entre sus principales problemas está que una parte considerable de su población no está bien alimentada. En fin hay mucho pan por rebanar.

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Hans Alejandro Herrera
Hans Alejandro Herrera
Consultor editorial y periodista cultural, enfocado a autoras latinoamericanas, Chesterton y Bolaño. Colaborador de ContraPunto
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