viernes, 10 mayo 2024
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Capitalismo y Socialismo posibles en EL Salvador la próxima década

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La recomposición orgánica de los partidos polí­ticos y su nuevo rol en la palestra indican la posibilidad real que una burguesí­a hasta ahora marginada desplace a la oligarquí­a en su lactancia del estado salvadoreño, y que una izquierda se reorganice más allá del FMLN en demanda de cambios estructurales.  De la misma manera que la conmoción causada por calamidades naturales, éxodos o cualquier tipo de sacudida social, han ayudado a privatizar escuelas, ejércitos y policí­as portuarias en muchos paí­ses, en El Salvador, el llamado Chiflón que dislocó la usual rotación partidaria, puede impactar el modelo económico neoliberal en su organización doméstica y regulación de la inversión extranjera. Tal transformación no significa un socialismo al estilo soviético, ni la desaparición del neoliberalismo, por el contrario, este puede profundizarse, modernizarse y hasta humanizarse dependiendo del accionar social. Se trata de una reorganización dentro del sistema capitalista que vive El Salvador. La lucha por el socialismo pasa por una seria etapa educativa, consensual y organizativa del pueblo, para resistir la privatización y recuperar los recursos materiales y funciones del estado y ponerlos en función social. No se llega al socialismo ni por la fuerza ni por voluntarismo de unos cuantos dirigentes.

El estudio Familia, Poder Económico y Polí­tico en El Salvador, publicado en la Revista Eca el 2017, concluye que “la oligarquí­a en EL Salvador es una sola familia, constituida por veintiséis clanes, con un aproximado de 800 empresas”.  Unas 14 familias acumularon capital a través de la explotación, producción y exportación del bálsamo, añil, algodón y café en los siglos XIX y XX.  Para lo cual privatizar ejidos y terrenos comunales que eran dedicados a la producción de alimentos. Este trabajo académico también concluye que “estos clanes hicieron su segunda acumulación originaria de capital en el periodo 1989-2009, cuando accedieron al poder polí­tico y se quedaron con la banca, privatizaron las instituciones del Estado, se quitaron los impuestos “˜y se los trasladaron”™ a la familia masiva a través del IVA”.  Es esta versión actual de oligarquí­a la que se encuentra a la deriva del modelo neoliberal adoptando el destierro como polí­tica económica y generando un éxodo poblacional. Esta oligarquí­a no sólo tiene cautivo al Estado Salvadoreño, sino que mantiene marginada a la clase empresarial que no se ha beneficiado de las privatizaciones, ni licitaciones públicas.

Si bien sobreviven bajo este sistema oligárquico pequeñas, medianas y hasta micro-empresas en el paí­s, este no les permite desarrollarse. El estado, al servicio de una oligarquí­a, ha promovido la marginación de una burguesí­a empresarial que desarrolle una fuerza laboral.  La privatización de la seguridad pública ha provocado que esta clase empresarial sea ví­ctima de doble tributación y violencia. Con habilidad y astucia, la oligarquí­a ha mantenido intacta una estructura de saqueo.  Aunque sus voceros parezcan torpes, esta se ha replanteado cuando lo ha necesitado. Así­ es como los oligarcas han gobernado directamente, a través de militares y civiles, sin perder sus privilegios.

Actualmente hay conglomerados en rubros de la economí­a que ilustran la actual situación económica que impide el crecimiento de una burguesí­a. Las familias propietarias de las mayores empresas agroindustriales, la banca, el transporte, construcción, como de la industria alimenticia y pesada se han beneficiado de la exclusividad de licitaciones durante los gobiernos de ARENA y el FMLN, por igual en las últimas décadas.

En la época de oro del café, Maximiliano Hernández Martí­nez y demás militares que gobernaron EL Salvador construyeron no solo los caminos para transporte de la uva del cafeto de las fincas a beneficios, sino también las carreteras para llevarlo en oro a los puertos para exportarlo. Ahora que prevalece la caña de azúcar, el estado se ha expandido y mantenido las carreteras y avenidas por donde esta se transporta en camiones de los cañales a ingenios, y de estos hacia el Puerto de Acajutla. Además de destruir las calles, lo extenso de la producción de caña reduce el terreno para producir granos básicos, fruta y verduras que deben importarse de paí­ses vecinos, transportados en camiones pesados, que también destruyen carreteras.

Más que llegar al poder con una fuerza o apoyo partidario definido, Nayib Bukele gana la presidencia por el consenso de un electorado, que cansado de ARENA-FMLN, busca un cambio bajo un nuevo liderazgo. Aunque en sus discursos Bukele criticó el neoliberalismo, el nuevo mandatario no es socialista, ni mucho menos anticapitalista. Muy por el contrario, es un empresario que busca apoyo del imperio del capitalismo, aunque muchos que lo votaron lo desaprueben. Su ascendencia árabe, uno de los grupos de inmigrantes históricamente más rechazados y con mayor presencia en el sector empresarial, podrí­a influir en su gobierno. Coincidentemente, el grupo de empresarios árabes es parte del sector que ha sido marginado en su mayorí­a de las privatizaciones y licitaciones estatales, lo cual podrí­a cambiar con el nuevo presidente, cuyo padre, el Dr. Armando Bukele, abogaba por un capitalismo de libre competencia.

 De la misma manera que el FMLN fue muy efectivo en granjearse el apoyo del pueblo para mantener una guerra de más de una década y llegar a gobernar el paí­s, Nayib Bukele obtuvo la confianza de la mayorí­a del pueblo salvadoreño en menos de una década.  Tanto su pragmatismo, audacia y tino polí­tico demostrados en la lucha por, y administración de, Nuevo Cuzcatlan y San Salvador, como la reputación intelectual de su padre, hicieron click con el criterio de una nueva fuerza que se comunicó, orientó y convocó a las urnas a través de las redes sociales.  Desde la “revolución blanca” que derrocó a Maximiliano Hernández Martí­nez con una huelga de brazos caí­dos en 1944, EL Salvador no habí­a tenido una coyuntura polí­tico social tan dinámica como la saga de Nayib Bukele por la presidencia de la república.

Bukele gobernará ante adversarios vivos y con poder, prometiendo derrotarlos definitivamente a corto plazo. El juego de un sistema de frenos y contrapesos desde el ejecutivo contra una oligarquí­a que tiene cautivo al estado va requerir más que de audacia, de astucia polí­tica.  Tanto la composición de su gabinete, como lo acertado de su polí­tica fiscal y exterior, van a determinar el apoyo que el nuevo presidente tenga en el pueblo para enfrentar las piezas que la oligarquí­a puede mover en la asamblea legislativa y el ramo de justicia.

El debate generado en la izquierda, el FMLN y ARENA, promete no dejarle fácil a Bukele que les aniquile electoralmente.  Al partido ARENA no le conviene que Nuevas Ideas se constituya en la nueva derecha de El Salvador, porque ayudarí­a a que el sector empresarial burgués desplace a la oligarquí­a en su acceso exclusivo a los recursos e instituciones del estado.  Por su parte el FMLN, cuya elección interna, deserción y expulsión de miembros de su padrón electoral, auguran reducirlo al máximo, no quiere dejarle a Nuevas Ideas que represente al sector progresista que lo abandonó el pasado 3 de febrero. El surgimiento de una nueva derecha e izquierda electoral desvinculada de las masacres, desapariciones y purgas de antes y durante la guerra civil está en manos de un electorado moderno. ¿Qué hará? Depende de su conexión con generaciones intergeneracional y su visión, en un ambiente de inseguridad, destierro, gratificación instantánea, y globalización.

Si bien la composición del gabinete de Bukele ha sido objeto de sorpresa y crí­tica, el borrón del nombre de Monterrosa de la Tercera Brigada de Infanterí­a y los despidos humillantes de los familiares del expresidente y otros dirigentes del FMLN, teóricamente lo exponen a ataques fuertes de derecha e izquierda. Sin embargo parece que la sorpresa y el manejo publicitario de las acciones de Bukele contra la corrupción han inmovilizado a sus adversarios. No obstante los publicitados despidos y su ejecución agitan a parte de su base respecto al combate al nepotismo, entre sus adeptos hay a quienes su estilo les recuerda la era de D’aubuisson y ORDEN.  Es claro que estos actos comprometen a Bukele a ser más transparente y exigente con sus propios funcionarios.  Veremos si va más allá de las administraciones del FMLN y encuentre el nepotismo de ARENA y demás partidos en empleos y licitaciones ilegí­timas, que  además de darle curso a una agenda burguesa necesaria para desplazar a la oligarquí­a, legitimarí­a su administración con el sector progresista anti oligárquico de Nuevas Ideas. Los excesos del estilo del presidente, sus funcionarios y empleados, podrí­a reducir el millón de ex-simpatizantes del FMLN cuya reserva moral les hizo castigar al FMLN en las elecciones del 2021. Ojala y para entonces, las obras superen al discurso de campaña y paí­s pueda conciliarse para su desarrollo.

Además de un capitalismo de libre competencia en el que se nivele la participación de una empresa emergente que incluya a los hermanos lejanos con capacidad de invertir, en El Salvador es posible emprender una lucha por recuperar los recursos y servicios estatales privatizados, para socializar su utilidad.  Pero esa lucha no puede darse si no se supera la actual cacerí­a de brujas entre exfuncionarios y una potencial dirigencia progresista en la izquierda.  La superficialidad intelectual precisa superar la visión escueta del socialismo. El analfabetismo polí­tico amenaza con que las fuerzas progresistas sean dirigidas por individuos impuestos como siempre, en un momento fértil para organizar a un pueblo bajo una visión de desarrollo, que abole el destierro y la violencia como polí­ticas económicas de estado.  La tecnologí­a ha puesto a disposición popular medios de comunicación y organización que deben integrarse a un proceso revolucionario, en vez de condenar a quienes han aprendido a usarlos. Las plataformas que usan las redes sociales deben construir visión de futuro.

Los salvadoreños mayores que quieran acompañar a la juventud en la búsqueda de un futuro mejor, deben empezar por aprender a  usar las plataformas de comunicación que los conecten con ese chiflón popular. La prevalencia de una organización visionaria y revolucionaria usando la tecnologí­a de comunicación disponible a la población es cada dí­a más dinámica y efectiva, tanto en la iniciativa privada como en lo social. La emergencia de corporaciones como Uber y Airbnb a nivel mundial, y la elección del mismo Nayib Bukele son resultados claros del poder tecnológico disponible a la población. Las plataformas usadas en las redes sociales son tan subversivas como los libros de los ilustrados y revolucionarios fueron otrora para los que ya no somos tan jóvenes. Ojala y los salvadoreños puedan usarlos para promover un capitalismo y socialismo democráticos, humanos y posibles en la próxima década.

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Mauricio Alarcón
Mauricio Alarcón
Columnista Contrapunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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