Hay expresiones (o palabras, o nociones) que de tanto circular, lo cual se explica en parte por su larga historia y en parte por lo que evocan en afectos y opciones humanas, terminan siendo usadas de las maneras más diversas, lo cual en no pocas ocasiones da pie a visiones o actitudes poco provechosas. Es el caso de la palabra “ética” que desde finales del siglo XX salió de forma evidente de los ambientes filosóficos y se puso en circulación en los más diversos contextos, desde los empresariales, pasando por los municipales, hasta los político-institucionales.
A estas alturas no es inusual que cuando hay alguna falla en los comportamientos, de individuos o grupos (que pueden ir desde abusos hasta prácticas corruptas), se busque la solución en la “ética”, por ejemplo, implementando procesos formativos (charlas, seminarios o diplomados) que se etiquetan como “Ética general”, “Ética profesional” o “Deontología” (y el campo de atención en el que ésta se centra: “Deontología médica”, “Deontología municipal”, etc.). En fin, la “ética” se ha convertido en una especie de “cajón sastre” en el cual se espera encontrar los correctivos, las orientaciones y los asideros para enderezar conductas, hábitos y prácticas perniciosas (desde determinados criterios), sin quizás haber meditado sobre si la “ética” es en realidad la mejor herramienta para ello.
Lo anotado apunta a un campo problemático interesante, que requiere, antes que nada, de una aclaración de lo que significa “ética” en sentido estricto (es decir, en sentido filosófico, dado que le Ética es una rama de la filosofía). Y es eso precisamente: la Ética (sin comillas y con E mayúscula) es una reflexión-investigación de carácter filosófico sobre, tal como lo formula en la actualidad Alasdair MacIntyre, los conceptos morales, los juicios morales, los comportamientos morales y las costumbres morales (Cfr., A. MacIntyre, Historia de la ética. Barcelona, Paidós, 2019, pp. 18-27).
Se ha puesto en cursiva la palabra “morales”, porque la moral suele estar ausente en muchos de los planteamientos actuales sobre le “ética”, lo cual no está bien porque lo moral (la mores, las costumbres, los comportamientos orientados por normas morales) son el campo de estudio de la Ética como disciplina de la filosofía. Desde Aristóteles –quien puede ser considerado el fundador, en el siglo IV a. C., de la Ética como rama de la filosofía– la distinción (y relación) entre Ética y moral ha sido permanente en la discusión, enfoques y corrientes filosóficas. Se ha entendido, y se entiende en estas esferas, que la Ética hace referencia a un plano cognoscitivo (reflexivo, sistemático) mientras que lo moral (el objeto de estudio de la Ética) hace referencia a un plano ontológico-humano: el de los conceptos, juicios y prácticas morales que la especie Homo sapiens ha venido cultivando y poniendo en práctica desde tiempos pretéritos, mucho tiempo antes de que se desarrollara una reflexión filosófica sobre ello. Como lo dijo en su momento Adolfo Sánchez Vázquez en su Ética –asunto que también fue destacado en otro libro clásico sobre ética, el de J.L. López Aranguren, también titulado Ética–, el conocimiento ético es posterior a lo moral, que, ahora sabemos bastante bien, se remonta a los momentos en los que emergió evolutivamente nuestra especie, en África, hace unos 200 mil años, si es que las otras especies humanas que han existido (Homo habilis, Homo erectus, Homo antecessor, Homo neanderthalensis) no tuvieron, especialmente los neandertales, algún tipo de costumbres, normas y prácticas morales (para informarse de las capacidades de esos seres humanos que fueron los nendertales se puede leer el libro del paleontólogo Juan Luis Arsuaga El collar del neandertal. En busca de los primeros pensadores).
Entonces, desde criterios filosóficos estrictos, la Ética es distinta de la moral, aunque tienen una estrecha relación en tanto que la primera hace de lo segundo el objeto de su análisis y reflexión. Por tanto, la Ética es un tipo especial de conocimiento filosófico: el conocimiento se construye examinando/reflexionando sobre lo moral (en el sentido, por ejemplo, en el que lo caracteriza MacIntyre).
Desde tiempos inmemoriales, individuos y grupos Homo sapiens –la especie biológica a la que pertenecemos todos los seres humanos actualmente existentes– inventaron, tal parece que por razones de supervivencia, formas simbólicas (normas, exigencias, valoraciones, enunciados) para corregir conductas (hábitos, prácticas) que eran una amenaza para la armonía, estabilidad y supervivencia de los miembros de la comunidad o grupo a la que pertenecían. Y lo propio de ese simbolismo fue apelar a un deber ser (validado por fuerzas extra o supra humanas): “no se debe hacer esto o aquello, porque lo ordena tal o cual deidad”; “esto y lo otro se debe, e incluso se tiene que, hacer, porque así lo ordena tal o cual deidad”; “tal acción está prohibida” (no se debe hacer); “tal acción es virtuosa, o buena o justa” (se debe hacer); etc. Con ello, surgió la condena moral. También surgió la culpa moral una vez que los individuos interiorizaron los mandatos morales y fueron conscientes de su incumplimiento.
Se constituyó una realidad moral (a la que pertenecen los conceptos morales, los juicios morales, los comportamientos morales y las costumbres morales) sobre la que, miles de años después, los filósofos griegos (los presocráticos, Sócrates, Platón y Aristóteles) se pusieron a reflexionar, haciéndose preguntas acerca de (y tratando de definir) la bondad, la justicia, la virtud, el valor, la moderación, la templanza y la verdad. Así fue como nació, de la mano de Aristóteles, la Ética. En esta época, no se dejó de lado el “deber ser” como asunto fundamental de la reflexión ética: el deontos, lo que debe ser, lo necesario, tiene que ser objeto de estudio (de logos). Nació la deontología que, sin que sea totalmente claro cómo, terminó siendo entendida como “’ética de las profesiones”.
En fin, las palabras ética y moral se refieren a importantes ámbitos de la realidad humana, ámbitos que son cruciales para la vida de los individuos. La ética, al ámbito del conocimiento (filosófico): el conocimiento es algo vital para la seres humanos. La moral, al ámbito de los comportamientos orientados, regulados y enmarcados por conceptos, normas y costumbres morales: los comportamientos de los individuos y sus consecuencias son vitales para sí mismos y para otros seres humanos.
_______________
* Este texto es parte de un escrito más largo publicado en América Latina en Movimiento e Insurgencia Magisterial