#LaIncorrecta #MachismoFeminicida #SistemaCriminal
Este sistema no funciona. Esto no es nuevo, es algo que se vive. Cualquiera que quiera enterarse o llegar a esta conclusión lo puede hacer sin perderse.
Me impresiona cómo, a estas alturas, el feminicidio se cuestiona en relación al valor de las muertes. Ni una muerte puede ser más o menos importante.
A este país no le importan las mujeres, lo han dicho antes de muchas maneras, muchas personas. Lo más contundente de esta afirmación son los casos de feminicidio como pico de la teoría del iceberg (López Monsalve, 2014) que podría explicarse como esa punta de iceberg que es un signo de todo un entramado complicado que no se expone en la superficie.
Nuestras muertas son demasiadas: Carla, Karla, Lilian, Guadalupe, Claudia, Elda, Rosa, Mayra, Lilian, desaparecidas o encontradas en las condiciones más dolorosas que desde la sororidad pueden asimilarse. Ellas son el llamado urgente a hacer algo concreto por desarmar un sistema que se dedica a producir además, según datos de la DIGESTYC, 51 muertes maternas directas por “complicaciones obstétricas del embarazo (prenatal, parto y puerperio), de intervenciones, de omisiones, de tratamiento incorrecto” (MINSAL), 28 muertes maternas indirectas que resultan de una “enfermedad existente desde antes del embarazo o de una enfermedad que evoluciona durante el mismo, (…) agravadas por los efectos fisiológicos del embarazo” y 12 suicidios registrados en 2017.
Este sistema, para mí, es un sistema inútil, asesino, doble moralista, neoliberal, clasista, prepotente, cruel, inhumano y materialista. Es un sistema machista que definió qué vidas valían más y cuáles menos.
En el Código civil de 1856 se "establecía la incapacidad de la mujer casada” y la “potestad marital”, por lo que la mujer no podía disponer de sus bienes, los cuales debían ser administrados por el marido. Es aquí donde se puede explicar nuestra lucha feminista, en la necesidad de transformar esa construcción de roles y estigmas que son creados a partir de la visión de mundo que refleja en específico el Código civil de aquella época. Y no es hasta 1950, como afirma la socióloga feminista Candelaria Navas, que en la Constitución Política se integra o se le reconoce “a la mujer salvadoreña el goce pleno de sus derechos políticos”.
Yo esperaría que en 2018 esto ya fuera un tema superado con las leyes de segunda y tercera generación acuerpadas por el movimiento de mujeres que responden a la CEDAW y la Convención Belem do Para de las cuales El Salvador es país firmante y donde se asumen compromisos para eliminar las brechas de género. Pero realmente no es así. Los feminicidios tipificados desde la entrada en vigencia de la LEIV nos confirman que el sistema sigue igual e inútil ante la vida de las mujeres y las niñas de El Salvador. Los rótulos de marchas, concentraciones y manifestaciones de colectivos, organizaciones y movimiento de mujeres confirman que los patrones que en 1856 regían el tipo de leyes que hombres creaban y aprobaban en relación a su visión del rol de las mujeres, persiste aún con todos estos avances jurídicos. Rótulos como los de: “ni una menos”, “nos están matando”, “quien ama no mata, no humilla, no maltrata”.
ORMUSA, nos brindó en su observatorio de violencia, el panorama en números para 2016: 3664 agresiones sexuales, violación, estupro, violación menor incapaz, de las cuales 2253 fueron niñas de 12 a 17 años y 324 mujeres de 18 a 30 años según datos de la PNC.
Este sistema ya no funciona para nadie, ni para hombres ni para mujeres, verlo a nivel de números solo me confirma que considerar una población más importante que otra no solo es inútil, es un crimen sistemático que no quiero seguir experimentando ni en lo social, político, económico, emocional, psicológico, ético, jurídico, simbólico ni en lo sexual.