sábado, 13 abril 2024

Alma en pena en la facultad de medicina

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Desde que me sacrificaron hace aproximadamente tres milenios, en el territorio que ahora se conoce como El Petén, en Guatemala, mi alma no ha podido llegar a Xibalbá. Me he quedado en el camino, no he podido superar todas las pruebas: la casa oscura o de las tinieblas me la puedo casi de memoria, no me pierdo, aunque por momentos me siento mareado como si hubiera tomado chicha de caca de mico; muy pocas veces he llegado hasta la casa del viento frí­o, en donde uno siente que se va a congelar; sólo una vez logré llegar a la casa de los jaguares, tuve que salirme de allí­ porque esos animales sí­ que son bravos y tienen unas garras bien afiladas. Soy un alma muy dichosa porque mi novia, la bizca, quién era del grupo de cipotas que hací­an las ofrendas a los dioses, me contó todo lo que los sacerdotes comentaban sobre el camino al lugar de los dioses y los muertos.

Ayer estuve visitando el recinto de la Universidad de El Salvador, en la ciudad capital. El lugar estaba bien alegre porque ya comenzó el perí­odo de clases, los muchachos y muchachas aprovechan los tiempos libres de clase para joderse entre sí­, besarse, comunicarse con el celular o simplemente hablar mal de los profesores y de sus compañeros(as).

Estaba interesado en visitar el lugar en donde tienen los cadáveres o pedazos de ellos en la Facultad de Medicina. Una alma en pena, amiga mí­a, me habí­a contado haber quedado impresionada por la forma en que habí­an torturado a esas personas. Tienen unos cuchillos bien afilados y van cortando la piel como en capitas;  los estudiantes van levantando cada una de ellas para ver lo que hay más adentro del cuerpo. En unos guacales, pero de forma cuadrada, llenos de un agua que parece chicha rancia, han tirado todos los órganos que uno tiene adentro cuando está vivo (corazón, hí­gado, páncreas, riñones, pulmones, etc.). Hay dos sacerdotes, llamados “preparadores”, que se encargan de torturar a los muertos, yo no entiendo para que lo hacen, ya que los cuerpos ya no sienten nada. Los cuerpos ya torturados, los llevan a un salón de exhibición, en donde los estudiantes admiran la obra de arte que han hecho los preparadores; otros sacerdotes conocidos como profesores, les explican a los estudiantes las caracterí­sticas de cada una de las partes de los cuerpos que han sido torturados.

Miré para todos lados, buscando alguna alma en pena que estuviera observando su cuerpo, pero no vi ninguna, posiblemente sienten vergüenza de ver como los estudiantes meten sus dedos con entusiasmo para escarolear su cuerpo.

Como ya era la hora del almuerzo, los salones fueron quedando vací­os, ya que los encargados del aseo pasan regañando a los estudiantes que han llevado su abasto de su casa y se lo comen en las aulas, porque dejan montón de basura.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.
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