Es interesante como desde la derecha se viene insistiendo que El Salvador del 2018 no es la Venezuela de 1992.
Se sostiene que la crisis de la partidocracia que originó el nacional-populismo chavista no es comparable con nosotros y por lo tanto las condiciones no están dadas para que surja una tercera fuerza que termine con la crisis de representatividad que la ciudadanía percibe del sistema político protagonizado por FMLN y ARENA.
La lógica del stablishment salvadoreño es que luego de 10 años de gobierno efemelenista toca regresar a los areneros al ejecutivo y, no solo, con una Asamblea Legislativa de derecha que desde luego elegirá como antaño una CSJ dócil lo que menos existen son coyunturas que potencien que nuevos actores se incluyan en la arena política.
Tal vez ya los lustros no sean de 20 años. Pero de eso a que el turno de la derecha de gobernar luego del paso de la izquierda por el poder sea un derecho negado en 2019 será en realidad una quimera para quienes se atrevan impedirlo. Para eso ARENA destinará la danza de los millones en la campaña presidencial.
El bloque burgués nos dice que el FMLN no hizo lo que tanto nos dijeron –ellos mismos- harían: convertirnos en Cuba, Venezuela o Nicaragua. En un interesante juego de humo y espejos la vieja derecha para no ser desplazada del tablero político defiende al FMLN.
En un afán por regresar al poder ARENA confunde realidad con deseos. El fin del bipartidismo salvadoreño ha comenzado. Y paradójicamente cuando Donald Trump ha decidido desmontar el mundo neoliberal que EE.UU. construyó simultáneamente el socialismo del siglo XXI inicia su retirada de Latinoamérica.
En ese contexto el FMLN celebra su década en el poder. La única y última. Salvador Sánchez Cerén en realidad será para la historia el primer presidente ex guerrillero. Nada más.
Totalmente cierto. ARENA entregó un GOES en bancarrota al FMLN en 2009. Hubo que emitir de emergencia en mayo de ese año un poco más de $1,800 millones en títulos valores de crédito y reorientar créditos del BID y BIRF para que el país pudiera funcionar con normalidad luego de 20 años de ARENA. Pero es hasta 2018 que nos lo dicen en un spot televisivo.
¿Por qué?
Porque asumieron que el bipartidismo era indestructible y ARENA perdonaría la corrupción que estaban por comenzar: no solo se trataba del pago de Odebrecht al publicista a cargo de la campaña Funes-Sánchez Cerén eso a fin de cuentas sería problema de los brasileños.
Tampoco que el fiscal general denunciará una transacción sospechosa desde Panamá a la cuenta de Mauricio Funes y que finalmente serviría para pagar las cuentas pendientes de pauta en TCS. Eso se resolvió usando a un prestigioso prestanombres al que luego se le embistió de inmunidad constitucional para evitar cualquier atisbo de investigación.
Daba igual, después de todo ALBA-petróleos había convenientemente usado las triangulaciones fiscales que los mismos empresarios areneros usaban para cuando menos sacar sin pagar impuestos 300 millones de dólares. Y también se le inventó un cargo con inmunidad al encargado de tales transas.
Muy de izquierda que aun pasado meses de la presidencia Funes continuara la trama de transferencias de dinero de cuentas CAPRES hacia cuentas privadas, hecho por el cual, la FGR procesa a Antonio Saca.
En una sociedad en estado de barbarie como la que heredó el primer gobierno de izquierda solo eran tres cosas que tenían que hacer: evitar la corrupción y no pudieron. Universalizar la salud y no lo lograron. Reformar la educación y la cultura nacional y ni siquiera lo intentaron.
¿En qué momento el FMLN se quedo sin izquierdistas? Cuando el consumismo se comió la revolución y sin darse cuenta se volvieron conservadores olvidándose que las nuevas generaciones siempre demandaran ejemplos a seguir y que no solo bastaba vivir de las viejas glorias pasadas sino del compromiso de ser el arquetipo moderno.
Al ignorar la horizontalidad que la revolución tecnológica nos impuso e insistir en la verticalidad de la comandancia general aún en tiempos que se hace política desde internet fue que se desconectaron primero de su gente y luego del pueblo.
Al asumir el sistema se olvidaron del ciudadano al que le urgía combatir la inequidad prefiriendo al elector que les permitía ganar elecciones. Hasta que perdieron.
No hay crisis en la izquierda. Hay crisis en los partidos de izquierda porque se quedaron sin izquierdistas. El error estuvo en que si bien la opinión dominante impulsada desde la derecha es que el sistema está bien, era entonces ese discurso hegemónico el que había que comenzar a transformar ya que la acumulación de riqueza no generará inestabilidad social si es legítima y mientras el regresivo Código Tributario aprobado por ARENA permita la elusión, triangulaciones fiscales, ingenierías tributarias y evasión que les faculta a los grandes evasores decidir cuánto pagar no habrá pueblo que lo resista.
Corolario:
Cierto es que ambos partidos no saben enfrentar el éxito y la perdida. La militancia más fanática del FMLN defendía a sus dirigentes actuales argumentando que eran quienes habían obtenido dos victorias (presidenciales) seguidas obviando derrotas intermedias en legislativas y municipales.
Ahora que se encaminan a su peor ciclo electoral en la historia democrática del país también deberían de decir que es esta la dirigencia que peor administró la derrota.
La mejor imagen de la década efemelenista la proporciono Norma Guevara: se despidió de su curul llorando y, desde luego, no lo hacía por dejar el cargo sino por las circunstancias. Estaba aún cercano el 4 de marzo de 2018. Y como no dejan de asombrarnos la prueba de que siguen sin entender las cosas es el nombramiento de Lorena Peña como asesora de la fracción legislativa.
¿Debe sorprenderlos que en 2019 pasen de ser partido de gobierno al tercer lugar y sean la primera víctima del fin del bipartidismo?