Por: Alessia Genoves
Han transcurrido ya cuarenta y un años desde que al arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, se le arrebató la vida, por el impacto de una bala en su corazón, mientras celebraba la eucaristía en la capilla del hospital de la Divina Providencia, justo el 24 de marzo de 1980. Millares de salvadoreños conmemoran su martirio, celebrando la Santa Homilía en la cripta de Catedral Metropolitana.
“Oscar Arnulfo Romero sigue, clamando, en la voz del pueblo salvadoreño”, expresó en la santa homilía, el religioso de la Parroquia San Francisco de Asís, de Mejicanos, René Sedeño.
Dignatarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han presumido, en el informe de la Comisión de la Verdad de 1993, que el religioso habría perdido la vida por actores extra-oficiales del Estado, que implicaban a líder político Roberto d’Aubuisson Arrieta y a altos mandos militares; declaración que es reafirmada por la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humano (PDDH), la institución que ahora insta a autoridades estatales a diligenciar, investigar y judicializar el crimen.
El Mensaje de su Martirio
Nacido en el año 1917, en Ciudad Barrios, San Salvador, Oscar Arnulfo Romero y Galdámez era el segundo de ocho hermanos, y un religioso pasionista desde 1930, año en el que inició sus estudios sacerdotales en la Ciudad de San Miguel. Llegó a ser sacerdote hasta 1942, en Roma, Italia.
Era conocido como “La Voz de los Sin Voz”, por sus características denuncias ante las serias violaciones a los derechos humanos, perpetradas contra salvadoreños, en medio de las vísperas de la Guerra Civil declarada en 1980. En el mismo año, el sacerdote habría recibido el impacto de una bala, del calibre 22 explosiva, en su corazón, provocando su muerte solo escasos minutos más tarde.
Documentos oficiales del Vaticano constaron al resistencia de la judicialización de los hechos que le habrían arrebatado la vida a Romero; así como la negación para proclamarle como un santo. Pero el sacerdote fue, finalmente, beatificado en 2015, en San Salvador; y su canonización fue bien recibida por el papa Francisco, en el año 2018, en la Plaza San Pedro de Roma.
Para el párroco Sedeño, el mensaje de la obra de Romero se define como “el luchar por la paz, por la justicia, por la libertad del pueblo de El Salvador. Se nos decía., en el mensaje de la Santa Misa, que ¿a caso se ha quedado San Oscar Arnulfo Romero sólo en subir, su persona, en los altares?. No se ha quedado ahí, porque Oscar Arnulfo Romero vive en el corazón de los salvadoreños, en ese salvadoreño, en esa salvadoreña que hoy sigue sufriendo, ahí sigue, clamando al cielo, la voz de Monseñor Romero. Una voz que clama para que todos nos unamos en hermandad, y trabajemos, por un El Salvador mejor; un país en el que todos podamos ser hermanos, como lo pide, el Papa Francisco”.
La Santa Homilía tuvo lugar en la cripta de Catedral Metropolitana, con el motivo de evocar la memoria de Monseñor Romero. El acto religioso ofrendó “la luz”, “la palma del martirio”, el “pan y vino”, elementos con los que dan significado al “martirio”, al “mensaje” y la constante lucha a “la causa a la cual entregó su vida”.
“El 24 de marzo de 1980 no se acaba una luz, sino que se incendia una hoguera que nos envuelve, que nos quema y que nos consume con pasión; y que nunca podrá ser apagada. Un fuego, y una luz, tan potentes, que han traspasado ya las fronteras de los mares que dividen a nuestros continentes”, rezó una de las feligreses.
Monseñor Romero es conocido, mundialmente, por ser el único en ser consagrado “santo” en la nación salvadoreña; a su vez, el primero en ser considerado “arzobispo mártir de América”; y el primero en ser considerado “martir” ulterior del Concilio Vaticano Segundo. Su mensaje sigue formando parte de la congregación apostólica.
Para el pasionista de la parroquia de San Francisco de Asís de Mejicanos, Gerardo Ariel Cruz, el mensaje de Romero “nos enseña, sobretodo, a que no sólo pensemos en nosotros mismos; sino que, en nuestra mente, sea una mente con una expresión de voz social, de denuncia social, de paz social, de no pensar en uno mismo, sino saber que hay hombres y mujeres que, en el camino y en la historia.. o en nuestra historia, han sabido dar la vida por la causa de los demás, como Monseñor Romero que, a fin de cuenta, sabemos todos que su misión fue amar y sentir a su pueblo. Y de ese amor, poder demostrar lo que Jesús amó, y hasta el sacrificio a ésta experiencia de vivir el martirio”.
Una Deuda Judicial
En horas de la mañana, el titular de la PDDH, José Apolonio Tobar, demandó a las autoridades de investigación y del sistema judicial, a darle celeridad al caso del asesinato de Romero, que se ventila en el Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador, luego de 41 años de que al santo se le arrebató a vida.
En su crítica, Tobar señala que aún no se han individualizado a los hechores del crimen, y que sólo se está acusando formalmente al capitán Álvaro Saravia, de acuerdo con las órdenes expresadas por el Tribunal Cuarto de Instrucción, desde el pasado 22 de octubre del año 2018.
En contraste, las investigaciones plasmadas en el Informe de la Comisión de la Verdad, señalan al líder político ya fallecido, Roberto d’Abuisson Arrieta de planificar el atentado, en el que habría participado, efectivamente, el capitán Álavaro Sanabria, en compañía del conductor del automóvil volkswagen, Armando Antonio Garay.
“Luego escuchar a las partes procesales el 22 de octubre de 2018 el Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador ordenó la continuación de la investigación solamente contra el capitán Álvaro Saravia, debido que es la única persona individualizada”, expresó Tobar, en un comunicado de prensa.
Otras investigaciones también señalan a Héctor Antonio Regalado, como el autor material del asesinato del santo. Y la acusación también fue, en su momento, sostenida por el ex-presidente José Napoleón Duarte. Sin embargo, sobre Regalado aún no existen denuncias formales, ni procesos sancionatorios, al día de hoy.
Por otra parte, Tobar también sañaló que el caso se está abordando desde la aplicación del Código Procesal Penal del año 1973, instrumento jurídico que ya fue desfasado por el de 1993.
“La autoridad judicial determinó que la normativa procesal penal a aplicar es la de 1974, que para indagar otros posibles participantes se deberá iniciar con denuncias en sede fiscal o judicatura de paz y ordenó remitir certificación literal del expediente judicial a Fiscalía General de la República (FGR) “pues, de la información contenida en él, se pueden deducir varias líneas de investigación que permitan descubrir la verdad de los hechos”, expresó Tobar, en un comunicado de prensa.