Generalmente asociado con una fecha de mala suerte, este viernes 13 bien podría ser considerado un tiempo aciago que resonará en la posteridad por su propia sustancia displicente. Mientras la pandemia del COVID19 se expande por el mundo, los mercados financieros globales se encuentran ante un panorama igualmente sombrío; bolsa de valores tras bolsa han experimentado pérdidas en sus ganancias que nos aproximan a la situación del lunes negro de 1987, o incluso los inicios de la crisis mundial de 1929 y 2008. Las “cinco grandes” de Estados Unidos, o compañías FAANG –Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google (Alphabet)- han tenido pérdidas multimillonarias en lo que va de la semana por el orden de los 400 mil millones de dólares; sólo Jeff Bezos, el CEO de Amazon, vio como se borraron 18 mil millones en ganancias de lo que va del mes.
El escenario de crisis ha sido puesto en movimiento por dos circunstancias excepcionales que han golpeado el sistema económico capitalista como un todo: el shock petrolero y el asunto del coronavirus. El shock petrolero causado por la falta de acuerdo entre Rusia y Arabia Saudita en un precio adecuado para la producción de petróleo tiene dos efectos, por un lado genera una competencia de precios entre dos potencias rivales en la producción de un insumo energético vital que afecta la certidumbre del sistema productivo como un todo; y tal vez el consumidor perciba una baja en el precio de la gasolina, pero las circunstancias en las que se da pone en tela de juicio la estabilidad para el resto de la economía. Así también, la guerra de precios hace quebrar a los productores de crudo a base de esquisto en Estados Unidos que solo pueden operar con un costo de 40$ por barril, mientras que la guerra puede llevar a precios de 30$, 20$ o incluso 10$. El problema de fondo del sistema energético de EUA radica en el hecho de que la mayoría, sino es que la totalidad, de las industrias de esquisto producen con pérdidas y están ampliamente endeudas con el sistema financiero y con mecanismo de deuda soberana. Si se da una quiebra en serie de empresas y los bancos no aportan más liquidez para el funcionamiento, la industria entera puede colapsar llevándose de encuentro a sectores vinculados como transporte, logística, industrias pesadas e inclusive pone en duda la soberanía energética de EUA y la hace dependiente de Rusia y Arabia Saudita, incluso Venezuela.
El efecto del COVID19 es un tema un poco más complicado, ya que ha generado un dilema para los inversionistas por la compleja interrelación entre la necesidad de aislamiento social para evitar el contagio y la necesidad de promover el consumo y la inversión. Las primeras empresas que han sentido el impacto de esta contradicción son aquellas directamente involucradas con los servicios como restaurantes, espectáculos, parques temáticos, líneas de crucero y transporte masivo terrestre y el aéreo. De igual forma, la disrupción de las cadenas globales de producción y la incertidumbre de la estabilidad en el consumo han hecho que los compradores de acciones se renieguen de seguir apoyando empresas que pueden perder su valuación de mercado de la noche a la mañana. Si esta situación continúa y se profundiza, si el mercado no logra encontrar a compradores con vendedores en circunstancias normales, las empresas comenzaran a presentar proyecciones menores de ganancia, lo que obligará a replantear sus opciones de inversión ante la falta de liquidez, a lo que se sumara una reducción en la planilla de empleados para salvar lo que les queda de ganancias y entonces se hablara de paro. El paro conlleva una serie de efectos en cadena que se hará sentir en el resto de los sectores económicos desde los de consumo, habitacional, de salud, etc., y esto dará paso, si bien informalmente, a una recesión. La recesión no quedará aislada a Estados Unidos, sino que se convertirá en una recesión global por la naturaleza interrelacionada de la economía mundial.
La respuesta que necesita la economía implica la intervención combinada de miles de millones de dólares en paquetes fiscales y monetarios: compra de acciones con pérdidas, reventa de activos bancarios completos y apalancamiento con créditos blandos para asegurar la liquidez, ajustes de la tasa de interés de la Reserva Federal, sumado con una batería de medidas de corte fiscal para tratar de salvar la inversión, aliviar a los hogares, etc. El problema es que la tasa de interés de referencia para Estados Unidos casi está en cero, y los mercados siguen cayendo. Las medidas que quedan implican el rescate masivo de empresas en problemas por parte del Estado a fin de sanear sus finanzas y aliviar las perdidas, con tal de evitar el desempleo. Todos estos mecanismos de salvamento económico implican además realizarlo con dinero de los impuestos en tiempos de una crisis mayor de salud pública.
Entonces, existe un problema político de fondo para impulsar todas estas medidas: la reelección de Donald Trump.
Fue precisamente la retorica anti-establishment lo que llevó a Trump a la presidencia de Estados Unidos, y fueron las acciones de sus predecesores Bush y Obama a favor de Wall Street lo que los sacó de la presidencia uno tras otro en sus intentos de salvar a las grandes empresas con tal de salvar el capitalismo de Estados Unidos. Sin embargo, si Trump comienza a repetir la patética ruta de salvar a los grandes a diestra y siniestra mientras el ciudadano norteamericano de a pie va a perder su trabajo, su casa, su futuro en medio de una de las más grandes pandemias de los últimos tiempos, habrá entregado la presidencia a J. Biden o B. Sanders en bandeja de plata. Trump no está del todo seguro que los paquetes de ayuda servirán, y aún si sirven ¿qué, en la balanza de su reelección, pesa más? ¿Verse como el hombre que salvó Wall Street, o verse como el hombre que salvó América del COVID19? Porque tal vez no haya tiempo ni recursos para hacer ambas cosas. El tiempo de elección se acaba, y las opciones se reducen. La caída del SP500 indicador preeminente de la economía sufrió durante la última crisis global el 50% de su valor, en estos momentos ha perdido el 25%.
De las decisiones que se tomen en las próximas horas y días, la forma como este viernes 13 quedara para la posteridad.