Recién firmados los Acuerdos de Paz, muchas mujeres comenzamos a retornar al suelo que pertenecemos, con ilusiones de construir en El Salvador una sociedad justa para toda la población sin distinción de sexos ni clases sociales. En ese momento de cara al IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe a realizarse en El Salvador, aconteció nuestro primer encuentro en donde el punto de reflexión fue ¿Cómo los derechos de las mujeres fueron incorporados en los acuerdos? Resultado: ¡asombro total! No estuvieron dentro de las negociaciones. Se publico nuestro posicionamiento con una página en blanco.
Hoy a los 25 años se declara “Año de la Promoción de la Cultura de Paz”, previamente a los 15 años se decreto el 2007 “año de la paz social”. Reflexiono: ¿Qué avances sustanciales e impacto percibimos al interior de nuestra sociedad, específicamente con los derechos de las mujeres? ¿Han sido incluidos? ¿Se hace desde nuestra autonomía o desde la dominación de nuestros cuerpos?
A 25 años de los Acuerdos, las causas económicas y sociales que propiciaron el conflicto armado continúan. El marco de pobreza, injusticia y exclusión hace que logros construidos a lo largo de este periodo para alcanzar la paz, se vulneren y quiebren, en la medida que las brechas entre personas pobres y ricas; hombre y mujeres continúen marcando y polarizando las tendencias a propiciar exclusión y violación de derechos los cuales se traducen en perdida de la producción campesina, aumento de la inseguridad ciudadana orillando a la población a convertirse en migrantes buscando el sueño americano.
Por otro lado un sistema de desigualdad y discriminación (antes, durante y después del Conflicto armado) entre hombres y mujeres todavía continua vigente. ¿Por qué no se le ha dado la seriedad que merece dentro de toda la estrategia estatal de cara a la consolidación de la “Paz”?. La agudización de la violencia contra las mujeres y la criminalización a estas por situaciones valoradas desde las creencias misóginas culturales y religiosas de sus operadores de justicia, mas no desde los derechos humanos, lo cual la democracia se atrasa. Pienso, con tristeza que únicamente se paso del “cese al fuego” a polarizar más la sociedad, pues en lugar de debatir ideas, posicionamientos o presentar propuestas nos dedicamos a descalificar refiriéndonos de manera irrespetuosa a quien se opone, marcado principalmente por el accionar de la clase política.
Celebremos lo alcanzado sin caer en la autocomplacencia que no permita plantar en suelo sólido la Paz, ni continuar con innumerables años o actos vacios de contenido, pero cargados de violencia simbólica, utilizado a las mujeres como edecanes, cachiporras mas no como dirigentes.
Un suelo sólido cultivado desde los cambios culturales frente a las actitudes patriarcales machistas, particularmente las que perpetúan la arraigada condición inferior de las mujeres, asociadas con mayores riesgos de violencia, continúan ancladas en la sociedad salvadoreña, máxime si las niñas o mujeres en cuestión no cumplen sus deseos, cayendo en agresiones sexuales, de las cuales se culpabiliza a las mismas victimas.