Por Juan Gasparini
Operaciones encubiertas que involucran a Kiev en la geografía rusa, quiebran el silencio instaurado por el Kremlin para que la población, al no disponer de suficiente información en los medios oficiales, ignore los costos humanos de la guerra, al margen de los 20.000 muertos y 80.000 heridos en que se cifran sus víctimas al cabo de los 4 primeros meses de 2023, sufridas por las fuerzas regulares e irregulares de Vladimir Putin. Abundan hechos emblemáticos.
El más significativo ha sido la anulación de la tradicional marcha civil que históricamente conmemora el aniversario de la victoria contra los nazis en la «Plaza Roja» de Moscú, este 9 de mayo, conocido como «el desfile de los inmortales», en semejante ocasión sin parada aérea. El temor de movilizaciones espontáneas de la población civil portando fotos de los caídos, como sucediera con las invasiones anteriores en Afganistan y Chechenia, parecen haber obligado a las autoridades a desistir.
Los esgrimidos motivos de seguridad, para mantener cerrada la plaza en las dos semanas previas a las festividades no alcanzan para explicar las medidas, con los añadidos que para presenciar un segundo desfile militar terrestre, hacen falta invitaciones oficiales. Los actos tendrán un solo invitado extranjero, el President de Kirguistán, Sadyr Zhaparov. En Rusia siguen vigentes las disposiciones anti-Covid, que prohiben reuniones de personas en la vía pública.
Se agregan, entre otros, 2 atentados recientes en Rusia, que traslucen la figura de Kyrylo Budanov, jefe del Servicio de Inteligencia militar de Ucrania. Se le atribuyen responsabilidades en el asesinato del «bloguero» Vladen Tatarsky, pro-Putin no obstante su origen ucraniano, alias Maxime Fomine. Pereció tras el estallido de una escultura, aportada como regalo por una invitada a una fiesta que el «turbopatriota» organizara en un bar de San Petersburgo, el 2 de abril de 2023.
Budanov es citado también en la voladura el pasado 6 de mayo, en la región rusa de Nijni Novgorod, a 450 km de Moscú, del automóvil de Zakhar Priletine, escritor, periodista y dirigente aliado del líder ruso, con participación militar en Chechenia y el Donbas, quien sin embargo sobrevivió pese a la muerte de su chofer. La acción fue reivindicada por «Atesh», movimiento de ucranianos y tártaros de Crimea. El 21 de agosto pasado, fue abatida por un «Ejercito Nacional Republicano», Daria Dougine, hija del filosofo ruso Alexander Dougine, notorio «anti-ucraniano».
«Vamos a matar rusos y continuaremos matando rusos, poco importa donde se encuentren, hasta la victoria completa de Ucrania», apuntó sin explicaciones ni limites Kyrylo Budanov, tal vez para sembrar el pánico en la población rusa, quizá con el objeto de generar una corriente en la opinión pública que incomode a Vladimir Putin, quien se mantiene en silencio. Seria una forma de «acción psicológica», buscando que «el miedo cambie de campo».
Esta maniobra probablemente persiga inducir al error que la esperada ofensiva para expulsar a los rusos del 17% de Ucrania dentro de un par de meses cuando llegue el verano, empezará en Crimea, cuando en verdad los planes sean otros. Lo cierto es que Ucrania está haciendo estallar en Crimea depósitos de combustibles, puentes, descarrilamiento de trenes, ataques de navíos y puertos, y bombardear Odessa, sin costos humanos, casi solo con drones.
En cualquier caso, la periodista y ex candidata presidencial adversaria de Vladimir Putin en las elecciones de 2018, Kenia Sobtchak, sostiene que si esa ofensiva ucraniana que se viene es victoriosa, su entonces contrincante «podría desencadenar un uso táctico del arma nuclear» para mantenerse en el poder. Tal revelación cohabita con filtraciones de la prensa en Moscú, sobre instrucciones secretas recibidas del gobierno, en torno a como comportarse si la suerte no acompaña a Rusia, finalizada la ofensiva ucraniana que se anuncia: no subestimarla, decir que Rusia la rechazó hábilmente, y resiste; y que Ucrania consiguió «avances modestos».
Por otra parte, Kiev anunció el pasado sábado haber interceptado un misil ruso supersónico llamado Kinjal, sobre el cual Putin afirmó en 2018, ser el más poderoso del mundo. Ahora lo neutralizó un sistema de defensa estadounidense «Patriot», entregado a Ucrania. Al tiempo, Kiev no confirmó ni desmintió, haber disparado a la región de Crimea, anexada por Rusia, 2 misiles ucranianos Grom-2, y 3 proyectiles «Himars», asimismo cedidos por EEUU a Ucrania. Entre tanto, el argentino Rafael Grossi, director de la «Agencia Internacional de la Energía Atómica» (AIEA), alertó sobre los riesgos de una situación «potencialmente peligrosa», en la central nuclear ucraniana de Zaporijia, militarizada por fuerzas de ocupación rusas.
Resta por esclarecer el episodio de 2 drones que se precipitaron sobre la cúpula del Kremlin, a comienzos de mes, sin conocerse imágenes de los destrozos, velozmente reparados. Rusia sostuvo que el propósito fue asesinar al Presidente Putin, pero Volodymyr Zelensky lo negó. Si la autoría de Kiev prosiguiera circulando sin confirmarse oficialmente, podría pensarse que la acción fue destinada al imaginario ruso, cuyo mensaje subliminal sería que Ucrania no va a ceder, cuando algunas fuentes occidentales la invitan a entregar la Crimea a Rusia para negociar una salida pactada del conflicto.