LOS íNGELES. El día de la independencia nos llega con un país dividido y un presidente en picada mortal. Decidí por la mañana sacar a relucir la bandera estadunidense al frente de mi casa e irme a echar unas pupusas. La bandera es de todos los que hemos luchado por hacer de este país un mejor lugar donde vivir y no solamente de gente intolerante que apoya a Trump. El reto de nuestro país es hacer valer el concepto de la igualdad. Es en el acceso a la igualdad de oportunidades, sobretodo el acceso a la justicia, que vivimos otro reto creado a sabiendas por la popular (entre los republicanos) administración actual al dividir a madres e hijos en la frontera y bloquear el acceso al asilo pesar de tratados internacionales, leyes federales, y reglamentos que si permiten dicho proceso.
Era poco el tráfico y el viaje en auto para llegar a mi pupusería favorita se acortó por casi 20 minutos. Los comentaristas de deportes seguían hablando sobre el contrato de 145 millones de dólares ofrecidos al mejor jugador de baloncesto para que viniera a jugar con los Lakers. En la esquina del Redondo y Pico, viendo pasar a un hombre de camiseta blanca con dos perritos, me atrajo un par de pancartas que decían en inglés, “Hay que hacernos humanos otra vez. Reunificación de familias. Fronteras abiertas. Corazones abiertos. Despidan a Trump”.
En mi pupusería favorita no había ni siguiera una banderita de barras y estrellas o El Salvador, ni nada alusivo al mundial de Rusia. En la caja registradora había un papel que decía que el precio de una torreja con miel había subido a $3.50. La pared amarilla donde he sugerido poner los retratos en grande de salvadoreños famosos: Monseñor Romero, Roque Dalton, Consuelo Suncín, el Mágico González, Manlio Argueta, sigue lo mismo–pintada de amarillo mostaza.
Una señora anciana y gordita que comía pupusas me saludó y se quejó que el aire acondicionado no funcionaba. Saludé a otro comensal que se echaba un sopón de gallina india. El café me llegó en una taza de papel para llevar y reciclarlo. Las pupusas de queso con loroco estuvieron exquisitas.
Mandé varios textos a mis contactos deseándoles un feliz cuatro de julio junto con la foto de las pancartas. Intercambié textos con uno de ellos, quien nunca tuvo hijos, que se molestó por el mensaje de las pancartas y que luego me bloqueó como contacto cuando le hice ver que la primera enmienda protege la libre expresión, que esta semana salió un sondeo de la Universidad Quinnipiac que mostró que el 49 por ciento de estadunidenses piensan que Trump es racista y que el 42 por ciento no, que Trump ha tildado a El Salvador como un país de excusado, que ha dicho que los salvadoreños son animales, que ellos vienen a infectar a los Estados Unidos, y que ante la división de madres e hijos en la frontera (repudiada como inconstitucional ya por dos jueces federales) no podía quedarme inerme ante una injusticia, por lo que esperaba con todo respeto que mi contacto estuviese en el lado correcto de la historia y que esperaba que Dios le diera sabiduría.
En un tiempo Trump criticó el mensaje racista y divisivo del candidato republicano Pat Buchanan para la creación de un muro en la frontera sur de los Estados Unidos, para luego disculparse y hacer uso de dicho mensaje como suyo, como lo explica el comentarista de MSNBC Steven Kornacki en su libro, “The Red and the Blue” (Harper Collins 2018). Trump se ganó la confianza de los racistas asolapados en los Estados Unidos al perpetuar por varios años el chisme que Obama no había nacido en los Estados Unidos.
Para los que apoyan a Trump, que incluye a más de un columnista de CONTRAPUNTO cuyos escritos reflejan los mensajes de la cadena televisa FOX, no se puede hablar con hechos, legalidades, en un contexto histórico porque lo toman a nivel personal al darse cuenta de su ignorancia. Como abogado y experto en ley migratoria con más de 25 años de experiencia en casos de asilo, si yo trato de explicar la obligación de los Estados Unidos en acatar los tratados internacionales de protección a los que buscan asilo en la frontera, el seguidor de Trump no tiene el menor deseo de educarse sobre esa realidad. Ese bloqueo mental es la misma forma de ver el mundo que descubrí con los argentinos y chilenos que negaron (y todavía niegan) que hubo una guerra sucia de persecución política en la Argentina o Chile, y en los salvadoreños que vieron (y todavía ven) a Monseñor Romero como un cura revoltoso.
Trump ha hecho el insulto personal su respuesta favorita a cualquier crítica honesta y bien puesta sobre su forma de liderazgo enfocado en destruir acuerdos, tratados comerciales, y normas de civismo mientras hace uso de la plataforma que tiene para hacer campaña. Por ejemplo, Trump tildó de payaso a James R. Clapper, ex-director de inteligencia nacional en la administración de Obama porque su libro “Facts and Fears” (Viking 2018) no apoya la opinión del presidente que Rusia no interfirió en las elecciones del 2016 a favor de Trump. Los servicios de inteligencia de los Estados Unidos respaldan la opinión de Clapper. Esta semana el comité de inteligencia del Senado concluyó después de una extensa investigación bipartidista que si hubo interferencia de Rusia a favor de Trump. Hay un reporte de republicanos de un comité de la cámara de representantes que llegaron a una opinión diferente hace varias semanas sin haber hecho una investigación exhaustiva. Michael Cohen, el ex-abogado de Trump, ha empezado a considerar cooperar con la investigación del FBI liderada por Robert Mueller sobre las violaciones de la ley en la campaña de Trump. Trump y sus seguidores han hecho del chisme en contra de Mueller una campaña para desacreditarlo.
Como resultado de la investigación de Mueller, quien ha sido muy reservado en no andar en dimes y diretes, varios miembros de la campaña de Trump se han declarado culpables y han decidido cooperar para evitar sentencias. En julio de 2018 empieza el primer juicio en una corte federal en el estado de Virginia en contra de Paul Manafort, el ex-director de la campaña de Trump, por violaciones de la ley, como el enrequisimiento ilícito, que fueron descubiertas durante la investigación del FBI y quien se halla detenido y enfrenta varios años de prisión si es hallado culpable. El libro de Michael Isikoff y David Corn, “Russian Roulette” (12Twelve 2018) provee una excelente introducción a la trama de Trump con la ayuda de Rusia para ser electo presidente.
Trump sacó a los racistas del closet a la calle y al mismo tiempo ha hecho que otros expresen su opinión por vez primera por medio de pancartas y manifestaciones masivas en contra del bloqueo del acceso a la justicia de este país. Sacar a relucir nuestra bandera de barras y estrellas en el día de la independencia es un acto rebelde ante la intolerancia.