Los primeros testigos en el juicio por la matanza del jesuita vasco Ignacio Ellacuría y otros cuatro jesuitas en El Salvador han relatado que en el juicio que se celebró allí en 1991 existía la opinión mayoritaria de "que no estaban sentados los autores intelectuales" de los asesinatos porque "hubo un pacto de silencio en el Ejercito".
Jose Luis Navarro y Enrique Arnaldo fueron los letrados de las Cortes que acompañaron y redactaron los informes de sendas delegaciones parlamentarias españolas que se desplazaron allí, una en 1990 para apoyar el proceso de paz así como la investigación en curso por la masacre de los jesuitas, y la segunda en 1991 para asistir al juicio como observadores internacionales.
Sus testimonios ante la Audiencia Nacional en el que juicio que se sigue contra el excoronel y exviceministro de Defensa salvadoreño Inocente Montano han descrito las "complicaciones", "presiones" y lo "parcial" que resultó tanto la instrucción como el juicio en el que se condenó a dos mandos intermedios y se absolvió a otros siete militares de los asesinatos, los supuestos autores materiales.
Pero ante todo han destacado que ni durante la investigación ni en la vista estuvieron presentes los autores intelectuales, es decir, los que dieron la orden de asesinar a los jesuitas.
"Había una opinión mayoritaria de las fuerzas políticas, sociales, sindicales y los jesuitas de que había unos autores intelectuales, incluso el juez Zamora (instructor y sentenciador) también lo dijo: que no estaban todos los que habían participado", ha dicho Navarro, al relatar su viaje en 1990 en el primer aniversario de la matanza en la Universidad Centroamericana (UCA).
Tanto es así que la conclusión del informe que Navarro redactó es que existía el "convencimiento" de la existencia de autores intelectuales – "las palabras más escuchadas y tenidas en cuenta en este viaje" – y de que "hubo un pacto de silencio en el Ejército" para no seguir la investigación.
Arnaldo, presente ya en la vista oral, ha recordado cómo se insistía en que "falta quien empujó y ordenó" los asesinatos.
"Se habló de los autores pero no se manejaron nombres", ha señalado el letrado del Congreso, a quien le llamó la atención la cantidad de alusiones que escuchó a "los autores intelectuales", que no procedían solo de los jesuitas -como ha tratado de probar insistentemente la defensa- sino de diversos ámbitos políticos y sociales, aunque le sorprendió que, fuera de la sala, "nadie opinaba" sobre ello, no se profundizaba o especulaba más allá.
Pero si algo ha destacado fue la escenografía de aquel juicio, de apenas tres días. No hubo interrogatorios a los acusados ni a testigos, ni por parte de defensa ni acusación. "No se preguntó a nadie nada. El juicio consistió más bien en la lectura de documentos, nadie contrastó nada, ningún informe", ha dicho.
Y mientras se hacía esa "lectura larguísia" que llevó "12 o 14 horas", los acusados, sentados de frente mirando hacia el público, permanecían inmutables. "No se movían, no hacían ningún gesto".