Uno de los temas que están puestos en la agenda nacional es la corrupción política, aunque más parece que es a nivel regional. Cada día, un nuevo caso de “corrupción” aparece en los diferentes medios sociales de comunicación. Entendiendo la corrupción política como el mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente de forma secreta y privada.
Todos los gobiernos son susceptibles de corrupción política. Las formas de corrupción varían como el uso ilegítimo de información privilegiada, sobornos, extorciones, fraudes, malversación, prevaricación, compadrazgos, cooptación, nepotismo, impunidad y el despotismo entre otras.
Sin embargo dependerá del grado de honradez y honestidad que posean cada una de las personas del funcionariado, por lo que no es casual que haya países en los cuales no se dan los niveles de corrupción como los que se dan en otros. Dependerá de la solidez con que se tengan estos valores y del concepto de democracia alcanzado.
La identidad cultural de un pueblo está determinada por ciertos valores éticos, los cuales son definidos e infundidos en este, al final determinara la conducta de sus habitantes. No obstante, percibo que la honradez y honestidad son valores que les hemos dado de baja en nuestro ideario colectivo, cuando vemos tantos casos de corrupción política, pero aún hay más.
Cuando se llega a un restaurante y se recibe como respuesta alteración en los precios entre lo que está marcado en la carta y lo que facturan al final; o como cuando en un taller automotriz aseguran que son necesarios una cantidad de piezas por cambiar y no muestran los repuestos, y además el vehículo al poco tiempo demuestra que la falla sigue. O cuando una persona que ejerce la medicina prescribe una intervención quirúrgica innecesaria, con el objetivo de llenar más su bolsillo, todos la anteriores ejemplos son actos de una inmoralidad que poco a poco se ha ido incorporando en nuestro pensar hasta normalizarlo con nuestras actuaciones.
Tanto como personas, como gobierno y como empresas privadas actúan muchas veces con inmoralidad, teniendo como resultado actos de corrupción en contra de la población.
Muchas veces he escuchado frente a un acto de honradez y honestidad, “es que es un tonto o tonta” y en el caso contrario existen reacciones de “Este sí que es listo”. Me pareciera que hemos perdido el rumbo de nuestras valoraciones ya que celebramos a la persona inmoral y descalificamos a la persona honrada. ¿Que podríamos esperar con este tipo de valoraciones frente al accionar en la vida?, me parece que nada bueno.
Y como una ola vino a mi mente esta reflexión en la recién semana santa, cuando en la “Hola” experimente esa falta de honradez por parte de dicho comercio. Y ¿cómo es que hemos llegado hasta aquí?, o más bien qué medidas tomar para salir de esta vorágine.
¿Un cambio de paradigma? Podría ser, un cambio que determine en nuestra sociedad valores y sistemas de pensamiento diferentes al paradigma dominante, lo cual implica cambios culturales que afecte la forma en que una persona percibe su realidad y la forma en que responde a esa percepción.
Este cambio requiere el involucramiento de todas y cada una de sus partes de toda la sociedad, desde cada instancia gubernamental que conforma el Estado, líderes sociales, medios de comunicación, educadores, la fuerza económica y financiera hasta las organizaciones no gubernamentales y formadores de opinión para que promuevan, difunden y oficialicen los nuevos paradigmas. De esta manera poder iniciar con un simple cambio: juzgar la paja en el hombro ajeno, a la vez que reflexionamos como es la viga en nuestro hombro.