lunes, 26 mayo 2025

Roque Dalton y la juventud colombiana: flores marginales, historia de dos cárceles

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Camila salió de la cárcel para hablar en el Congreso de la República y eligió hacerlo por medio de la poesía. Hace más de 30 años otro joven privado de la libertad, Uverney, también se había aferrado a la poesía para resistir. En uno y otro caso lxs acompañó Roque Dalton, poeta rebelde, muerto indócil.

Por Pablo Solana.

El pasado jueves 22 de mayo Camila se presentó en el salón Elíptico del Congreso de la República para participar de la audiencia pública “Garantías y Derechos Humanos de las Personas Judicializadas en el Marco de la Protesta Social”. Debió ser trasladada desde la cárcel El Buen Pastor, donde cumple condena por su participación en el estallido social de 2021, aquel que permitió a Colombia salir de la ignominia de doscientos años de crueldad. O, al menos, eso pareció, o eso está por verse, porque la crueldad sigue siendo la norma del Estado colombiano contra ella, contra sus compañeras del Colectivo “Mal Rebaño de El buen pastor”, contra las más de 167.000 personas privadas de la libertad y contra los millones de colombianos y colombianas que aún esperan un cambio profundo del sistema que rige sus vidas y sus posibilidades de dignidad.

Mientras tanto, Camila mantiene en alto sus banderas de lucha. Las enarbola de la mano de la poesía. La acompaña Roque Dalton, el poeta y militante revolucionario salvadoreño muerto hace medio siglo, a quien asesinaron pero no pudieron matar.

Camila llegó a la audiencia con un buzo que tenía inscriptos versos del poema “Y sin embargo, amor”, de Roque Dalton: hace frío sin ti / pero se vive. En el estrado desde el que habló había afiches del movimiento carcelario y un pañuelo violeta que identifica las causas feministas.

Con estas palabras empezó su participación: “Cuando me propusieron esta intervención me dio mucha pereza porque me siento muy desilusionada de estos espacios. Y, sin embargo, pensé: ¿Qué hago? Entonces escribí dos poemas, y se los vengo a recitar”.

El primer poema que leyó se llama “El pan de todas” y es una extensa, bella y nítida declaración de principios que inicia y termina con versos de Roque Dalton. El segundo se llama “Flores marginales”; la joven lo dedicó “a mis amigas”, “las mujeres que habitan la prisión”.

La poesía de Camila fue tan sentida y tan potente que resultó celebrada por aplausos sostenidos en todo el recinto, y por las palabras de la representante a la cámara por el Pacto Histórico, Leyla Rincón Trujillo, quien dijo al micrófono: “Gracias por enseñarnos la grandeza de la poesía, ¡vamos hacia el estadio social cultural!”. Después, la mujer agregó: “Es una tarea para maestros y maestras que la poesía siga rondando en las instituciones educativas, y que flores marginales se escuchen en todo el territorio nacional. Muchas gracias Camila por enseñarnos que sigues en la resistencia y que la juventud sigue con la palabra a través de la grandeza de la poesía”.

Camila Botero Cardozo –de ella se trata– nació en Medellín hace 33 años. Se crio en Pereyra, en una familia “amorosa, intelectual, muy politizada”, según sus palabras. Se graduó en Periodismo en la Universidad de Antioquia. Participó activamente del paro estudiantil de 2011 y acompañó las movilizaciones campesinas a partir del año 2013. En enero de 2023 fue condenada a seis años y seis meses de prisión, acusada de haber gestionado dinero ante la guerrilla para apoyar a las Primeras Líneas de la juventud que mantuvo vivo el estallido. Desde que está privada de la libertad promovió el colectivo Mal Rebaño y se sumó al Movimiento Nacional Carcelario.

* * *

Escuchar a Camila recitar a Dalton me recordó, inmediatamente, la historia del querido Uverney. Así contamos sobre él en el libro Lanzas y Letras, las historias:

“En 1992 Uverney era representante estudiantil al Consejo Superior Universitario en el Huila y uno de los promotores de las protestas contra el desfinanciamiento de la Educación. Por ese motivo lo detuvieron durante una movilización que terminó en tropel. Los policías lo señalaron como organizador de los enfrentamientos; agregaron ante la Fiscalía que había hecho disparos con un arma de fuego. Durante el juicio se demostró que la acusación era falsa, pero la doctrina contrainsurgente indicaba que todo joven activista debía ser considerado guerrillero o afín a la guerrilla: fue procesado con el cargo de terrorismo. Ya por entonces, en Colombia, ser líder social era un delito”.

En la cárcel de Rivera, Huila, Uverney recibió un libro titulado Informe de una injusticia. Era una antología del poeta guatemalteco Otto René Castillo prologada por Roque Dalton. Subrayó con interés las palabras que el salvadoreño le dedicaba a su amigo poeta después de haber sido asesinado por el Ejército de Guatemala: “Otto René Castillo ejemplifica el más alto nivel de responsabilidad del intelectual revolucionario, del creador revolucionario, en la unidad del pensamiento y la práctica. Su poesía se nutrió del dolor de su pueblo y de su indoblegable esperanza.”

Años después, Uverney Quimbayo Cabrera –de él se trata– me contó que de allí sacó fuerzas para atravesar aquel encierro. De esas palabras de Dalton y de la poesía. También de allí tomó la idea de impulsar una revista para la batalla de ideas que llevara por nombre Lanzas y Letras, emulando la publicación que se había llamado así en la Guatemala de principios de los años 60, impulsada por Otto René y donde Roque también había escrito. Pero esa ya es otra historia.

* * *

Días atrás, cuando presentamos en Cali el poemario hasta ahora inédito de Roque Dalton titulado El amor me cae más mal que la primavera, me preguntaron por qué publicábamos a un poeta guerrillero en estos tiempos, donde aquellas formas de lucha y aquellos ideales de revolución parecen estar ya fuera de época. Respondí, palabra más palabra menos, que más allá de métodos de lucha y de ciclos políticos esperanzadores o confusos –como el actual–, lo que transmitía Roque, con su poesía pero también con su ejemplo de vida, era un profundo sentido de rebeldía. Porque el salvadoreño había sido un rebelde ante los curas que lo educaron, pero también ante los burócratas del partido en el que militó, y también ante las vacas sagradas de la literatura, y que eso –sumado a su exquisito talento poético– es lo que lo hizo trascender y es lo que hace que todavía nos emocione leerlo y repasar su apasionante historia de vida y compromiso. Porque la rebeldía, como la solidaridad, como la sonrisa y como el amor, son necesidades vitales para cualquier ser humano en cualquier tiempo y lugar.

Dije todo eso de manera improvisada, pero ahora me doy cuenta que podría haber dicho, simplemente, que editábamos a Roque en estos tiempos difíciles por la juventud que aún se rebela, como se rebeló en su momento Uverney y como se mantiene rebelde ahora Camila, peleando desde la cárcel por ella pero sobre todo por lxs demás.

Uverney escribió poesía durante su tiempo de militancia, algunos de sus poemas pueden conocerse acá. Camila también: en este enlace el portal cultural Quira Medios publicó varios de ellos.

Estos son los dos que recitó en la audiencia del Congreso:

El pan de todas (*)

Yo llegué a la a la revolución por vía de la poesía.
Tú podrás llegar
si lo deseas, si sientes es que lo necesitas
a la poesía por vía de la revolución.
Roque Dalton.

A diferencia de Roque
y porque lo necesité
como el pueblo necesita pan
y rosas,
yo llegué a la poesía
luego de mucha revolución,
de mucha derrota
y de mucho, mucho duelo.

No puedo ni quiero salir de ahí.
Por vía de la poesía
entendí que, con revolución,
son palabras
y acciones hermanas.

Que la lucha
y todas sus formas
son,
claro que sí,
un poema colectivo.

Mi nombre es Camila Botero Cardoso
y soy prisionera política
como todas
las personas que habitamos los lugares
de tortura
e ignominia
que son las cárceles.

Estoy allí
porque creí
y sigo creyendo
en la búsqueda de la justicia
y dignidad
de las subalternidades de Colombia
y del mundo
en especial
la de las juventudes
obligadas,
necesitadas de revolución y poesías,
por vías del hambre
y la injusticia.

A veces,
en la soledad de la celda,
en la intimidad de este fuero
y fuego internos
repaso momentos
vuelvo a pensamientos y sensaciones
llenas las calles
sedientas de justicia
con la rabia
a flor de piel.

Me pregunto por esa justicia
ese malestar
de saber que la otra justicia
no lo es.
Que es
la propiedad de unos cuantos
para torturar
castigar
aleccionar
que es la forma que tienen
para decir
“Aquí sigo mandando yo
aunque mande mal
pésimo
horroroso
y terrorífico,
aunque te haya obligado
a someterte a una ley
que pone la propiedad muy por encima
de la dignidad y la vida”.
Una justicia
con apellido
y abolengo.

Pues bien
esa no es mi justicia.

La estoy padeciendo
me atraviesa el cuerpo
me hiere
me maltrata
y me duele
pero no la admito como mía.
Nadie debería hacerlo.
No es mi justicia
esta que mantiene el estatus quo
y que se aplica solo
a las empobrecidas
justo por eso
por haber nacido en el barrio
o la montaña
por no poseer.

No es mi justicia
esta del terror
las balas
la criminalización
y el miedo
no lo es.

No es mi justicia la que arranca ojos
lágrimas de madres huérfanas.
No es mi justicia esta del despojo
y la opresión.
No lo es.

Sigo buscándola porque sé que existe
que la percibo
cuando el niño come
y se calma.

Cuando en la olla comunitaria
alcanza para todas.
Cuando se juntan los dolores
y aprenden a exigir
verdad
reparación.

Existe la justicia cuando nace y crece la flor
en el improbable lugar de la tristeza
para recordarnos que
no solo gris es el mundo.

Existe la justicia,
la seguimos buscando
y creando en comunidad
a pesar
y por encima
de esa que no es
pero nos imponen.

Existe la justicia del poema colectivo
esa
de la radical diversidad
que acoge y abraza a todas
las que la necesitan.

Existe la justicia de los más
que parecemos menos
pero que día a día
a cada hora de suplicio
inventa y crea un mundo nuevo
diferente.

Existe
esa justicia que arde en cada corazón
que no es venganza
o ansias de sangre y horror
justicia con necesidad de verdad y esclarecimiento
con ganas de dignidad.

Esta sí que es mi justicia
y continuaré buscándola
haciéndola
forjándola.

Bienvenidas
todas las formas subalternas de encontrarla
entre ellas
la comisión de la verdad
que tal vez nos ayude
a poner los dolores donde son
a liberarnos de unas culpas
que nos oprimen y minimizan
a exigir que quienes tienen responsabilidades
en la muerte
el despojo y el terror
que causa esa otra justicia
que no es nuestra
la asuman.

Además de ese primer verso,
Dalton
también nos dejó este:

Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje
y el pan,
la poesía de todos.

Creo,
como Roque,
que el pan
es la poesía de todos, como la justicia,
la revolución
y la lucha,
ese poema colectivo
que seguimos escribiendo
desde todas
las trincheras.

Flores marginales

Vivo en un jardín
de flores marginales,
tan diferentes,
tan disidentes,
tan venidas a menos,
tan derrotadas
a veces.
Todo siempre a veces.
En cambio,
algunas otras veces,
las muchas veces,
tan aguerridas
que
han querido cortarlas,
pero vuelven y florecen.
Silenciarlas,
y han gritado.
Las flores marginales
averiadas,
dañadas,
con el signo de la pérdida en cada pétalo
no se resignan a perder.
Todos los días
se levantan
y sueñan,
se solidarizan,
piensan en las suyas,
esas otras
flores marginales
que las esperan
allá
lejos
en los jardines
atravesando las rejas.

– – –

(1). Estos dos poemas no fueron publicados aún por la autora; los transcribimos del video de la audiencia, por lo que es probable que haya que revisar la separación de los versos y estrofas, que realizamos atentos a la forma en que los recitó. Recibiremos con gusto las correcciones pertinentes, si Camila lo considera necesario.

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Pablo Solana
Pablo Solana
Pablo Solana, escritor argentino, es editor en La Fogata Editorial y la revista Lanzas y Letras (Colombia). Colaborador de ContraPunto

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