“Si los alumnos no tienen buenos profesores y las condiciones adecuadas para desarrollar el proceso de aprendizaje, es poco probable que las cosas cambien” expresó Erika Saldaña en el artículo de opinión “Sistema educativo en crisis permanente” publicado en 2016 por elsalvador.com.
Pero ¿cómo definir “un buen profesor”? Viendo la situación como un estudiante común, alguien que no de clases y que deje pocas tareas. No obstante, hay muchas más cosas para definir a un buen profesor, su capacidad no se mide solamente por sus conocimientos sobre la materia, se requiere saber tratar a un estudiante.
Según Alejandro Sanfeliciano de “La mente es maravillosa”, “los procesos educativos y de instrucción requieren de inteligencia y precisión, el simple hecho de conocerlos y saber actuar con ellos ya es una tarea difícil. Y un maestro no se encuentra únicamente con este problema, a parte tiene que saber tratar con los estudiantes y sus condiciones individuales”.
En los años más recientes, recuerdo que mi maestro de Estudios Sociales, en tercer ciclo de educación básica, era de lo más incapaz en la materia. En la clase sólo yo tenía el libro “Estudios Sociales y Cívica 8” de la “Colección Cipotes y Cipotas” del Ministerio de Educación. Al tener el libro me daba cuenta de ciertas cosas, por ejemplo, en una clase sobre las tradiciones salvadoreñas no mencionó el origen del Día de la Cruz porque contradice a la religión.
Durante esos años hubo muchos maestros que me miraban como alguien que no funcionaba como estudiante, aún ese mismo maestro me decía que si seguía leyendo terminaría loco. En contra de ellos se encontraba mi maestro de inglés, quien consideraba que con más estudiantes como yo se podía hacer algo bueno, no obstante, sólo pocas personas podían entender eso.
En primer año de bachillerato, la maestra de las materias especializadas no nos enseñaba nada. El formato de su clase era: llegar a la clase, pasar asistencia, buscar información, transcribir la información al cuaderno, trabajar un proyecto y calificar a los compañeros de equipo con criterios que se consideraban como equipo.
Al final, el criterio de evaluación era “entre más páginas llenas, mayor es la nota”. En segundo año sucedió lo mismo con ella y con la maestra de Orientación Para la Vida (OPV), esta vez, teníamos el libro “Orientación para la vida 1” de Boris Barraza. Durante la clase debíamos escribir un resumen del tema que apareciera en el libro, todos sacaban de cinco a seis páginas y yo sólo escribía una o dos, a lo mucho. La primera vez que lo vio decidió ponerme una nota de cinco porque era muy poco. Cuando me explicó la razón de la nota le pregunté ¿ya leyó lo que escribí para poder poner la nota? Su respuesta fue no, comenzó a leer y cambió la nota.
Pero, no todos aceptan las correcciones. Cierto día hice el comentario “el lenguaje es mejor que las matemáticas porque aún los matemáticos manejan un lenguaje”. Al comentario una maestra me dijo que yo discriminaba a todas las materias y con todo el profesionalismo no me responde saludo desde ese día.
En catorce años de estudio, cuatro de estos estudiando en una academia de jóvenes talento junto con la educación básica y media, he aprendido que lo que realmente define a un docente como bueno es la capacidad de manejar el tema, el grupo de estudiantes y su comportamiento con ellos. La recomendación para el Ministerio de Educación sería evaluar constantemente a los docentes para saber quién puede seguir dando clases.