Por Hans Alejandro Herrera
Si la situación internacional de Perú sigue apuntando a un aislacionismo más patente, cierta fracción se su diplomacia parece decantarse a un extraño alineamiento respecto a las potencias de Occidente en un momento de fricción en que los imperialismos amenazan con sacarse los ojos en una redistribución violenta del poder global.
En el Colegio de Abogados de Lima, una de las instituciones vigentes más antiguas del Perú, pre existente al mismo Estado Peruano, pude asistir a un conversatorio sobre los retos del Perú en la política internacional, un evento que contaba con la presencia de una docena de embajadores peruanos, algunos militares en retiro y un diputado de la República. En esa ocasión expusieron los embajadores Manuel Augusto de Cossío, Hugo de Zela y Monsalve. Fui con curiosidad de saber que caminos proponían para un país como Perú que cada vez se vuelve una isla respecto al resto del continente. Para quienes no estén enterados el Perú tiene una relación tensa con vecinos como Colombia, Bolivia e incluso con México. El tema político ha perturbado las relaciones de Perú. En esta oportunidad me llevé una sorpresa con lo que se expuso en esa oportunidad. Para ser diplomáticos no fueron sus palabras del todo muy diplomáticas.
Aunque los expositores eran claros en señalar los peligros de la ideologización en la política internacional, y hacían especial énfasis acerca de la importancia de un no alineamiento, se denotaba en sus propios discursos aquella noche una sutil, pero evidente contradicción.
Entre los expositores se propuso sutilmente, algo clásico entre los diplomáticos, la importancia de un no alineamiento, pero que a su vez empujaba la intención de un alineamiento peruano con los valores de las potencias de Occidente, es decir EE.UU., Europa y sus allegados. En un momento uno de los expositores refirió la necesidad incluso de la no dependencia de suministros militares de parte de Perú respecto a su tradicional proveedor, Rusia, y su reemplazo por algún otro país, evidentemente occidental como puede ser alguno de los países europeos, obviamente los que integran al peligroso OTAN. Siendo que Perú es un histórico comprador de los rusos esa sugerencia dice más de la preferencia de parte de cierto sector de la diplomacia peruana. ¿Un alineamiento? Lo cual no es algo necesariamente negativo, pero que llama la atención en este contexto de tensión entre los imperios.
Por otro lado los expositores mencionaron mucho una división de modelos políticos en la región a los cuales catalogaban como democracia representativa y democracia participativa. Lo cual a mi entender no era otra cosa que una división de la política internacional de Latinoamérica a partir de dos corrientes ideológicas en la política continental. La democracia representativa, era la que se defendía en esa exposición, mientras la democracia participativa, era la cuestionada. Para ser más claros, la democracia representativa sería aquella democracia liberal, pro mercado, en términos económicos y en lo político a regímenes de derecha. Eso me hacía percibir una añoranza de los expositores a los años 90 en que toda Latinoamérica era un bloque felizmente liberal, por ende democrático representativo. Porque para la derecha no hay más democracia que la de la derecha. En cambio las otras “democracias” son esas incómodas democracias participativas. Y no solo Venezuela o Nicaragua, que son tan democráticas como el régimen de Fujimori. Sino más bien a esas democracias representadas precisamente con los países que se han peleado con Perú, que es prácticamente todo el vecindario, sea la Colombia de Petro, la Bolivia de Arce (que no se que vela tiene en este entierro, porque el lío político es con Evo Morales, alguien bajado al llano desde 2019 y que es nadie, pero para la paranoia de la derecha peruana sigue siendo el presidente de Bolivia), e incluso AMLO de México, alguien populista pero que se llevó muy bien con Trump y que viene atrayendo las mega inversiones industriales de Elon Musk. Esta distinción entre democracias en la región mencionadas en esta conferencia evidencian una guerra fría en el continente, pues en un momento se habló de que Perú debía buscar aliados continentales en países como Costa Rica, Ecuador o Uruguay. Es decir, con economías pequeñas, con poco peso en la región, pero que son democracias porque están gobernados por grupos de derecha. Esa sugerencia solo revela un enconado espíritu de aislacionismo de parte de este sector de diplomáticos peruanos, que no termina de empozar la soledad del Perú respecto a sus vecinos. Porque nos guste o no el continente se ha pintado de colorado.
Quizá lo único en que coincidieron de manera un poco más razonable los ponentes, era de la importancia de la relación con el Brasil de Lula. Pero el resto de las ponencias, más allá de supuestas defensas de la soberanía peruana o de la constitucionalidad de la sucesión presidencial, solo revelaban que el ambiente de politización en Perú sigue crispado. Los eventos del decembrismo peruano iniciados a fines de 2022 cuando empezaron las protestas que llevaron a la muerte a más de medio centenar de peruanos, en su mayoría cholos (indios o mestizos, por lo general pobres y en su gran mayoría provincianos), han fracturado de tal manera al Perú que incluso la polarización se ha enquistado entre el gremio de Talleyrand. Es como si las palabras del ex secretario de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar, de “negociar, negociar y negociar”, se hubiesen diluido y preponderara entre no muy pocos de los diplomáticos peruanos la actitud de “enfrentar, enfrentar y enfrentar”. Porque si algo me queda patente de esa conferencia es que los diplomáticos peruanos se están agremiando en el peligroso colegiado de los discípulos de Clausewitz, tanto en su división dialéctica de las democracias latinoamericanas como de su acérrimo alineamiento a los valores democrático liberales de parte de las potencias occidentales, este último de manera un poco más sutil, pero que sirve de fuente de un dogmatismo ideológico el cual han abrazado con pasión.
Una lectura orwelliana
Si por un lado todos los ponentes coincidían en el no alineamiento pero a su vez propugnaban una contradicción al defender la alineación hacia las potencias occidentales, sea con el reemplazo de suministros militares, defensa de los valores ideológicos o incluso un mayor acercamiento a países más pequeños e insignificantes, a costo de aislarse del continente entero; todo esto revela una sola cosa que se conceptualiza en una sola palabra: bipensar o doblepensar. Es la única manera de comprender esta contradicción de su discurso.
Como diría George Orwell al definir el bipensar o doblepensar en su novela 1984 respecto a los funcionarios del Ministerio de la Verdad: “Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. (…). El doblepensar está arraigado en el corazón mismo del Ingsoc (Partido Socialista Inglés), ya que el acto esencial del Partido es el empleo del engaño consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez. Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas (…). Incluso para usar la palabra doblepensar es preciso emplear el doblepensar. Porque para usar la palabra se admite que se están haciendo trampas con la realidad. Mediante un nuevo acto de doblepensar se borra este conocimiento; y así indefinidamente, manteniéndose la mentira siempre unos pasos delante de la verdad. En definitiva, gracias al doblepensar ha sido capaz el Partido —y seguirá siéndolo durante miles de años— de parar el curso de la Historia”.
No alinearse, pero alinearse entonces no es una contradicción, sino solo bipensar. Para Orwell el bipensar es engendrado por el odio. Se sabe que se está mintiendo, pero es tanto el fanatismo que se cree, por la necesidad misma de la mentira, hasta creer que la mentira es cierta.
Es decir, una esquizofrenia total procurada por el fanatismo.
Doble pensar” es un concepto que fue popularizado por George Orwell en su novela “1984”. La teoría del doble pensamiento se refiere a la capacidad de sostener dos opiniones opuestas al mismo tiempo y considerarlas ambas como verdaderas, a pesar de que sean contradictorias. En inglés el término es doublethink. La capacidad de sostener simultáneamente dos creencias contradictorias y aceptar ambas como verdaderas. El doblepensamiento requiere que un individuo suspenda su propio pensamiento crítico y acepte voluntariamente estas creencias contradictorias sin vacilación ni duda
La expresión «2 + 2 = 5», o «dos más dos es igual a cinco», se utiliza a veces como un breve sofisma destinado a perpetuar una ideología política. Porque de lo que se trata es de ideología. Sea en defensa de la democracia representativa o la democracia participativa, esa defensa resulta atroz. La ideología es peor que estar enamorado. Por amor te puedo comprender, ¿Pero por política?
“La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sí solo…”
George Orwell, 1984, parte primera, capítulo VII.