El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, dijo el jueves que en los últimos tres meses enfrentó una conspiración armada que buscaba derrocar su gobierno con financiamiento externo y el apoyo de obispos de la Iglesia Católica, religiosos a quienes llamó a rectificar su actitud.
Ortega encabezó un multitudinario acto para celebrar el 39 aniversario de la Revolución sandinista de 1979, que se replicó en todas las ciudades del país centroamericano un día después que el gobierno declaró victoria al eliminar los bloqueos de carreteras y pueblos impulsados por opositores.
Grupos opositores, con armas de fuego y armas hechizas, mantuvieron presión desde abril y en algunos casos mantenían retenes carreteros en decenas de puntos del país donde tuvieron retenido el tráfico y bloqueaban el acceso a abastecimientos y víveres a numerosas poblaciones, para según ellos, lograr la salida del poder del gobernante Ortega.
Los enfrentamientos entre los opositores armados contra militantes sandinistas y la policía dejaron más de 200 muertos, entre sandinistas, opositores y policías, desde que arrancó la crisis política y social en abril pasado.
"Nos ha correspondido defender una vez más la paz para todos los nicaraguenses. Y ha sido una batalla dolorosa, dolorosa porque hemos enfrentado una conspiración armada y financiada por fuerzas internas que todos conocemos y por fuerzas externas que totalmente identificamos", dijo Ortega.
"Se veía venir el golpe, lo veíamos. Parecía difícil habiendo tanta estabilidad en Nicaragua, 11 años de estabilidad, de seguridad, 11 años de crecimiento económico, 11 años de salud" y programas sociales, agregó Ortega, que gobernó en la década de 1980 tras el triunfo de la revolución.
Tras 16 años en la oposición, Ortega ganó las elecciones del 2006 y luego de una decisión judicial a favor de la reelección se postuló y triunfó el 2011, cuando promovió una reforma constitucional que le favoreció.
También ganó los comicios del 2016 ante una oposición que siempre apareció dispersa y fragmentada que siempre parecía estar disputándose cargos, a tal punto que logró amplia mayoría en la Asamblea Nacional.
Desde su vuelta al poder, Ortega se alió con la cúpula empresarial y gremios laborales, por lo que el país logró estabilidad y un crecimiento de un 5 por ciento anual del Producto Interno Bruto, así como bajos niveles de inseguridad en comparación con los vecinos del norte de Centroamérica.
En abril, Ortega promovió una reforma al sistema de pensiones que no contó con el visto bueno de la cúpula empresarial. La medida tampoco había sido explicada ampliamente a la población, mientras los medios opositores dominantes la rechazaron.
Estudiantes universitarios protestaron y la policía reprimió la protesta el 19 de abril. Casi de inmediato se activaron protestas opositoras en varias ciudades y poblaciones, así como ataques armados nocturnos de grupos extremistas contra instituciones y oficinas sandinistas.
Ortega indicó que el plan del golpe contra su gobierno se activó en la primera quincena de abril, cuando universitarios protestaron para culpar al gobierno de un incendio en la reserva forestal Indio Maíz, al sur del país.
"Cuando sale el decreto (de pensiones), otra vez a la calle con la protesta cívica, y con la protesta cívica arrancaron inmediatamente ya en la medianoche y la madrugada y los días siguientes con ataques armados en contra de las instituciones del Estado y las instalaciones del frente sandinista", agregó.
"Se trataba de sembrar el caos. Y en un acto de paciencia para evitar caer en la provocación, mandamos a retirar el decreto. Y de nada, les valió que mandáramos a retirar el decreto, siguieron con su campaña, ellos que iniciaron la agresión, que provocaron los muertos", añadió Ortega.
"Lanzaron a la muerte a muchachos y muchachas, sobre todo a jóvenes de los barrios que les pagaron para que participaran como fuerza de choque".
El líder del Frente Sandinista para la Liberación Nacional dijo que al inicio de la crisis buscó la mediación de la cúpula de la Iglesica Católica, que después le pidió la renuncia de los poderes del estado, incluida la suya, y adelantar las elecciones que están previstas para el 2021.
Ortega dijo que "cuando recibí el documento dije: bueno, esto es lo que ellos quieren realmente. Yo pensaba que eran mediadores, pero no. Estaban comprometidos con los golpistas, eran parte del plan con los golpistas".
"Me duele mucho decir esto porque yo le tengo aprecio a los obispos, les tengo aprecio, les respeto, soy católico, pero ahí ellos tienen posiciones, unos de mayor confrontación, otros diría yo más moderados, pero desgraciadamente siempre se impone la línea de la confrontación y no la línea de la mediación", sostuvo.
"No acaban de entender que una mediación es para sentar a las dos partes y escucharlas a las dos partes y no tomar partido el mediador y decir se tiene que hacer esto en tantos días, en una semana. Un golpe de Estado querían provocar en Nicaragua", acotó.
Luego de iniciada la crisis, la cúpula empresarial y la oposición primero, y después la Iglesia, convocaron a multitudinarias manifestaciones por la paz que inundaron las calles, algo que según análistas fue confundido por opositores como apoyo para el derrocamiento de Ortega.
"Me dolió que mis señores obispos tuvieran esas actitud de golpistas. Y ahí mismo ellos se descalificaron como mediadores", sostuvo Ortega en el acto, en el que participó como invitado el Nuncio Apostólico Waldemar Stanislaw Sommertag, y los cancilleres de Cuba, Bruno Rodríguez y Venezuela, Jorge Arriaza.
Agregó que a los obispos no les gustaba que se intentara levantar los bloqueos carreteros levantados por la oposición y señaló que "muchos templos" católicos se utilizaron como base operativa para torturar.
Se espera que la oposición comience una campaña para pedir la intervención extranjera en Nicaragua y que promuevan la imposición de sanciones de Estados Unidos a funcionarios del gobierno de Ortega, tal y como lo han hecho con los de Venezuela.