Por Francisco Martínez.
Un aspecto clave en la comprensión del momentum sociopolítico que se vive en El Salvador desde 2019, es identificar y analizar las causas y el proceso de cómo la sociedad salvadoreña ha aceptado el poder coercitivo del Estado y ha abierto espacios para que se dé una reestructuración del orden social en una refundación del Estado que facilita la instalación de un nuevo régimen político, democrático y centrado en la persona. Este proceso de transformación del país deberá completarse, con una reforma profunda de la Constitución y una nueva institucionalidad. Congruente con el ideal que expresa el principio liberal de legitimidad (Rawls)-que es-: vivir políticamente con otros a la luz de las razones que todos pueden razonablemente suscribir.
En los últimos 10 años, he mantenido un debate abierto y crítico sobre el fenómeno político de Nayib Bukele y el bukelismo, desde cuándo para muchos Bukele era considerado como el nuevo delfín electoral del frente, con académicos, políticos, ex compañeros de lucha político-militar, líderes sociales, luchadores sociales, militantes del cambio; desde, seguidores unos, escépticos algunos y antibukeleanos otros.
A todos he señalado, la importancia de leer la actual coyuntura más allá de los preconceptos de izquierdas o derechas, y menos de oportunismos o del seguidismo a la moda, he planteado que veamos lo que hoy sucede como una continuidad histórica de las luchas de nuestro pueblo por instaurar un régimen democrático, y, más que estar a favor, ignorar su impronta, o fanáticamente estar en contra de Bukele, debía ponerse en la mesa de la discusión: la política, y, reclamar nuestra histórica agenda: Bienestar social y económico para nuestra gente; un país productivo, soberano e independiente; una sociedad libre con justicia social; una economía creciente, inclusiva, sostenible y adaptada a la técnica, a las tecnologías digitales y al cambio climático. Un país próspero con igualdad de oportunidades para todos y todas.
Para las muchachas y muchachos salvadoreños menores de 30 años, estas generaciones Y, Z y Alfa, que son hoy la mayoría en nuestro país, que nacieron en la posguerra, les es aún hoy incomprensible lo sucedido en los años sesenta a ochentas del siglo pasado, el terrorismo de Estado, la violenta lucha social y la guerra civil, de aquellos años de locura; tampoco comprenden como pudo ser tan irresponsable la clase política y las elites dirigentes que solaparon y favorecieron, en las últimas tres décadas, el desarrollo del crimen de las pandillas terroristas, llevando al Estado a perder el ejercicio de soberanía en los territorios y a una situación de Estado cuasi fallido. Pero que, hoy son víctimas de los problemas estructurales e históricos no resueltos.
No hay que olvidar que Nayib Bukele, llega al gobierno en 2019, como resultado del desconcierto, la frustración y el cansancio de la población ante años de promesas incumplidas, con la inseguridad como regla de vida, la alta corrupción, y, la indetenible precarización de las familias y sus comunidades.
Bukele fue y es, como se confirmó abrumadoramente con su reelección para un segundo mandato, la respuesta cívica ante la decadencia de los partidos tradicionales y la estructura social en que se soportó el ancien régime, se trata de un fenómeno político y social, de tipo disruptivo, que sacude y sacudirá las viejas estructuras de poder formal y fáctico, dejando de lado la política tradicional, la de las formas, la de lo políticamente correcto y optando por la política de hechos con resultados inmediatos con la excepcionalidad como regla.
No se puede negar y menos ignorar que alrededor de Nayib Bukele, se ha configurado un amplio consenso nacional, que le da al momento actual una característica excepcionalmente revolucionaria. La carta de presentación, si bien es el de haber revertido la situación de inseguridad provocada por la acción terrorista de las pandillas y que con el Plan Control Territorial y la guerra contra las pandillas se ha creado un clima de seguridad ciudadana; hay, también, que tener en cuenta que se han producido importante cambios normativos e institucionales, por ejemplo la osada reorganización de los municipios, esta acción territorial es fundamental de cara al futuro inmediato, en cuanto al desarrollo estratégico de la nación. Habrá que hacer un inventario crítico de todas las medidas adoptadas y el alcance e impactos de estos cambios adoptados.
La opinión ciudadana no es ajena a lo que está sucediendo en el día a día de la transformación nacional, y, tiene una mirada crítica a los hechos, en general Nayib Bukele goza de una alta aprobación de los salvadoreños, cercana al 90 por ciento. Algunos viejos compañeros me han expresado que existe una preocupación, por lo que refleja Nayib Bukele en el mundo de los “demócratas”, suelo señalarles que debe tenerse una mirada holística a su enfoque y abandonar la camisa de fuerza, aquella vieja caja ideológica. Esto mismo les recomendaría a los editores del informe Latinobarómetro, lean a profundidad los datos sobre El salvador y sobre el fenómeno Bukele más allá de sus simpatías y amarras.
Los datos del informe de Latinobarómetro 2024, confirman esta valoración que sustento, 87 por ciento de los entrevistados aprueba la gestión del gobierno de Nayib Bukele, la falta de contexto lleva a los editores de ese informe, al margen de los datos, a señalar que hay en El Salvador una dictadura elegida (Latinobarómetro 2024: P11), dicen ellos que ha sido, electa incluso con amplísima mayoría.
El informe también destaca en sus datos que la opinión de los salvadoreños sobre el bienestar con su vida es de las más altas en la región (85%) y que los entrevistados consideran que el país tiene un mayor progreso, (72%). En El Salvador se observa el salto de una satisfacción con la democracia que era apenas el 11% en 2018 antes de la llegada de Nayib Bukele, al 46% en 2020 y el 62% en 2024, después de su reelección. 68 % de salvadoreños considera que el voto puede cambiar el futuro y sólo el 15% expresa apoyo al autoritarismo (Latinobarómetro P 42, 51 y 76)
Dedican los editores del informe, varios tramos a consideraciones sobre Bukele, pero sesgan su opinión con un prejuicio por una fijación conceptual, pero, sobre todo, por falta de contraste con la realidad de campo y de reflexión histórica, que permita contextuar objetivamente el caso de El Salvador y de la irrupción de un liderazgo aglutinante y disruptor como el de Bukele, que es capaz de trascender de lo nacional a la esfera regional, como señala el informe (Latinobarómetro 2024: P 31 y 78), que por segundo año consecutivo Nayib Bukele aparece como el líder mejor evaluado en América Latina. En todos los países de la región obtiene un promedio mayor de más de 6.1 con la excepción de Brasil donde obtiene un 4.2; teniendo incluso mayor nivel de simpatías en Honduras, Panamá, Paraguay, Guatemala, Ecuador, y, Costa Rica como puede apreciarse en los siguientes gráficos presentados en el estudio.
A la base de estos datos, hay un sentimiento ciudadano de certidumbre, reflejado en las respuestas de los salvadoreños, que creen en la democracia, 79 por ciento la acepta como el mejor modelo de convivencia política, la respaldan, aunque acepten la necesidad excepcional de actuar con rasgos autoritarios. Por eso, califican con 7.1 su sistema político que consideran como una democracia, los editores del informe se preguntan ¿Es o no El Salvador una democracia?, la respuesta ciudadana es inapelable, y si, en este caso, son las masas la que definen que El Salvador si es un país democrático, realidad conquistadas después de largos procesos de luchas y guerra civil por la democracia, para instaurar un Estado de bienestar, que asegure la vivencia de un catálogo de derechos ciudadanos, cívico-políticos, económico-sociales, culturales, ambientales y tecnológicos.
Hay que tener en cuenta que la democracia es la decisión de las mayorías, es el poder de esas mayorías por sobre unas minorías determinadas. No se trata de una situación estática per se, sino de una situación dinámica que se desarrolla dentro del cuerpo social en un Estado concreto, quienes son mayoría y quienes minorías dependerá de cada momento y de ciertas fuerzas organizadas y elites orgánicas que dan forma a la representación de unas mayorías fácticas, que se expresan, por lo general en eventos electorales. Pero, la democracia son elecciones, sí, pero no solamente, son también condiciones de vida, expectativas, relaciones humanas, relaciones de poder, conflictos, estados de ánimo, sistema económico, instituciones, sistemas normativos, cultura, etc. esto es crucial, un régimen democrático, debe ser un escenario que abre espacios para luchas por el ejercicio del poder entre distintos grupos de interés.
Ha habido plena conciencia sobre el necesario cambio estructural en nuestras sociedades Latinoamericanas, pasar de regímenes de injusticia y empobrecimiento hacia regímenes donde se asegure justicia social y el bienestar, pero, para ello, las instituciones deben funcionar con base a reglas democráticas, que reconozcan el valor de los anhelos y las decisiones de las mayorías, en que además de respetar la voluntad popular que se expresaba en contiendas electorales justas, se edifiquen sistemas de convivencia con justicia social.
En este sentido, los entrevistados señalan que, en El Salvador, la mayoría (74%) señala que el gobierno tiene el poder de las decisiones, y que se gobierna para las mayorías (62%) esto es muy importante, pues fortalece la idea de ese consenso nacional logrado. Desde que llega Bukele al poder este indicador se vuelve positivo para El Salvador. Es la primera vez que un gobernante obtiene un resultado como éste en éstas tres décadas. (Latinobarómetro P 52) Como puede leerse en los datos, esa masa no solo aplaude, también señala mayoritariamente (66%) que debe elegirse mediante elecciones a sus representantes; y, que es necesaria una oposición y un sistema de partidos políticos que compitan.
La legitimidad del poder se vuelve, entonces, circunstancial, temporal, hay unas minorías que se subordinarán hoy, pero pensando y actuando para ser en el futuro la nueva mayoría; mientras, los que hoy gobiernen, la mayoría del momento procurará mantenerse en el ejercicio del poder en el gobierno usando los medios institucionales decididos anteriormente o modificados en su gestión pero que le sean avalados-respaldados por sus correligionarios, y, esto es determinante, las reglas se mantengan vivibles y se expresan como el consenso de una nación. Detentar el poder será un arte, una tejedora constante de consensos, una acción proactiva de las expectativas sociales y una gestión inteligente de conflictos, evitando recurrir a la violencia institucional que les niegue y cuestione su autoridad, salvo, las excepciones democráticas.
En su libro sobre Legitimidad democrática, Peter (Democratic Legitimacy 2009) hace la pregunta “¿Qué condiciones normativas deberían aplicarse a la toma de decisiones democráticas? Y plantea que la respuesta está en la legitimidad democrática. La legitimidad implica un ideal de cómo los miembros de un electorado democrático deben tomar decisiones sobre cómo organizar su vida en común.
Es obvio que, desde la perspectiva de las masas, en El Salvador, tal como lo afirman los entrevistados por Latinobarómetro 2024, hay una legitimidad de origen y de ejercicio del poder, por eso cuando opinan sobre cambios, 46% señala que se puede mejorar con pequeños cambios, 24% dice que el país está bien como está y sólo el 11 % cree que debe haber cambios profundos.
[1] Rawls, John. Liberalismo Político P 179. Fondo de Cultura Económica. Primera edición electrónica, 2015. Nuestro ejercicio del poder político es plenamente apropiado sólo cuando lo ejercemos en concordancia con una Constitución, cuyos principios esenciales todos los ciudadanos libres e iguales pueden razonablemente suscribir a la luz de principios e ideales aceptables para su razón humana común. Éste es el principio liberal de la legitimidad. (P111)
[2] Conforme la Resolución de Inconstitucionalidad, dada por la Sala de Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador 22-20007/42-2007/89-2007/96-2007 Inconstitucionalidad, del 24-08-2015.
[3] Conforme la Resolución, 1-2021 Pérdida de derechos de ciudadanía, dada por la Sala de Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador el 3-09-2021
[4] https://www.latinobarometro.org/lat.jsp?Idioma=0
[5] Democratic Legitimacy 2009