Héctor Fernández Espino es un religioso luterano de 58 años que hoy más que nunca está convencido que votar sí puede cambiar el rumbo de un país. Está convencido porque él votó por primera vez en las elecciones presidenciales de 1977, en medio de una fuerte represión militar, descarados fraudes electorales y con los niveles más bajos de esperanza en los gobernantes de la época.
Él relata que en su primera vez como ciudadano apto para votar y ya cumplidos los 18 años, el ambiente electoral era de indignación, temor y grandes índices de ausentismo y fraude electoral.
“El fraude era terrible, el pueblo veía cómo se hacía cuando los soldados cuidaban y movilizaban urnas. A veces estaban muy cerca de uno cuando estaba emitiendo el voto para ver por quién votaba”, expresa.
Afirma que siempre sospechó que los padrones electorales eran manipulados para dar la impresión de masiva afluencia de votantes, y de votos a favor del gobierno de turno con perfil militar bajo la bandera del PCN.
Recuerda que algunos de los partidos en contienda eran el PDC, PCN y La Convergencia Democrática. En las elecciones de 2018, hay garantías de transparencia por medio de observadores internacionales que vigilan el proceso. Antes era así, pero con una diferencia.
“Supuestamente había observadores internacionales, pero eran personas afines a los gobernantes”, recuerda Héctor.
Señala además que lastimosamente los tiempos se repiten, pues ahora el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha tenido que mover centros de votación por el acoso de las pandillas, cuando antes se movían pero por presencia de paramilitares.
“Habían ocasiones en que un día antes o la misma mañana se movían centros de votación porque dejaban cuerpos descuartizados cerca de ellos”, manifiesta.
Dice que en medio de la desesperanza política y la represión, había otro factor por el cual era necesario haber ido a votar.
“Votábamos con una esperanza por si a lo mejor algo probablemente cambiaba. Además en esa época uno de joven buscaba trabajo y si uno no andaba la cédula y el control que había votado, no le salía el trabajo”, expresa.
Foto/Vladimir Chicas
Los resultados de esa elección fueron contrarios al gobierno de turno. El candidato José Napoleón Duarte de la Unión Nacional Opositora (UNO) había ganado la Presidencia, pero los militares reaccionaron y efectuaron una masacre y se robaron los resultados. “Cuando dieron los resultados de las elecciones, hicieron fraude porque había ganado Duarte y los militares reaccionaron con la represión”.
Tras el suceso, Héctor no quiso volver a votar durante toda la década del conflicto armado interno. Pero destaca que pese a la represión y al fraude, era muy fácil votar, y los centros de votación estaban en parques, las vías públicas y escuelas, aunque no había voto residencial por lo que la población debía movilizarse por grandes distancias.
A su corta edad en 1977, Héctor recuerda que se oía sobre que en municipios del oriente del país, las elecciones consistían en que se ponían a correr a dos personas y quien ganaba la carrera, era elegido alcalde.
Redes sociales y transparencia
Él tiene cuenta de Facebook y usa WhatsApp, dos herramientas que eran impensables en las elecciones de 1977 en El Salvador. Expresa que antes, los medios de comunicación estaban al servicio del poder de turno y no reportaban más que lo que les convenía a los gobernantes.
Considera bueno que la gente pueda conocer mejor a sus candidatos por medio de las redes y nuevos medios de comunicación virtuales, pero por otro lado, advierte que existe mucha falsa información que confunde
“Hay mucha rumorología en redes sociales que si la persona no sabe discernir lo que le dicen, puede confundirse”, opina.
El cansancio de gobiernos militares, represivos y fraudulentos, derivó en un cruento conflicto civil interno que por más de 10 años dejó como resultado más de 75 mil muertos. Tras su culminación en 1992, El Salvador goza de instituciones democráticas y hoy celebra su novena elección en paz.
“Si en los años más complicados del conflicto armado por lo menos se mantenía la esperanza de que algo podía cambiar por medio de las elecciones, ahora, que es una situación muy diferente, creo que es necesario ir a cumplir con el voto. Si uno no vota, le deja el poder de decisión a otro y después ya no vale quejarse”, aconseja.