Mártires de la iglesia católica de El Salvador del mes de agosto

El año 1979 registró tres sacerdotes muertos, sin contar los innumerables catequistas y celebradores asesinados por el hecho de predicar la Buena Nueva. El padre Macías cerro el año 79 con su muerte martirial ocurrida en agosto

SALVADOR RAMÍREZ HERNÁNDEZ.- Originario del cantón El Progreso del municipio de Santa Tecla, con serios problemas de salud, padecía de epilepsia, pero aún así se dedicaba a la agricultura. Pertenecía a la comunidad eclecial de base de su cantón y su participación consistía en tocar la guitarra y cantar en el coro. Un ocho de agosto un grupo de soldados lo subieron a un camión y aún permanece secuestrado.

JULIO HERNÁNDEZ BARAHONA.- Provenía de una familia muy pobre, el mayor de 8 hermanos. Participaba como catequista y celebrador de la palabra. Dedicaba tiempo a misionar, visitaba hogares y sin esperar nada a cambio organizaba la solidaridad para solventar problemas de la comunidad. El ministerio de educación le otorgó un permiso para poder enseñar a leer y escribir a jóvenes y adultos, acarreándole acusaciones de los que se decían autoridades, es un guerrillero. Ingresó al seminario de vocaciones adultas en Dulce Nombre de María, Chalatenango. Viajando hacia esa ciudad, guardias nacionales lo bajaron del bus, permaneció quince días en el cuartel de caballería, una noche lo sacaron al monte donde lo golpearon hasta matarlo, costó reconocerlo porque su cara estaba desfigurada. Era un 20 de agosto de 1981.

LUISA Y SALOMÉ GUTIERREZ SÁNCHEZ.- Del cantón El Cobanal, municipio de Colón. Catequistas de niños para primera comunión y una de ellas atendía una tienda de víveres conocida como Domus. El 15 de agosto de 1980, guardias nacionales llegaron a su casa de habitación y las capturaron. A los tres días sus cuerpos fueron encontrados en un basurero.

ANA DEL CARMEN SÁNCHEZ Y PEDRO ANTONIO MOLINA.- Catequistas, celebradores de la palabra, responsables de charlas prebautismales y prematrimoniales. Predicaban una palabra de Dios encarnada en la realidad. Esto les llevó a que un 11 de septiembre de 1980 la guardia nacional invadió su casa, asesinando a Pedro Antonio y secuestrando a Ana del Carmen, habiendo sido violada y brutalmente asesinada en el cantón Tehuicho del municipio de Opico.

EFRAÍN SÁNCHEZ.- Jóven humilde y tranquilo, dedicado a la agricultura. En su comunidad era el encargado de la catequesis de niños, celebrador de la palabra. Estas actividades lo llevaron a estar en la mira de los cuerpos de inseguridad. Un día de agosto de 1980, los soldados de Santa Tecla lo bajaron del bus, lo amarraron, torturaron… y ya nadie supo de él.

JOSÉ PABLO RAMÍREZ MOLINA.- Catequista de adultos y organizaba a las personas en FECCAS-UTC. El 20 de agosto de 1980 u grupo de soldados invadió su casa, amarrado del cuello lo ataron a la parte posterior del camión fue arrastrado por casi 3 kilómetros por calles empedradas, luego lo soltaron, le dieron de puñaladas en el pecho, le cortaron las orejas, le arrancaron el bigote y le dispararon en la cabeza. Todo su cuerpo estaba despellejado.

BLANCA LORENA MIGUEL.- Catequista de niños para primera comunión. Una fecha de agosto de 1980, que nadie recuerda, hombres vestidos de civil la bajaron del bus en que viajaba. Días después apareció violada y torturada, cercenada de los pechos y la colgaron de unos hilos de alambre, un rosario junto con una estaca fueron introducidos en su parte genital.

SANTOS PINTO RECINOS Y SANTOS SÁNCHEZ VALLES.- Catequistas y celebradores de la palabra, compromisos que habían adquirido y que llevó a los soldados a secuestrarlos un 18 de agosto de 1981, aún sus restos no han sido recuperados.

HÉCTOR DE JESÚS HERNÁNDEZ.- Catequista de niños y celebrador de la palabra en el catón El Canelo, Nahuizalco. A las 11 de la noche  de un día que nadie recuerda de agosto de 1980, hombres uniformados llegaron a su casa y se lo llevaron y desde entonces nadie ha sabido nada. En este caso debo de denunciar la ayuda hipócrita que un tal Monseñor Di Prieto, que en ese entonces convocó a que llegaran al cuartel de Sonsonate a varias madres que buscaban a personas desaparecidas , para decirles “…tengan paciencia, pídanle al colochito que Dios los va a librar, no tengan miedo que no les pasa nada.” Para concluir les regala tortillas con carne. Admirable su preocupación.

ANDRÉS ESQUINA.- Catequista y celebrador de la palabra en el cantón Sabana, San Juan Arriba de Nahuizalco. Un día del año de 1980 estando en una convivencia , los soldados entran al local y es secuestrado, hasta ahora sus restos mortales no han sido encontrados.

INOCENTE GARCÍA.- Su esposa nos cuenta que al estudiar la palabra de Dios se dá en él un cambio, lo describe como la conversión a un hombre nuevo, solidario con todos, siempre preocupado por las necesidades de los otros: visitaba a los enfermos, organizaba grupos para poder ayudar a los más necesitados. Recibió amenazas acusándole de guerrillero. Un día a la once de la noche llegaron a sacarlo de su casa, lo amarraron para torturarlo, lo machetearon y lo picaron con un pica hielo, lo dejaron abandonado en la carretera que va al puerto de Acajutla; junto a él otro compañero don Toño, que también era miembro de la iglesia.

JUAN MARTÍNEZ.- Excelente compositor de canciones en el cantón Tres Calles, San Agustín. Su talento recibido lo dio al servicio de su pueblo, esto lo convirtió en un animador nato de su comunidad, además buen catequista. Cuando asesinaron a su esposa, buscó refugio en Nicaragua viviendo en ese país por siete años, trabajo duramente y cuando se disponía a comprar el solar donde vivía, unos ladrones lo asesinan un 26 o 27 de agosto de 1988.

                                        PADRE ALIRIO NAPOLEÓN MACÍAS

El año 1979 registró tres sacerdotes muertos, sin contar los innumerables catequistas y celebradores asesinados por el hecho de predicar la Buena Nueva. El padre Macías cerro el año 79 con su muerte martirial  ocurrida en agosto.

El 21 de marzo del año 1965 fue ordenado sacerdote de la diócesis de San Vicente, de carácter alegre y muy activo, en su trabajo pastoral se apegó profundamente a los lineamientos del Concilio Vaticano II y Medellín. Entre sus frutos esta la creación de las Comunidades Eclesiales de Base y la promoción de la mujer en una academia de corte y confección.

Muerte martirial.- Conociendo la persecución a la que eran sometidos sus hermanos sacerdotes no dudó en apoyar causa tan noble como signo de fraternidad sacerdotal, algo que disgustó mucho a su obispo, por lo cual fue expulsado de su parroquia. La Hermana Angelina Pocasangre da testimonio de su reacción: “…Él por su gran humildad que le caracterizaba pidió de rodillas una y otra vez perdón al obispo, hasta que logró que lo perdonara y lo dejara en la parroquia de San Esteban Catarina.” Por la situación de persecución y represión que había sido sometida parte de la población que atendía, es muy probable que lanzara denuncias acarreándose con ello la muerte. El padre Ramiro Valladares comenta que el padre Alirio sabía perfectamente de dónde venían las amenazas a muerte, por lo que pidió ayuda que nunca llegó. Suplicó a las autoridades eclesiásticas que lo acompañaran para aclarar el porqué de la determinación de matarlo, pero no quisieron.

El 4 de agosto de 1979 tres hombres lo ametrallaron en el templo parroquial de San Esteban Catarina, entre el altar y la sacristía. Monseñor Romero por su parte afirmó: Cuando uno muere, como han muerto los sacerdotes con ideales del reino de los cielos, como está tendido hoy el querido padre Macías, allá en San Esteban Catarina uno piensa: Estos son los caminos que hay que seguir. Mueren pero siguen viviendo, fue, por tanto, una muerte carente de sentido ideada por los dueños del anti reino en su oscuro plan de acabar con el Reino.

Por desgracia su obispo no amparó al Padre Alirio Napoleón Macías, sino que lo abandonó en el peligro. Es muy triste y verdaderamente infame que el obispo deje solo a sus sacerdotes, o al pueblo que se le ha confiado. La muerte del padre Macías denuncia tan gravísimo pecado y llama a los pastores a ponerse en camino de conversión y de entrega, en el pastoreo de las ovejas, dispuestos a dar la vida por ellas.